Una fuente inagotable para el cine de terror han sido aquellas noticias de asesinos seriales, quienes por años cometen crímenes de la más subversiva naturaleza e inspiran a guionistas y directores para crear filmes que llegan en ocasiones a la categoría de culto, como fue el caso de Ed Gain para Psycho (1960) y The Texas Chain Saw Massacre (1974).
Sin embargo, hay veces que este tipo de asesinos gustan de trabajar en pareja, haciendo eco del dicho «dos cabezas piensan mejor que una» se vuelven una amenaza imparable al combinar sus particulares habilidades. Por ello, el séptimo arte ha retomado algunas historias verídicas y, a la usanza de cada director, han plasmado de modos que van del sofisticado al slasher el peculiar modo de amarse de las siguientes duplas, entre besos, sábanas, sangre y armas blancas.
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Deborah y Charles Rosenblad en Suburban Nightmare (Jon Keeyes, 2004)
Este feliz matrimonio de asesinos seriales tiene una crisis de pareja, lo que influye en que pasen de querer matar prostitutas, a ansiar degollarse mutuamente; esto deambula entre un soft porn sadomasoquista con mucho, mucho humor negro.
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Paul y Karla en Karla (Joel Bender, 2006)
Inspirada en la historia real de Paul Bernardo y su esposa Karla Homolka, una pareja canadiense que violó y asesinó a varios jóvenes. El caso estremeció de un modo muy profundo a la población canadiense, a un punto que ninguna persona de aquél país quiso participar en la cinta.
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David y Rosemary Bower en Dolls (Stuart Gordon, 1987)
Durante una tormenta, un grupo de personas se refugia en una mansión, en la que habita una pareja de ancianos que hace juguetes, pero estos tienen vida y gustan de asustar, azotar y mutilar a los huéspedes. Momento priceless: el ataque a la Revenant de un oso de peluche gigante con colmillos.
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El papá y la mamá en The People Under the Stairs (Wes Craven, 1991)
Un grupo de personas irrumpe en una casa, empujados por la curiosidad sobre lo que se dice de ella y la intención de encontrar algo de valor, sólo para toparse a un matrimonio que retiene a varias personas debajo de las escaleras. Craven (QEPD) se inspiró en una historia real, sobre un grupo de ladrones que allanó una mansión y encontró a varios niños en el sótano, encerrados por sus padres.
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Johnny Bartlett y Patricia Ann Bradley en The Frighteners (Peter Jackson, 1996)
La capacidad de Frank Bannister para hablar con los muertos le lleva a toparse con una peculiar pareja que se ama entre la vida y la muerte: el espíritu de Johnny Bartlett y Patricia Ann Bradley, su novia aún en vida que le ayudará a terminar la masacre que lo llevó a la cadena perpetua.
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Robert y Betty en Nekromantik (Jörg Buttgereit, 1987)
Esta pareja no sólo comparte el gusto por la necrofilia, sino que llevan esta práctica hasta sus últimas consecuencias. El director dijo alguna vez que no pretendía ser un cineasta, sino más bien desafiar al sistema de clasificación alemán haciendo una película lo más perturbadora posible. Entre tantos cadáveres y eyaculaciones con sangre, podemos decir que lo logró.
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Pumpkin y Honey Bunny en Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994)
La pareja de ladrones que protagoniza el inicio y final del segundo largometraje de Tarantino, va de un extremo a otro en todo momento: del cuchicheo al planeo de asaltos a bancos, de los apodos cursis a los gritos histéricos y control de rehenes. Dichos personajes fueron escritos pensando específicamente en Amanda Plummer y Tim Roth.
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Mickey y Mallory Knox en Natural Born Killers (Oliver Stone, 1994)
No hace falta decir mucho de este par, interpretado magníficamente por Woody Harrelson y Juliette Lewis, que puede casarse en un puente improvisadamente y besarse con la misma pasión con la que provocan una riña, sólo por el gusto de asesinar a alguien.
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Eve y Adam en Only Lovers Left Alive (Jim Jarmusch, 2013)
La pareja de trágicos amantes, que dieron una buena refrescada muy al estilo de Jarmusch en cuanto al concepto del vampiro, rescata una faceta casi olvidada de aquél romance que está dispuesto a rebasar las barreras del tiempo y la distancia para ser cumplido; todo de un modo exquisito y sutil, pero violento a su modo.
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Bonni Parker y Clyde Barrow en Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967)
La historia de esta pareja que aterrorizó y fascinó a Estados Unidos en la primera mitad de la década de los treinta ha inspirado más de una decena de cintas, siendo esta la más exitosa. Pionera de las road movies y el cine de gángsters (cuyas reminiscencias se hacen notar en Thelma & Louise, por ejemplo), muestra a una de las parejas más encantadoramente letales del cine.