Seleccionar página

McFarland,_USA_posterLa fórmula la hemos visto hasta el cansancio: un grupo de perdedores (lo que los gringos llaman el underdog), siempre en desventaja y al borde de la pérdida absoluta de la fe encuentra un salvador que, sorteando todo tipo de obstáculos, los llevará al triunfo. Si a eso le sumamos el elemento de una historia inspirada en hechos reales, podríamos decir que el título de McFarland: Sin Límites bien podría haber sido No es otra tonta película deportiva.

Y aunque McFarland: Sin Límites nunca aporta nada nuevo al género, tampoco se trata necesariamente de un desperdicio. Con un más que digno y discreto trabajo protagónico del casi olvidado Kevin Costner (y pensar que en los 90 era el rey de Hollywood) como el entrenador de un equipo de campo traviesa en un pueblo de la frontera, habitado casi únicamente por mexicanos, la película se sostiene gracias a una sensible dirección de Niki Caro (North Country y la nominada al Oscar Whale Rider), quien a pesar de trabajar sobre un material casi genérico, logra transmitir la calidez que caracterizó sus muy superiores entregas anteriores.

Perteneciente a un género que la casa Disney ha sabido fortalecer con otros títulos como Remember the Titans (2000), The Mighty Ducks (1992) o Miracle (2004), la película de Caro, aunque no necesariamente una obra de arte, se suma a la lista de películas ya mencionada, estableciéndose con ellas como fuerte representante del melodrama deportivo con cierto comentario social (recordemos en Titans a Denzel como el entrenador del primer equipo interracial de fútbol americano colegial) pero nunca olvidando el toque familiar y manteniendo a una distancia considerable los sentimentalismos obvios.

Y aunque seguro causará comentarios negativos el hecho de que se trate de una historia de superación en la que el equipo de latinos alcanza la excelencia gracias a un entrenador blanco all american y todos los momentos casi condescendientes a los que este intercambio cultural da pie (además del mal hablado español de casi todos, menos Martha Higareda, a pesar de suponerse es su idioma en común), lo cierto es que McFarland: Sin Límites no busca más que conmover al espectador menos exigente y lo logra sin dificultades, con modestia y sin causar rispidez gracias a un genuino interés y un inocente deseo por pacificar una situación más que vigente respecto a nuestra relación con el país del norte.

Por Gonzalo Lira / @CinemaMovil_mx