Siguiendo la tradición de recientes biopics como Diana (Oliver Hirschbiegel, 2013), Princesa de Mónaco (Grace of Monaco) se cae estrepitosamente a pesar de contar con probados interpretes como Nicole Kidman, Tim Roth, Derek Jacobi, y Frank Langella.
Su competente director Olivier Dahan, quien realizó un buen trabajo en otro biopic (La Vida en Rosa), decepciona con una de las cintas más aburridas e intrascendentes del año. Quitando algunas escenas aisladas, sobre todo en las que se involucra la preparación de la cinta Marnie (1964) de Alfred Hitchcock, lo demás es para el bostezo total.
A los 33 años, Grace Kelly (Nicole Kidman) es una de las más grandes estrellas de Hollywood, cuando inesperadamente renuncia a su carrera para casarse en 1956 con el príncipe Rainiero III (Tim Roth) y convertirse así en la princesa de Mónaco. La historia se ambienta en plena crisis política y económica entre Francia y Mónaco, crisis en la que la actriz americana estuvo involucrada y jugó un papel muy importante.
Es una lastima que teniendo los ingredientes para hacer una buena película, todo se eche a perder por problemas entre los productores, el estudio y el director. Aunque en el aspecto visual se tengan aciertos, no deja de parecer un tele filme del canal Lifetime o Hallmark. De hecho, Princesa de Mónaco se convirtió en eso mismo al debutar en televisión a pesar de que había inaugurado en 2014 el prestigioso Festival de Cannes. Sin duda sus aspiraciones eran otras, pero hoy en día es considerada ya como la peor película inaugural de dicho festival.
Ni las actuaciones la salvan, en realidad se puede apreciar un miscast terrible. Roth, generalmente un gran actor, aquí se siente perdido totalmente y carente de toda química con su co-protagonista; Kidman, por su parte, no lo hace mal y se nota su esfuerzo, pero termina por enganchar. Ahí radica uno de los principales problemas del film, no hay enganche con el público, es fría y rígida, demasiado teatral, además que algunas actuaciones del reparto secundario son ridículas y rayan en la parodia (con poses serias y voz de villanos de caricatura).
En conclusión, Princesa de Mónaco viene a reafirmar una tradición: los biopics de hora y media de duración son insufribles y mal ejecutados.