Reggie y Ronald Kray son gemelos. Ambos son respetuosos con su madre y dueños de un exitoso club nocturno en el East End londinense de los años sesenta. Su relato, a más de 50 años de distancia, es digna del título de la película en la historia popular de la ciudad inglesa. Aunque el nuevo filme de Brian Helgeland (ganador del Oscar por el guión de L.A. Confidential) adorna la leyenda alrededor de los Kray con una fotografía y diseño de producción excepcionales que nos recuerdan el glamour y la asepsia de la época, ni el respaldo de Walt Disney en su distribución es impedimento para que el director exhiba con gusto y poca restricción los detalles violentos de la misma.
Reggie es el más reservado de los hermanos Kray. Aquí, interpretado por un Tom Hardy sin maquillaje y de impecable apariencia, Reggie es el eje conductor y el corazón de la película. Apenas lo conocemos, es fácil entender que se trata de un hombre sensible tratando de enmendar el camino. Pero aunque sus actos dicten lo contrario, pronto entenderemos por qué su historia es interesante. Reggie tiene un hermano homosexual llamado Ronald, también interpretado por Hardy (con acento Cockney incomprensible gracias a una horrenda quijada) y recién liberado de una institución psiquiátrica, hambriento de volver al mismo camino que su gemelo intenta enderezar.
Los hermanos gemelos son quizá los mafiosos más poderosos en su país, los dos atendían un club nocturno del que eran dueños como fachada para operar una red gangsteril que los llevó a coquetear con la mafia de Las Vegas y a convertirse en los más temidos de la región. Chantajes a hacienda, compra de jueces y operaciones amañadas, no había mal camino que los Kray no hubieran tomado. Si bien Reggie parecía haberse librado del lastre que Ron representaba antes de ser arrestado y llevado a una institución mental, su salida pronto amenaza sus buenas intenciones, de las destaca su romance con Frances Shea (Emily Browning).
“¿Te gusta ser un gángster?”, le pregunta Frances a Reggie cuando éste la lleva por primera vez a su club nocturno. “Me gusta el dinero y el respeto”, responde en su primera cita, donde como si un homenaje a Scorsese se tratara, somos presentados al mundo de los Kray de la mano de Frances, en un plano secuencia que nos lleva con ellos desde la puerta y a través del club hasta la mejor mesa del lugar.
Naturalmente, la re aparición de Ronald en el mapa complica la relación entre Reggie y Frances. La cercanía de los hermanos pronto obliga a Reggie a coquetear con volver a su pasado criminal pues, a final de cuentas, la sangre y la lealtad familiar resultan en una poco admirada virtud dentro de su código ético. Aunque el dilema existencial de Reggie, salpicado de un humor cínico y momentos de violencia estilizada que recuerdan de inmediato a un joven Guy Ritchie, es lo suficientemente fuerte para que el guión de Helgeland nos mantenga interesados, las verdaderas estrellas de la película son Tom Hardy y Tom Hardy.
Objeto también de la noventera The Krays (protagonizada por los hermanos Kemp y nominada al BAFTA), la historia de los gemelos se hace más fascinante gracias a la grandilocuencia de Hardy quien, más reservado como Reggie pero completamente descarriado como Ron, hace lucir su talento.
No obstante sus esfuerzos por hacer una conexión emocional entre los hermanos (y hasta física en una impresionante escena donde los Kray luchan cuerpo a cuerpo), Legend (Leyenda) resulta una superficial película que glorifica la figura de estos criminales sin realmente ser explícita en las razones por las cuales lo hace, impidiendo que Helgeland ahonde más en sus personajes, la ambivalencia de sus caracteres o su inescapable dependencia a la violencia y la ilegalidad.