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cinema movil minotauro“Casi todas las películas mexicanas me dan ganas de vomitar, así que quizá mi opinión del cine mexicano es irrelevante. Cada vez sé menos e incluso me interesa menos el estado de la industria del cine en México. En términos generales, diría que lo que llamamos industria del cine mexicano es un inútil despilfarro de dinero. Se hace muy poco cine con ideas. No entiendo la necesidad que exista una industria. Lo industrial homogeniza y en el arte habría que celebrar la diversidad. En el cine todos hacen todo igual. Escriben su carpeta igual, su sinopsis de media página, su tratamiento de ocho páginas su guión de a página por minuto, su presupuesto igual, sus seis semanas de rodaje, su Red, su Alexa, su tráiler, todo igual….Los fondos de escritura, de producción, de investigación, etcétera, tienen lineamientos tan acartonados que definen el tipo de obra que se genera. Más allá de eso, me parece que las preocupaciones formales cinematográficas de la mayoría son muy similares. Todo el panorama es un poco ñoño.»

Publicadas en el número uno del Diario FICUNAM 2016 (24 de febrero), estas son palabras de nuestro petit auteur Nicolás Pereda quien por quinto año – y cuarto consecutivo – formó parte de la programación del festival, esta ocasión con el double feature integrado por Minotauro (en la sección Ahora México) e Historias de Dos que Soñaron (en la Competencia Internacional), con las cuales prosigue con sus filias ideal para nuevas críticas de prosa impostada: el juego ambiguo de representaciones entre actores y personajes, la repetición como entelequia y la concepción de la ficción misma por encima de la historia y sus rudimentos.

A esta disquisición grandilocuente y por demás cínica en torno a un modelo aparentemente enquistado y aburrido de hacer cine – donde inclusive la última frase espetada por Pereda la usaría el diario como una suerte de mantradurante el resto del festival -, se sumarían en los días subsecuentes las voces de otros directores que participaban en el mismo, como Yulene Olaizola y Rubén Imaz (Epitafio) quienes no perdieron la oportunidad de erigirse como parte de una generación salvadora de autores en resistencia contra un futuro idiotizado, heredera cuasi secular del muralismo; Bruno Varela (Placa Madre) el cual utilizó el espacio para quejarse acerca de cómo la burocracia del IMCINE impidió que su filme anterior Tiempo Aire se pudiera exhibir en La Habana como muestra de la invisibilidad que recibe el cine regional, en ese caso el oaxaqueño; Pedro González-Rubio (Ícaros) que señaló el rezagó de las políticas en la televisión pública con respecto a la producción del género documental en su vena más personal; y Pablo Chavarría Gutiérrez (Las Letras) quien aprovechó su formación como biólogo para escribir una serie de metáforas inspiradas aunque estériles para hablar de la manera en que los organismos-película con su genotipo-fenotipo se burlan de los unívocos en la academia, el festival y la crítica. Dichas opiniones se pueden leer íntegras, aquí.

No creo que sea necesario elaborar numerosos ensayos de gran aliento acerca de la poética del cine para aprehender lo evidente (me da la impresión que más de un integrante de esta camada de la crítica independiente-alternativa-joven se ha visto rebasada por el personaje que necesita escribir siempre epifanías y devaneos acerca de la crítica misma). Esa urgencia de permanecer ajenos a lo homogéneo, lo institucionalizado y lo estructurado, irónicamente se contrapone con el hecho de que todos al final de cuentas dijeron exactamente lo mismo, usaron las mismas palabras, las mismas analogías, las mismas quejas, las mismas conclusiones, obviando así las propuestas reales y sobre todo una aproximación al cine que cada uno está realizando. Otra ironía: todos le adjudicaron un grado de responsabilidad a la prensa de que sus respectivas obras no formen parte del imaginario colectivo, por los lugares comunes, las categorizaciones y banalidades que empleamos; pero estos cayeron en otros clichés: que si los records taquilleros implantados por Derbez, que si Twitter, que si Azcárraga. Si estos directores son incapaces de expresarse con elocuencia ya sea en escrito o en las sesiones de Q&A de sus propias películas, ¿en dónde comienza nuestra complicidad?

cinema movil nicolas pereda

El caso más incongruente y hasta hilarante es obviamente el de Pereda. Después de todo, se está hablando de un director que, muy a su pesar, también se rige por un esquema predecible. También ha financiado sus películas con dinero gubernamental, su sempiterna distribuidora edita tráilers para promocionar sus filmes (anti-climáticos, minimales, pero finalmente tráilers), tiene una metodología de escritura, aunque esta se encuentre al servicio de simples escaletas, y bueno, como se pudo atestiguar durante la semana que duró FICUNAM, los intereses formales son más bien anquilosados. Por supuesto, hay que ser demasiado caradura para escribir esas líneas contra la industria y días después aceptar un premio de $100,000 que el festival universitario le otorgó gracias a Minotauro con su trío de jóvenes desencantados que padecen una misteriosa narcolepsia, la cual fue reconocida como mejor película mexicana. No dudo que sus defensores más recalcitrantes, aquellos que encuentran un enigma a descubrir inclusive en sus planos más chambones, vean aquí en realidad una inteligente auto-crítica, el último acto de rebeldía.

