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resultReconocida el año pasado en nuestra cobertura del Festival Internacional de Cine en Cannes, Timbuktú de Abderrahmane Sissako se convirtió en uno de los tópicos a departir durante el transcurso de aquel evento cinematográfico.

La película en cuestión no es más que el íntimo análisis de un director musulmán quien lleva años viviendo en Francia y quien ahora explora la intolerancia religiosa de su natal región pero que también reconstruye los actos de impunidad e intransigencia cometidos por los grupos islámicos en la entidad africana con una compasión abrumadora.

Timbuktú es  una ciudad de apenas 54,000 habitantes, lugar donde impera el régimen fundamentalista de los grupos islámicos (pues en un momento determinado se consideró a este sitio un importante centro de enseñanza de esa particular religión). El lado sombrío de la circunstancia es que sus pobladores viven en una opresión tal que las mujeres parecieran ser meras sombras, silenciadas y destinadas exclusivamente a las labores domésticas pero que, de acuerdo al planteamiento de Sissako, aún constituyen un soporte fundamental en la sociedad de la zona.

El fanatismo religioso en Timbuktú es tal que la música es considerada un mal para la juventud, incluso el fútbol soccer es preciado como una importación del mundo occidental, pasatiempo que los lugareños tienen que abandonar pues representa un obstáculo en el aprendizaje de las enseñanzas.

El director centra la atención en una familia de pastores, miembros dóciles y serviciales quienes aguardan un porvenir superior al momento que viven. Los integrantes de este clan tendrán que contender las distintas pruebas que surgen en la vida diaria hasta que su carácter es quebrantado por la dominación.

A pesar que la cinta inicia con la secuencia de un grupo de jóvenes islámicos persiguiendo un pequeño venado en un acto de cacería, Sissako es tan diestro que humaniza a sus villanos, digamos que está completamente consciente que transita en la delgada línea que puede convertir a Timbuktú en una película de denuncia sentimental, sin embargo prefiere optar por exponer los actos ordinarios como la muerte de una cabeza de ganado como pretexto para concebir el inicio de una gran bola de nieve que se transformará en la excusa del trágico desenlace.

No nos queda la menor de las dudas que el director es un diestro realizador que intuye la forma de plantear una cinta con tal carga de acusación de la manera más discreta incluso suministrada con cierto sentido del humor en donde se es permisible. El  cómplice en la misión de Sissako es su director de cinematografia, el gran Sofiane El Fani (responsable de la fotografía de La Vida de Adele entre otras) quien logra captar la belleza del lugar que contrasta con los actos de impunidad que se experimentan día a día.

Al final, la discresión del director y de sus intérpretes se torna en una herramienta imprescindible en la provocación que representa Timbuktú, una meditación sobre la vida ordinaria bajo coacción que quedará por mucho tiempo en la memoria del espectador.

Por El Perro Andaluz / @CinemaMovil_mx

En Cartelera: 27 marzo 2015: Cinépolis, Cinemex.