Grandma de Paul Weitz es un roadtrip intergeneracional protagonizado por Lily Tomlin, quien amenaza con un regreso forzado a la pantalla. Aquí interpreta a una “abuela locochona”, cuya misión es ayudar a su inexperimentada nieta (la muy efectiva Julia Garner) a conseguir el dinero para pagar un aborto a escondidas de su madre.
El trabajo de Tomlin, no lejos de su (también lésbico y pseudo badass) personaje en Grace and Frankie, es encantador y divertido pero no deja de mostrar a una actriz poco creíble y en decadencia, ya sea por su sobreactuación, sus guiños a un coolness artificial o incluso la insistencia de la cámara de Weitz en mostrar su dizque juvenil vestuario y actitudes.
La película aterriza en territorio familiar (hay una escena en la clínica de abortos que parece copiada con calca de Juno), sólo se salvan las actuaciones de Garner como la nieta, además de los aportes de Marcia Gay Harden (su neurótica y workaholic madre), Judy Greer (amante del pasado del personaje de Tomlin), Laverne Cox y Sam Elliot (como su ex esposo).
Aunque Grandma nunca pretende ser más que una feel good movie, hubiese funcionado mejor un tratamiento más realista de sus personajes y conflictos o un director menos sentimental. Con un sentido del humor ñoño, Grandma conecta con el gran público pero le queda a deber a la audiencia que busca un drama mejor justificado o, en su defecto, la comedia ligera que repentinamente se asoma.