La familia puede ser un elíxir de vida pero también un torbellino de autodestrucción. Esta segunda careta es el tema que explora Marcelo Tobar en la producción de 2014, Asteroide.
Si bien la sociedad mexicana está acostumbrada a apoyar a los seres queridos llueva, truene o relampagueé, el cineasta se detiene un momento a mostrarnos lo dañino que puede ser cuando dos personas que no deben estar juntas lo están. Sus personajes son Prometeos modernos atados a una montaña por culpa del más irrompible de los lazos, el sanguíneo.
En su segundo largometraje, Tobar narra la historia de Cristina (Sophie Alexander-Katz, a quien le escribió el papel expresamente) y Mauricio (Arturo Barba). Interpretan a dos hermanos que resguardan una tragedia pasada que aún los carcome. Después de años de separación, Cristina regresa de España al hogar donde creció, convertido hábitat y guardia de su hermano mayor y su joven novia, Elda (Sofía Espinosa).
“Quería hablar sobre la familia y las relaciones tóxicas familiares, poner un espejo frente a la familia mexicana, para que nos reconozcamos y nos demos cuenta que a veces vale la pena separarse de algunos miembros de tu familia porque te hacen mal. Quería hablar sobre cómo la gente que más quieres y más te quiere es la que más daño te puede hacer. Los personajes toman la misma decisión de todos los mexicanos: si es tu hermano, te chingas”, comentó Tobar en entrevista con Cinema Móvil.
Además, Mauricio y Cristina representan dos caras contrapuestas de un mismo árbol genealógico. Tras los hechos que los marcaron, uno decide dejarse ir; es un alcohólico en recuperación. La otra, una mujer aparentemente egoísta, ensimismada, que podría leerse como tóxica, de look fashion y uñas de salón. Cristina no tiene empacho en sacudir el mundo de su hermano ni en desestabilizar una realidad que le costó trabajo construir.
“Quería una película que no fuera maniquea, que yo no juzgara a los hermanos. Al final, Cristina es una sobreviviente. Cuando pensamos en las virtudes que se aplauden más en la gente, ésta es una virtud aplaudible; todo lo contrario de Mauricio que es más débil y la víctima de ella.»
¿Y cómo embona el título del filme en este entramado de relaciones interpersonales y cadenas perpetuas emocionales? Tobar lo explicó a través de una clara metáfora que se expone con todas su letras. Cristina es el Asteroide que llega a colisionar y remover la vida de su pasivo hermano, estancado en una zona de confort.
“Quería un título de una palabra y por ahí lo encontré. Me pareció muy pertinente. Además, que Cuernavaca fuera el lugar donde filmé la película se volvió importante temáticamente, porque es una ciudad que vivió épocas muy coloridas, es igual que la idea que tienen estos hermanos de su familia y su pasado. Ella (Cristina) regresa a su casa tratando de buscar bienestar y no lo encuentra al igual que a Cuernavaca, el narco le pasó como una aplanadora por encima”, apuntó. Son entidades desquebrajadas a la espera de su reconstrucción.
El también realizador de Dos mil metros (sobre el nivel del mar), consciente de la importancia del rimo como recurso de la narración cinematográfica, optó contar su particular colisión a través de un vaivén lento que permite respirar a la historia bajo sus propios términos, decisión que tomó en la sala de edición.
“Lo encontré en la edición pero me adapto mucho a lo que ocurre en la filmación. En el rodaje yo sentía que las acciones debían ser lentas y que debía darle tiempo a las cosas importantes. No podía forzar diálogos ni acciones para que fuera más dramático o tuviera un ritmo más convencional. Es una película que se cuenta muy tranquilamente”.
Pero Tobar también está buscando una nueva forma de contar historias dramáticas. Su próximo proyecto, Oso Polar, protagonizado por Humberto Busto, Luis Alberti y Harold Torres, se grabó enteramente a través de iPhones que le permitieron inmiscuirse de forma más orgánica en la realidad y aprovecharla dramáticamente para el armado de la cinta. Su nuevo proyecto alza la mano como la primera película latinoamericana rodada con la complicidad de la pequeña cámara de un celular que puede colocarse en los lugares más insospechados.
Por Mabel Salinas