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cinema movil presagio copiaAsí como en la programación de cine latinoamericano que ofreció Mórbido se pudo ver un retorcido y virulento found footage (la aquí ya reseñada Atroz), una disparatada farsa que mezcla abducciones extraterrestres y narcotráfico (OVNIS en Zacapa) o un vigilante film en la mejor tradición de los años setenta (Toro Loco Sangriento); también existió la oportunidad de encontrarse con propuestas más íntimas y cuya creación no siguió un proceso ortodoxo. Tal es el caso de Presagio, la atractiva ópera prima del argentino Matías Salinas.

Presagio es un singular y complejo thriller, un verdadero tour de force entre un escritor acosado por la misteriosa presencia de un hombre que oculta su rostro bajo un paraguas, el cual lo obliga a terminar un nuevo libro en torno a un cazador; y su psiquiatra, el encargado de descubrir si esta imagen es real o producto del duelo por la muerte de su esposa en un accidente automovilístico. Ello en una historia donde presente, pasado y los pasajes oníricos se funden intrigantemente.

“Principalmente se trataba de seguir visualmente a un personaje dentro de un delirio que tenía en su cabeza. El proceso fue intuitivo, primero escribí todos los flashbacks por separado, me venían imágenes a la mente y yo quería filmarlas, sentía que en algún momento iban a tener sentido. Grabé esas imágenes con una cámara Mini DV y un equipo reducido, y ya con ese material desarmé el rompecabezas, en el cual las piezas de en medio son las escenas del consultorio para las que escribí un guión. Me han llegado a decir que es como un documental porque trabajé a partir de un material ya establecido y me pareció bastante interesante el estar saltando de un estado de ánimo a otro, donde el personaje te conmueve o te parece un hijo de puta”, explicó en entrevista el director.

“Yo quería generar un contraste para de alguna manera plasmar el desequilibrio que esta persona tiene. Que las secuencias del consultorio fueran más clásicas, rudimentarias, prolijas, más técnicas en lo cinematográfico con cámara fija y encuadres tradicionales; en cambio la otra parte que fuera más frenética, experimental, con cámara en mano todo el tiempo y vista desde un punto subjetivo.»

Cabe comentar que para la primera etapa de Presagio (uno de los proyectos que surgieron de la segunda edición del mercado Blood Window el año pasado), Salinas se dedicó a rescatar formatos que por el avance vertiginoso de la tecnología prematuramente se convirtieron en obsoletos.

“Con mí búsqueda estética de alguna manera quise remitir al imaginario del Super 8, desde el grano, la imagen más cruda, como si fuese un padre que registra a su esposa, su hijo y sus recuerdos. Finalmente, él grabó esas imágenes con su mente, ¿por qué debería de estar técnicamente perfecto? Pero por otro lado, se trata de una cuestión de practicidad, y lo que yo tenía al alcance de mis manos en esos momentos era mi camarita Mini DV con la que había hecho mi cortometraje anterior, no quise limitarme, no quise buscar algún subsidio. La verdad es que si yo no hubiera tenido ese arrebato, ese empuje de jugar a que estaba haciendo una película quizás no estaría el día de hoy presentándola acá.»

cinema movil matias salinas

Ese mismo método de trabajo originó de algún modo que Presagio terminara siendo protagonizada por Javier Solís, primo del realizador (cuya experiencia como actor era nula), y que a la postre estuviera involucrado en la producción y otros trabajos dentro del set junto a amigos y otros familiares.

“Me parecía que era interesante descubrir algo nuevo en él, era una experiencia rara. Realmente corrí bastante riesgo, fue una locura total pero él también aceptó ese desafío. Trabajamos de una forma desgastante con un director de teatro amigo mío para que lo preparara, y estuvimos rodando muchos días en condiciones que no siempre eran las mejores. En cambio Carlos Piñeiro ya es un actor profesional que viene del clown, más físico, tiene una cara de loco. Cuando los senté a los dos en el set, Javier estaba tenso, cerrado, mientras que a Carlos lo teníamos que controlar porque si no se ponía a bailar flamenco en el escenario. Ese contrapunto generaba tensión y me gustó.»

Al tener como uno de los temas centrales la misma creación como entelequia (ese libro cuyo final parece inasible que inclusive provoca en un par de ocasiones que el protagonista destruya la obra), resulta natural saber cuántos rasgos personales se encuentran al interior de la cinta.

«La película nunca fue pensada como autobiográfica, por lo menos no conscientemente aunque igualmente soy obsesivo, y que de alguna manera me identifiqué con el personaje a medida que fui trabajando en la post-producción. En la primera parte del rodaje éramos sólo 4 personas, después se sumó mucha gente que yo no podía creer. Terminamos de filmar y quedé yo sólo. Cierto, estaba Miguel Spinelli en la música que es un factor importantísimo, pero en sí me tuve que hacer cargo de la película, entonces fue un proceso muy pesado, denso, traumático de alguna manera porque fue mucho tiempo estar solo, encerrado. Sentía la presión, no sabía cómo sacar la energía. Básicamente sentía que tenía a un Hombre del Paraguas que me decía ‘¡Termina la película!’ Y bueno, aquí estamos.»