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Por Alberto Acuña Navarijo

Bordeando la locura y fumando de manera compulsiva, Margarita deambula diariamente desde hace más de dos décadas por la característica calle Gabriel Mancera y sus alrededores clasemedieros en la Colonia Del Valle ante la perenne indiferencia de la mayoría de vecinos y transeúntes.

Sin embargo, en su juventud esta mujer anónima de maquillaje extravagante afecta a realizar dibujos singulares, perteneció a una familia adinerada de Polanco lo que le permitió tener un paso exiguo por el cine protagonizando – bajo el nombre de Vania -, la hoy en día semi-desconocida película Eva y Darío (1973) dirigida por su tío Sergio Vejar, en la cual mezcló cierto espíritu jodorowskiano, con la Nouvelle Vague, simbolismos religiosos y literatura de La Onda.

Esa historia llena de espacios en blanco, representó desde su infancia una obsesión para el director Bruno Santamaría Razo, volcándola ahora en su ópera prima Margarita, documental interesado no tanto en escudriñar el pasado, sino en retratar su encuentro fortuito y cómo la presencia de uno ha influido el accionar del otro, sólo siendo separados por una cámara, al grado de dudar quién es el verdadero demiurgo del filme.

A propósito de su premiere mundial dentro del 31° Festival Internacional de Cine de Guadalajara, en el cual terminó obteniendo una Mención Especial del Premio Mezcal como Mejor Película Mexicana, conversamos con el también fotógrafo perteneciente al Centro de Capacitación Cinematográfica.

Cinema Móvil: ¿Cómo se da tu primer acercamiento con Margarita? Antes de saber acerca de su pasado, ¿qué te atrajo de ella como personaje?

Bruno Santamaría Razo: “A Margarita la conocí cuando tenía diez años porque ella se metía a dormir en la azotea del edificio donde yo vivía y a todos los niños nos daba angustia subir y encontrarnos con esta mujer que jugaba con muñecos y se pintaba de esa manera tan singular la cara, hasta que mi papá me comentó que había visto una película que habían filmado en ese mismo edificio y que recordaba haber visto a una actriz que se parecía mucho a esa señora. Así mi miedo cambió a obsesión para saber si esto era cierto.

«Años después, ella ya no estaba en el edificio pero la veía en la calle y un día se me acercó, me pidió dinero y sacó una imagen de un santo, porque siempre lleva cargando muchas imágenes y me dijo ‘Mira, te pareces a este santito’, nos reímos porque sí, me parecía, me preguntó mi nombre, hice lo propio y a partir de ahí empezamos a conversar. Yo tendría como 18 años, ahora tengo 29, entonces han sido casi doce años de platicar y platicar conociéndonos cada vez más y teniendo una especie de relación la cual se fortaleció el 15 de septiembre del 2013. Ella tenía mucho miedo porque estaban sonando los cohetes cerca de la iglesia donde vivo, tocó a mi departamento pidiéndome entrar, si bien ya la conocía no estaba seguro en dejarla pasar, sonaron más y más cohetes, insistió que sólo sería un rato y acepté.

Al inicio estábamos un poco incómodos porque no sabíamos ni dónde sentarnos, ella temía que olía mal. Sin embargo, desde que entró a mi casa cambiaron dos cosas, la manera de hablar conmigo dejando las charlas fantasiosas, y la manera de escucharla. Saqué la cámara y coincidió que preguntó acerca del modelo de esta y empezó a hablar de cine. Ahí me emocioné mucho más porque me di cuenta que aquello que me había dicho mi papá años atrás resurgió de una manera muy espontanea.»

Si bien, el documental va a arrojando algunas pistas, ¿qué ocurrió con Margarita, para dar ese vuelco en su vida?

“Cuando Margarita hizo esa película tenía aproximadamente unos dieciséis años y justo después de esa película fue cuando rompió con su ritmo de vida. Más allá de situaciones que en la película no quisimos platicarlas porque solamente le pertenecen a ella, era una época donde estaba muy de moda una filosofía hippie, Margarita estuvo muy cerca de los hare krishna, entonces fue una ruptura con lo material lo que ayudaron a que sea lo que es hoy.

“Una cosa que a mí y a Paloma López la editora se nos hizo muy interesante fue que en el montaje tratamos de conservar la manera muy peculiar en que habla Margarita. Aún cuando parece que está desvariando y a hablar cosas que no tiene mucho sentido en la conversación, se logra sentir un poco qué fue lo que hubo en su vida y qué está cargando. Por eso, cada vez que tiene oportunidad hace reclamos hacia los hombres, por ejemplo. Para decirlo de alguna manera, si dentro de su locura uno está dispuesto a escucharla, creo que hay mucha verdad y mucha historia.”

Da la impresión que la estructura del documental fue imaginada libremente por la propia Margarita.

“Pensamos muchas estructuras en el proceso pero sí, la película se iba construyendo a partir de lo que Margarita y la vida nos regalaban. Fue mucho trabajo junto con Paloma, encontrando por dónde podía ir la película y tratando de anticiparnos un poco, porque íbamos editando a la par que íbamos filmando.»

Inclusive el mismo final del documental lo dicta ella cuando se rehúsa a seguir siendo grabada. ¿Cómo resolver que tu personaje se te rebele?

“Para mí fue incómodo seguir grabando, ella ese día no tenía ganas porque en otras ocasiones hasta la fecha pregunta por la cámara. Esa relación que se construyó a partir de la cámara es tan buena que de alguna manera a los dos nos gusta y enriquece. Pero sí, fue difícil porque tal cual, era esperar a que Margarita quisiera que filmáramos, en ningún momento podía ni quería forzarla, siempre supimos que iba a ser un proceso largo, fueron 33 días de filmación en un año y medio porque era estar esperando siempre con la cámara que sucedieran las cosas.»

Más allá del personaje, tangencialmente uno de los temas de tu película es la falta de memoria para documentar la historia de nuestra cinematografía. Resulta difícil que hoy día alguien recuerde a Vania, o siquiera sepa de la existencia de Eva y Dario. ¿A qué atribuyes tú estos huecos en la historia oficial y que el documental en fechas recientes se ha encargado de destapar con títulos como Quebranto, El Silencio de la Princesa o Jirón?

“En efecto, Eva y Darío es muy difícil de encontrar, la buscamos en la Filmoteca de la UNAM, Cineteca Nacional, IMCINE y no, no la tienen. Me costó mucho trabajo conseguirla y pude verla gracias a un coleccionista fanático del cine mexicano de los años setenta, y justo él sabía que Vania había desaparecido de la pantalla. Creo que hay gente con gustos muy particulares que se concentran en buscar y conocer este tipo de cine pero en general existe un desinterés muy grande por la historia, la cultura, la memoria.

«El cine de Sergio Vejar que es más conocido fue el que hizo después, como La Jaula de Oro, pero películas como Eva y Darío o Mariposas Disecadas me parecen fascinantes, con una estética psicodélica, extraña y que aparte retrata justo una época no sólo cinematográfica sino ideológica.»