¿Atroz se trata de la película mexicana más violenta en la historia tal y como el slogan sentencia o es simple efectismo?
Responderemos diciendo que los walk outs para las futuras funciones de medianoche en Mórbido y otros festivales no sólo están asegurados sino que serán memorables; Lex Ortega ha cumplido: malsana, incómoda, lacerante, su ópera prima le hace ver su suerte a August Underground (Fred Voguel, 2004) y secuelas.
Con Atroz, Ortega continúa eficazmente con su escalada de violencia para desentrañar – a su muy particular modo – qué se esconde en la cotidianidad citadina, qué oscuros pensamientos mantienen sus habitantes y qué pesadillas se albergan en sus hogares; dejándolo de manifiesto desde ese genial prólogo donde muestra a las alebrestadas calles defeñas como un monstruo execrable en las cuales la incertidumbre, el peligro y la muerte están siempre latentes. En ese sentido, cabe destacar que tenemos a un director con un discurso y una estética ya completamente definidos.
Ahora bien, pasemos a la segunda pregunta inevitable: ¿qué tanto aporta el haber extendido el polémico cortometraje homónimo de hace tres años, donde dos hombres le infligían todo tipo de torturas a una prostituta transexual y grababan sus tropelías con lujo de detalle? Los afectos al cine más visceral les complacerá saber que el magnificar la brutalidad de las imágenes (aquella penúltima secuencia in crescendo que incluye humillación, sodomía, castración y cierto close up demencial que, lo podemos asegurar, nadie olvidará) no sólo sirve para conocer el origen de las parafílias y los demonios de uno de los psicópatas (interpretado por el propio Ortega después que sus amigos rechazaran actuar en la película); sino desembocar en una interesante premisa la cual plantea que este personaje en realidad sólo es un engranaje más dentro de un sistema descompuesto en donde siempre existirá un depredador aún más salvaje, ello representado en la figura del judicial responsable de su captura. Queda claro que la idea grita ser explotada en próximos proyectos de este enfant terrible del gore.
Una tercera y última pregunta: ¿cómo se relaciona Atroz con el resto del universo found footage y la iconografía que en poco tiempo este impuso? Justo es decir que se localizan algunos vicios propios que inevitablemente rompen la lógica y el carácter verité pretendido (¿quién demonios editó las cintas que los peritos van hallando en la escena del primer crimen?). Empero, Lex Ortega les saca provecho inteligentemente a otras convenciones propias del sub-género como lo son las imperfecciones de las grabaciones y la poca fidelidad de las cámaras, para que los efectos sanguinolentos sean prácticos pero contundentes. Así pues, no es casualidad que el mítico Ruggero Deodato se haya animado en convertirse uno de los productores de la cinta.