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Ahora que el Ice Bucket Challenge es el tema que ha acaparado las redes sociales en las últimas semanas, no está demás rescatar este documental acerca de una de las personas más famosas que padecen de esclerosis lateral amiotrófica.

En el polo opuesto de aquellos videos virales con todo tipo de celebridades aceptando el reto de echarse un cubetazo de agua helada, los tweets y la filantropía como producto corriente que esto ha conseguido, se encuentra la ópera prima del estadounidense Jesse Vile, la cual podríamos calificar fácilmente como la hermana menor de Buscando a Sugar Man (de Malik Bendjelloul), ambas estrenadas en 2012. Si en esta última, inexplicablemente la fama le pasó de lado a ese profeta folk de la clase obrera Rodríguez (el cual apenas en fechas recientes ha obtenido el reconocimiento masivo); en la cinta que nos compete, Jason Becker, una eterna promesa de la música, nunca pudo ni siquiera refrendar el pronóstico que se tenía en torno suyo hace veinticuatro años.

Aquejado de la extraña enfermedad degenerativa neuromuscular, mejor conocida gracias a la imagen que la memoria colectiva tiene del físico Stephen Hawking, a escasos meses para que se embarcase en su primera gira mundial, Becker, guitarrista prodigioso con una rigurosa educación de conservatorio (aunque curiosamente involucrado desde su temprana edad en el ambiente del heavy metal y la estridencia); se convertiría rápidamente en leyenda.

Una de las virtudes del documental para así ser recomendado es el hecho que omite cualquier mirada condescendiente hacia el personaje hoy día confinado a una cama, mientras transita emotivamente en grabaciones caseras co-protagonizadas por familiares y colegas de Becker; con las cuales se patenta el pequeño legado que dejó el músico; a la par que se abre una ligera oportunidad para que este pueda seguir activo creativamente a partir de la tecnología y un sistema de algoritmos. Mejor que ver a Rihanna mojarse sí está.

Por Alberto Acuña Navarijo / @loungeymartinis