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Por Gonzalo Lira Galván / @Gonyz

NOTA: Esta entrevista fue realizada durante la visita de Paul Schrader al Festival Internacional de Cine de Los Cabos en su edición 2017.

Tuvieron que pasar décadas para que una institución como la academia que entrega el Oscar reconociera la labor de Paul Schrader, la mente maestra detrás de guiones emblemáticos como Taxi Driver, Toro Salvaje o La Última Tentación de Cristo, quien también como director nos ha entregado trabajos no menos memorables, como la poco ortodoxa biopic Mishima: A life in four chapters y más recientemente El Reverendo (First Reformed), que le valió su primera nominación a la mencionada estatuilla hollywoodense en la categoría de guion original, que finalmente fue entregada a la controversial ganadora de la noche (la descafeinada y poco riesgosa Green Book de Peter Farrelly)

Pero los premios no parecen ser lo que realmente mueve a este forajido, uno de los últimos sobrevivientes de la generación denominada «Nuevo Hollywood», de la cual brotaron talentos como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Dennis Hopper, Peter Bogdanovich y hasta George Lucas. El verdadero motor detrás del incansable ímpetu creativo de Schrader radica en la trascendencia de su obra y la necesidad de contar la verdad.

Cuatro décadas y media después de su debut como guionista en The Yakuza de Sydney Pollack, el guionista y director Paul Schrader reflexiona sobre la fe, los excesos, la corrección política y cómo todos estos elementos influyen en el proceso creativo.

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-Cinema Móvil: En esta película, como en muchas de tus anteriores, ya sea como guionista o director, tú y tus personajes deben lidiar de una u otra forma con la fe. Sueles enfrentar la fe con la realidad. Eso muchas veces hace a tus personajes cuestionar y padecer la realidad, convirtiéndola o siendo producto de alguna condición mental. ¿Por qué te atrae tanto este tema?

Paul Schrader: “Bueno, es que mi formación fue religiosa. Conforme crecí, mi interés por el cine era visto como algo prohibido por la iglesia. Aún así, terminé viendo muchas películas desde un punto de vista teológico, porque esa era mi única llave de entrada. Incluso escribí un libro al respecto.

Ya después, una vez involucrado en la industria del cine, fue precisamente ese tipo de películas lo que yo no quería hacer. Me emocionaba mucho la acción, la sexualidad y la empatía. Esas no eran las herramientas con las que quería trabajar porque mi interés estaba en hacer películas trascendentales. Apenas hace unos años, mientras platicaba con Pawel Pawlikowski después de que había dirigido Ida, pensé que ya era el momento. Me había llegado la hora de escribir una película que tocara directamente los temas por los que se me prohibía ver cine en primera instancia, así que me vi obligado a sentarme y desarrollar un guion que abordara la vida espiritual interior.

El resultado de adentrarme en este tema no resultó muy lejano al de la exploración interna de la mente psicópata, que ya había hecho antes con Travis Bickle en Taxi Driver (risas). Así descubrí que Travis y el Reverendo Toller (Ethan Hawke en El Reverendo) son parte de un tema recurrente en mis inquietudes.

Yo crecí educado bajo la creencia de que todos somos pecadores y todos estamos malditos. Mis mejores trabajos son vistos como suciedad al lado de los deseos del Señor y jamás estarán a su altura, según esas creencias. Eso fue lo que se me enseñó y durante años fui criado para creérmelo. Pero, ¿realmente te sacas de la cabeza esa forma de pensar? Porque yo aún me encuentro con momentos en los que esta idea vuelve a mi mente y me atormenta.”

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-Por supuesto, el inconsciente es un lugar del cual es difícil borrar cosas…

“¡Totalmente! Pero ¿no es algo que te parece fascinante?”

-Lo es cuando alguien lidia con ello como tú lo has hecho por años. Y no veo que tengas muchas intenciones de cambiar.

“Bueno, eso nunca se sabe…”

-Claro, no se sabe, pero lo digo porque apenas vi otra de tus películas recientes…

“¿Ah, sí? ¿Cuál viste?“

Dog Eat Dog, con Nic Cage. Sin duda una de tus más excesivas…

“¿Crees que es excesiva?” (Risas)

-¿Lo negarías?

“No lo negué. Solo preguntaba.”

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-¿De dónde crees que viene tu fascinación por los excesos? 

