*Spoilers*
Uno pensaría que es difícil para una serie como The Walking Dead continuar dando buenas sorpresas. Bueno, de hecho lo es, pero aún más admirable es que, después de algunas temporadas flojas y episodios que no decían nada y difícilmente llevaban a alguna parte, pueda redimirse en medio del horror, drama y suspenso para entregarnos una magnífica temporada que vuelve con una segunda ronda de episodios; entre los que indudablemente recordaremos a este, «No Way Out», como uno de los mejores de toda la serie.
La serie combate en esta temporada muchas situaciones predecibles forjadas en años anteriores. Una de ellas se da al inicio del episodio, cuando The Saviors (los sobrevivientes antagónicos que tienen al anteladísimo Negan como su líder) hacen frente a Daryl, Abraham y Sasha en medio de la carretera. En vez de recurrir a un secuestro que se prolongaría durante varios episodios, y en el que ya nos imaginábamos largas sesiones de mitos y verdades entre el grupo de Rick y el de Negan, todo empezó y terminó (de cierta manera) ahí, cuando el letal Daryl logra hacerse de la bazuca que transportaban en la parte posterior del camión y hace volar por los aires al grupo de motociclistas. Hay suspenso, intimidación, cierto humor negro y es la carta de welcome back por parte de la serie.
Por otra parte, desde la reseña del episodio ocho de esta temporada les comentábamos sobre la anticipadísima metida de pata que se veía venir con Sam, el hijo de Jessie. Seamos sinceros sobre lo siguiente: Rick se tocó el corazón dejando que Sam les acompañara, y espero no haber sido el único que exclamó en voz baja «¡por fin!» cuando le devoran parte del rostro. Sin embargo, esta secuencia es apabullante; es decir, ¡Rick pierde tanto en tan poco tiempo! La esperanza de una vida tranquila al lado de Jessie, y el recuerdo de ella, son aniquilados en esos magníficos segundos a rojo y escala de azules mientras corta el brazo de su otrora amante. Además, la cereza en el pastel es el suspiro que apenas alcanza a soltar Carl mientras cae de rodillas. «Dad?».
A diferencia de otras secuencias donde personajes medianamente importantes (que no queridos) mueren, esta se caracteriza por ser un quiebre interno para Rick y, parcialmente, para Michonne. Nada volverá a ser igual para el policía, aunque quizá ese aquelarre de decapitaciones al final del episodio ayuda a compensar su fé en los sobrevivientes restantes.
Dos personajes que parecieran ir cobrando un gran protagonismo son Denise, la asombrosa médico amateur, y Enid, la tristemente chica huérfana pretendida por Carl. En el primer caso, nos asombra cómo, combatiendo todo nerviosismo y apenas rasguñando los que podrían ser sus últimos segundos en vida, Denise logra escapar del Alpha Wolf (por quien tuvimos simpatía en un breve lapso), recuperar la serenidad y lograr atender, fría y calculadora, a los heridos de Alexandria. En el segundo caso, Glenn logra hacer eco del aprendizaje adquirido de veteranos como Hershel y Dale y hace que Enid vuelva en sí y se convierta en un miembro de valor para la comunidad, y específicamente para ayudar a rescatar a Maggie.
En unos segundos menos trascendentes, vemos cómo la tensión entre Carol y Morgan se atenúa, y ¡por Dios! Vemos a Gabriel recitar sus primeros diálogos coherentes en casi dos temporadas: «Dios nos dio el coraje para salvarnos a nosotros mismos.» No, no es que nos volviéramos al lado religioso, sino que dada la deshumanización que se esparce como virus entre los personajes, es una frase que resume lo logrado por los habitantes de Alexandria: dejar de depender en una persona – a quien casi daban por deidad – como Rick, y trabajar junto a él para sobrevivir.
Después de la orgía de armas blancas y cuerpos putrefactos, y el oportunismo poco creíble del rescate de Daryl, Sasha y Abraham, vino un final que más allá de esperanzador, resulta a la medida de lo que pueden esperar los sobrevivientes de la comunidad. Se mostraron a sí mismos que están preparados para enfrentar amenazas de gran escala, sin duda algo necesario ahora que Negan se comienza a hacer presente.
«No Way Out» se asemeja al bazucazo lanzado por Daryl al inicio del episodio: explosivo, inesperado y cuando pretendemos tomarnos un tiempo para digerir una muerte, ocurre otra, y otra. Pareciera que The Walking Dead entendió la molestia de los espectadores de esperar 40 minutos de un episodio plano y poco significativo sólo para ver los últimos tres minutos, que eran los importantes por los plot twist que daban. En esta ocasión, no hay ningún segundo desperdiciado.