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Por Gabriel Martínez Bucio / @elgabrish

f31dd883e80bcff70b4baca07a6b1d54La enfermedad que padecieron los jóvenes de las grandes ciudades europeas del siglo XIX parece encontrar su correlación moderna en los adolescentes de las provincias americanas del XXI. Hablo del Tedio, esa afección que atacó sin disimulo a los parisinos y londinenses, y que poetas como Alfred de Musset, Charles Baudelaire, y el mismo Oscar Wilde detectaron admirablemente: el vicio de la trivialidad absoluta.

Ahora bien, el debut de Gia Coppola se presenta como una apología del hastío y el desinterés que envuelve la vida de un grupo de chicos californianos. Sin embargo, la historia –basada en los cuentos de James Franco– adolece de la misma enfermedad que intenta señalar.

Es decir, la diferencia entre la más joven de las Coppola y los poetas antes mencionados, es que aquéllos describieron magistralmente la vacuidad individual y social en sus obras como Las Confesiones de un hijo de la década, El Spleen de París y La Balada de la Cárcel de Reading… Palo Alto no entra en esta enumeración.

Pero detengámonos un momento. ¿Por qué la cinta dirigida por una cineasta del siglo XXI debería mantener el rigor descriptivo de artistas del XIX? ¿No estaríamos ante un error de perspectiva temporal… incluso geográfica? Quizá mis juicios fueron demasiado apresurados al tratar de hacer una comparación injusta.

En efecto, estéticamente hablando, la cinta es una dulce psicodelia de colores (reforzada por el gran soundtrack de Devonté Hynes), donde los contrastes invitan al espectador –como a los personajes– a dejarse llevar por embriagadoras imágenes atravesadas por luces: la sudadera amarilla de April en una mañana gris; su traje de baño anaranjado sobre el fondo azul de una alberca; el rosa que sobrevuela toda la película; la noche salpicada de luces de coches y faroles nocturnos…

Sin lugar a dudas, el tráiler de Palo Alto entusiasma más que la propia película. Pero he aquí la virtud y la trampa del film. Gia Coppola narra la adolescencia desperdiciada con la misma tranquilidad con la que se desenvuelven sus personajes. Es la vida mundana de un grupo de jóvenes donde nada es lo suficientemente importante como para ser cuestionado: ni el amor y sus fracasos, ni reprobar alguna materia en la escuela, sino que los personajes derrochan su tiempo en bromas breves, efímeros deseos sexuales y travesuras adolescentes.

Acá no se responden grandes preguntas (¿por qué tendría que suceder esto?) sino que Coppola se limita a observar y permitir que las cosas simplemente sucedan en su curso natural. Su cámara navega por la tibia relación entre la alumna April (Emma Robert) y el entrenador (James Franco), pero también se asoma a la vida de Teddy (Jack Kilmer, quien está igualito a Beck), Fred (Nat Wolff), Shauna (Claudia Levy) y Emily (Zoe Levin).

Palo Alto es un discreto pero bello debut de Gia Coppola, quien por fortuna, está más cerca de la estética de su tía Sofia que de las épicas narraciones de su abuelo Francis.