El título Tomorrowland pudiera resultar confuso para cierto público, pues es el nombre de una de las áreas temáticas – junto con Adventureland, Frontierland, Fantasyland y otras más – al interior de los parques de atracciones Disney. Lo primero sería pensar, pues, que la película Tomorrowland, similar a lo que ocurrió con la saga Piratas de Caribe, está directamente basada o ubicada en algún juego o atracción marca Ratón Miguelito. Nada más alejado de la realidad.
Casey (Britt Robertson) es una joven de espíritu inquieto y optimista que añora los días en los que la inventiva del hombre se antojaba ilimitada y los viajes espaciales parecían ser el futuro inmediato. Después de una serie de incidentes vandálicos (pero bien intencionados) en los que se ve envuelta, se encuentra un pin que al tocarlo le muestra visiones de un bello y utópico mundo alterno.
A partir de ese momento, y con el firme propósito de saber más acerca de ese mundo, Casey se embarca en una aventura sci-fi en la que conocerá a curiosos personajes, como el amargado inventor Frank Walker (George Clooney) y una misteriosa niña llamada Athena (Raffey Cassidy).
Brad Bird es un cineasta en el que es fácil confiar. Después de todo es el responsable de El Gigante de Hierro, Los Increíbles y Ratatouille, clásicos cruciales para entender el método en el storytelling de la animación moderna. Por otro lado, su incursión en el cine live-action, Misión Imposible: Protocolo Fantasma, resultó en una fantástica unión entre espionaje clásico y secuencias de acción imaginativas.
Es por ello que desconcierta lo genérica y mal ejecutada que es Tomorrowland, más cuando se considera la secrecía absoluta que rodeó a la cinta desde su planificación hasta apenas un par de meses. Vaya, parecía que Disney tenía entre manos la obra fílmica que habría de redefinir la ciencia ficción de corte fantástico y no el producto insípido que en realidad es.
Desde su arranque es notoria la falta de rumbo y tarda demasiado en generarnos interés hacia su trama y personajes. Posee discursos claros acerca de la importancia de nunca dejar de soñar y de distinguirse de entre la gente promedio, pero ello no resulta suficiente para lograr que la propuesta general sea capaz de sobresalir. Es más, ya hacia su desenlace se torna cansada y chocante.
Suponemos que Bird estaba convencido de que entregaría una entretenida obra sci-fi que además apelaría a la gente de espíritu innovador. Pero de nada sirve que tu película sea una oda a la imaginación y a la comunión perfecta entre avances científicos y humanismo, si no logra generar vínculo real con el público. Y eso espanta viniendo de un distinguido director.