“Mira, la realidad es que yo empecé a hacer cine en un momento en el que se podía hacer prácticamente lo que fuera. El mundo y sus reglas han cambiando, vertiginosa y continuamente. Para Dog Eat Dogdecidí imaginar que estaba en esa época de libertad, así que armé un equipo de gente muy joven, muy ambiciosos, casi todos en sus veintes y con poca o nula experiencia en la industria del cine. Yo llegaba y les preguntaba: ‘¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Qué es lo más loco que podríamos hacer?’.”

-¿Ves? Te gusta empujar las cosas hacia el exceso y la locura…

“Bueno, ese fue el caso de una película como Dog Eat Dog. Aunque tal vez en El Reverendo también lo hice, quizá más justificadamente porque estoy retratando el descenso del personaje hacia un cierto tipo de locura.“

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-Qué curioso que mencionaras tus inicios. Hace poco tiempo platiqué con Willem Dafoe, que aunque es más joven, pertenece a tu misma generación. Me platicaba sobre la industria del cine en los años setenta y habló mucho de los excesos de la época…

“Pero eso no ha cambiado. El cine es un mundo de excesos…”

-Claro, en muchos sentidos lo es, ¿pero ahora es más complicado hacer películas como las que se hacían en ese entonces? ¿Los temas que te interesan no son más difíciles de explorar ahora?

“Para nada. Yo diría que ahora es más fácil gracias a la tecnología. Hacer cine en ese entonces costaba una fortuna. Ahora todo es muy barato en comparación. Se hacen muchísimas películas, centenares por semana, ¿me explico?

Ahora se hacen películas que antes no tenían manera de justificarse financieramente. Me refiero a películas cuyo eje temático es gente marginada y estilos de vida marginales. Esto puede pasar porque el cine se ha desmarcado de la lógica mercantil. Hacerlo se ha convertido en algo más cercano a la escritura o la pintura. Pero, siendo realistas, ¿cuántos pintores o escritores pueden realmente vivir de eso?

Ahora los cineastas, para bien y para mal, están en la misma posición. Cada vez son menos los que viven de ejercer su profesión con una visión artística.”

-¿Entonces cuál es el futuro de estos cineastas? ¿Cómo puede llegar un joven a convertirse en el próximo Paul Schrader o Martin Scorsese?

“Eso no sabría decirlo. Ese es el lado oscuro de la accesibilidad que trajo la tecnología. Antes te hacías de un nombre análogo, por así decirlo. Nosotros hacíamos cine cuando había menos competencia. Gente como nosotros nos hicimos de un nombre en los años setenta u ochenta. Es algo que ya adquirimos y no va a cambiar, aunque no estoy diciendo que haya sido fácil. Pero hoy en día hacerse de ese tipo de reputación es sumamente complicado. Cuando la gente como yo empezaba, no había más de trescientos cineastas trabajando. Ahora eso se traduce en tres mil cineastas.”

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-Y más allá del hecho de que ahora las películas se pueden realizar con pocos recursos, ¿qué tan difícil crees que se ha convertido llevarlas al público y hacer que se vean?

“Ahora la dificultad es esa. Los festivales se han convertido en una especie de protectores del cine. Muchas veces son la primera y única oportunidad de acercar una película a sus potenciales consumidores. Cuando una película empieza a circular en más y mejores festivales, la gente comienza a decirse: ‘Vaya, creo que debo ir a verla’.”

-En ese sentido, y ya para terminar, tomando en cuenta las nuevas tecnologías y las facilidades que ya mencionaste que nos otorgan, así como las dificultades de hacer que las películas lleguen al público, ¿de qué manera crees que afecta la creciente exigencia de corrección política? ¿Va de la mano con los beneficios o las complicaciones? ¿Afecta positiva o negativamente el proceso artístico y creativo? 

“¡Vaya! ¿En verdad quieres que terminemos con eso? Porque es un tema que podríamos discutir por horas. Pero debo decir que la mente artística nunca ha sido políticamente correcta. Lo siento, pero no opera de esa manera. No es su naturaleza.

Basta asomarse a la vida privada de cualquier artista. Todas son penosas. Y estamos viviendo una época en la que se le está exigiendo a los artistas no solo hacer arte, sino también vivir vidas inmaculadas. Pero, oh sorpresa, casi ningún artista vive la vida así.

No me atrevo a plantarme en ninguna postura realmente, pero me atrevo a decir que estamos pidiendo que la mente artística se prive de aquello que la desmarca de las demás. Pedir algo así es orillar al artista a mentir, y el arte no puede estar enemistado con la verdad.”

El Reverendo ya se encuentra disponible para compra y renta en formatos caseros, así como en descarga digital.