Más allá de la infantil animadversión hacia la industria por parte de esta generación, ¿qué queda? ¿Dónde está la vanguardia, la sorpresa, el riesgo por el que ha apelado el festival desde su creación? Es completamente entendible que uno de los elementos que construyen la identidad de cualquier festival es su vocación para descubrir nuevos nombres e impulsar carreras. Empero, se vuelve notorio que existe un estancamiento cuando esos nombres ya crean una suerte de monopolio. Ocho de los catorce directores que participaron este año en las tres secciones competitivas de FICUNAM, han estado presentes con anterioridad.

¿Y las preocupaciones temáticas? Si bien Pedro González-Rubio en su texto ya comentado concluye que “…en cuanto a los temas se refiere, la soledad suele ser un punto en común de nuestras obras, una circunstancia que refleja la obsesión común del autor mexicano y que sigue explorando desde hace décadas….”; lo cierto es que existe una reincidencia en otros tópicos.

Ahí está por ejemplo Los Herederos de Jorge Hernández Aldana con su cuarteto de adolescentes pertenecientes a una clase social privilegiada acostumbrada al ocio, las relaciones de poder, la violencia, la crueldad, la misoginia y la impunidad, la cual no dista mucho de Los Muertos (de Santiago Mohar Volkow) con ese otro grupo de jóvenes adinerados que reniegan de vivir en un país tan execrable como el nuestro, al tiempo que transitan de fiesta en fiesta, la cual fue programada apenas el año pasado. Denuncias implícitas desde sus títulos mismos, con un estilo ominoso aunque exentas de contundencia dramática y que inclusive terminan siendo sensacionalistas.

O ahí está también Pozoamargo de Enrique Rivero, con una premisa que a estas alturas del partido ya se ha vuelto auto-paródica: el hombre cincuentón quien viéndose abrumado por una culpa (en este caso el temor de haber infectado a su mujer embarazada con una enfermedad venérea) escapa de la ciudad a una zona rural perdida, en donde el encuentro con una atractiva mujer varios años menor que él y con un anciano benefactor que carga sus propios demonios, hará eventualmente que cambie su perspectiva hacía su búsqueda interna. No falta entonces el intento fallido de suicidio, la masturbación angustiosa, la iglesia y las connotaciones religiosas, el sacrificio de un animal en tono semi-documental, el periplo por el inabarcable espacio natural retratado en virtuosos planos panorámicos…

Por su parte, tres de los cuatro estrenos mundiales que este año albergó FICUNAM, están ligados por el tema de la memoria. Un trío de de filmes entre el documental, el videoarte, el cine experimental, y, llamémosle así, el found footage arty. Casi Paraíso de Pablo Narezo es la enésima película mexicana que tiene como materia prima a la familia del propio realizador. Lo que en un principio parece una intrigante vuelta de tuerca al tópico con unas viejas cintas caseras extraviadas, una extorsión por parte de un inmigrante africano y el regreso del director al país después de diez años residiendo en Hamburgo; termina siendo una sucesión de imágenes con montaje caprichoso donde caben la muerte de su abuela, Ayotzinapa, la Semana Santa en Iztapalapa, un viaje por tren y una explicación imbécil acerca de la recuperación de aquellas cintas.

cinema movil mientras se busca al diablo

Mientras se Busca al Diablo de Diego Gutiérrez y Danniel Danniel ya de plano es un descaro, una suerte de instalación donde se presencia in situ la edición-intervención azarosa y caótica de las 100 horas de grabación que dejó el viaje del artista contemporáneo holandés Kees Hin por Europa, el sudeste asiático y México durante una década, para preguntar a hombres y mujeres de estratos, creencias y culturas variopintas su concepción acerca del demonio (entre ellos, a la madre del director Diego Gutiérrez, protagonista de Retratos de Familia, perteneciente a la moda del documental autobiográfico solipsista). No es de extrañar pues, que la duración, velocidad, sentido y lógica de las imágenes vayan cambiando conforme la misma película siga su curso. Por último, la ya citada Placa Madre se presenta como una singular obra de ciencia ficción sin los efectismos comunes del género, en torno a una mística pero olvidada región boliviana en la cual, sus monolitos, cuevas y escasa vegetación guardan historias y secretos milenarios, a los cuales alguna vez trató de acceder el director. Uno de los últimos sobrevivientes de la región convertido un guía de habla difusa, y una colección de escenas donde el cineasta distribuye en una mesa todo tipo de dispositivos anacrónicos, van minando el interés del relato.

