Los biopics deportivos suelen ser historias emocionantes, con claros mensajes de superación. Generalmente los atletas retratados son estrellas de deportes con mucho reconocimiento, como futbolistas, basquetbolistas y sobre todo, boxeadores. Para cambiar un poco el modelo común, llega a las pantallas el biopic de Bobby Fischer (Tobey Maguire), quien es un atleta, aunque de un deporte no muy popular: el ajedrez. Contrario a lo que se podría pensar, la mezcla de un actor en capa caída con la historia de un ajedrecista que pasó a la historia, da como resultado una interesante cinta.
Aquí se narra la historia de la preparación y del legendario duelo por el campeonato del mundo entre Fischer, campeón de ajedrez norteamericano, y el campeón soviético Boris Spassky (Liev Schreiber). El enfrentamiento, que tuvo lugar en Islandia en 1972, durante plena Guerra Fría, fue mucho más que un conjunto de partidas de ajedrez para conquistar un campeonato; ya que todo el mundo estuvo pendiente del resultado y para ambos países significaba algo más que una victoria de sus representantes.
El director Edward Zwick, mejor conocido por Blood Diamond (2005), Legends of the Fall (1994) y Glory (1989), cuenta verdades a medias y ajusta los hechos históricos en aras del entretenimiento, la conveniencia de sus productores y del país de donde procede la producción. Esto queda claro en el retrato que se nos presenta de la Guerra Fría.
Además de la atinada dirección, se debe destacar el trabajo de sus actores. Maguire nunca ha desbordado talento, pero en esta ocasión construye un buen personaje, que aunque no está tan bien delineado desde el guión, logra causar en los espectadores diversos sentimientos tanto positivos como negativos hacia él. Por su parte, Schreiber, uno de los actores más infravalorados del panorama actual, se siente un poco desperdiciado, ya que no le dan la profundidad que merecía. Por último tenemos a Michael Stuhlbarg y Peter Sarsgaard, quienes son el balance perfecto para Maguire en diferentes momentos de la historia.
En conclusión, Pawn Sacrifice (La Jugada Maestra) es un biopic deportivo que tiene todos los clichés, errores históricos y sentimentales propios del género, pero que está bien dirigido y actuado. Además, presenta una historia diferente e interesante a lo que estamos acostumbrados en este sub género; tal vez hubiese sido más eficaz un relato centrado en la frágil mente de Bobby Fischer y todas sus paranoias, la parte política de la época o incluso en la caída del ajedrecista.