Viajes, escapes y antiguas cintas caseras también se encuentran al comienzo de Ícaros con su envejecido hippie-chamán-nudista catalán en eterno trance con ayahuasca, quien en su juventud a mediados de los años setenta desertó del servicio militar para refugiarse en el corazón de la selva costarricense y mimetizarse con la naturaleza como ya ocurría con Alamar e Inori, las cintas anteriores de Pedro González-Rubio, ello en un documental sensorial que para bien y para mal se solaza en sus imágenes onírico-psicodélicas más que estar preocupado en interiorizar al personaje.

Exilios, una familia y grabaciones que documenta tiempos mejores, también aparecen en Parque Lenin ópera prima de Itziar Leemans y Carlos Mignon, con su trío de hermanos cubanos que lidia cada quien a su modo el luto por la muerte de su madre, uno de ellos mudándose a París buscando ingresar a un conservatorio musical al tiempo que intenta entender las inflexiones propias del francés; los otros dos añorando en casa ese último día que estuvieron juntos en el centro de diversiones de La Habana que hace alusión el título, en un filme acerca de anhelos, afecciones y orfandad, que por desgracia se decide por yuxtaponer escenas de manera no lineal, que expone a los personajes, pero no crea en algún momento un vínculo empático o íntimo con estos.

Ahora, si se va a hablar de radicalidad como cualidad, Las Letras me parece, era más meritoria de un reconocimiento. El sonado caso del profesor y activista tzotzil Alberto Patishtán, quien cumplió una condena de 13 años acusado arbitrariamente del asesinato de un grupo de policías, sirve al director Pablo Chavarría Gutiérrez como punto de partida, alejándose de los elementos propios del documental (exposición cronológica del caso, testimonios, recreaciones, uso indiscriminado de material de archivo, letreros informativos…); para imaginar qué ocurrió en el exterior durante ese tiempo, cómo la vida circundante simplemente siguió su orden natural. Cierto, ese flujo de de ideas y abstracciones en más de una ocasión están ahí para elucubraciones inútiles (esa interminable escalera que sube un cuarteto de niños en un plano secuencia que se antoja imposible puede representar la justicia que nunca llega, el globo amarillo que recorre un río puede simbolizar la libertad…o tal vez no signifiquen en realidad nada); sin embargo viendo en retrospectiva los catorce títulos nacionales, al menos es notoria cierta vocación de experimentación, de cambio.

cinema movil ficunam 2016 copia

Finalmente, Epitafio del tándem Olaizola-Imaz es una atípica película de época, aunque influida de un sucedáneo espíritu herzogiano. La expedición que en 1519 realizó Diego de Ordaz acompañado de dos soldados por el Popocatepetl buscando una ruta estratégica para la entrada del ejército conquistador hacia Tenochtitlán, así como para abastecerse de azufre para la fabricación de pólvora; sirve para un apabullante ejercicio visual, con una fotografía que va mutando conforme se va degradando la cordura, la fe y el raciocinio de los personajes….pero no más que eso.

Cierto, la sección es sintomática de los tiempos que corren. Pero en esta no vi, por ejemplo, una gozosa comedia del absurdo como la rumana El Tesoro (de Corneliu Porumboiu) o la conjura de la historia reciente de un país a partir de la fantasía más cándida como en el tríptico portugués Las Mil y una Noches (de Miguel Gomes), dos posturas originales de abordar el mismo tema: la crisis económica europea.

La relevancia de FICUNAM en el horizonte queda clara: sus impredecibles retrospectivas y rescates de esos grandes maestros que pocos se habían enterado que lo eran. Pero también la inclusión de títulos insólitos verdaderamente interesados en los límites del lenguaje sólo para transgredirlos (Samurai-S o El Blues de Kaili o Mortífera) o que juegan a placer con los géneros (Un Piso Más Abajo, TAG, John From, Boris sin Béatrice). ¿Qué le depara a Ahora México? ¿Se podrá reinventar para dar a conocer nombres poco viciados? ¿Es buen momento de hacer caso a la sugerencia del siempre estimable crítico Ernesto Diezmartínez y eliminar la sección, usar un filtro riguroso y repartir lo más representativo en el resto de las secciones? ¿O tendremos que seguir atestiguando cómo ganan los de siempre?