La esencia del cine de Woody Allen es una de los más reconocibles a primera vista, aunque hay ocasiones en las que esto juega en contra del propio director neoyorquino como es el caso de Un Hombre Irracional (Irrational Man), el más reciente filme que a pesar de contar con un reparto de primera y una historia nada despreciable, llega a ser como esas golosinas de las que uno gusta pero, si se consume en demasía, llega a empalagar.
Joaquin Phoenix es el encargado de personificar al nuevo alter ego de Allen en el papel de Abe, un reconocido profesor de filosofía que arriba a una universidad en Rhode Island como todo un rockstar debido al prestigio que ha adquirido por sus trabajos y su éxito con las mujeres, además de su fama de alcohólico; sin embargo, es un hombre prácticamente muerto por dentro debido a la falta de un verdadero propósito en la vida, por lo que al conocer a la hermosa estudiante Jill (Emma Stone) es que comienza a tener esperanza, la cual se ve concretada cuando al fin halla la manera de darle racionalidad a su vida mediante un irracional acto de justicia.
Hablando de la historia, nos resulta atractiva aún cuando su argumento se asemeje a otros filmes de Allen como Match Point (2005) y Cassandra’s Dream (2007), que a su vez se basan – en distinta medida – en la novela Crimen y Castigo de Fiódor Dostoyevski. Sin embargo, el verdadero problema no radica ahí, sino en una fórmula que, por más que nos duela admitir, comienza a cansar.
Una idea que ha sido reforzada en la mayor parte de la filmografía del director es la tragicómica ecuación que nos dice: a mayor sabiduría, mayor el sufrimiento, y al tratarse de un erudito de la filosofía como es el caso de Abe, es uno de los momentos más válidos para que esta ideología emerja a diferencia de otros filmes donde el personaje woodyallenesco simple y sencillamente enloquece. Es decir; al no hallar punto de referencia para continuar con su vida en la racionalidad a la que estamos habituados, acude se desprende pragmáticamente de lo que conocemos como justicia civilizada en una búsqueda existencial. Punto a favor.
No obstante, no hay novedad en la instrumentación del filme, que si bien nunca pretende salir de su enfoque cómico-absurdo (en el mejor de los sentidos), carece de momentos climáticos, y en su hora y media de duración prácticamente recae en Phoenix y Stone el peso de toda la cinta, a lo cual, si añadimos que no se logra una química tan atractiva entre ambos, resta puntos a un filme que podría haber dado más de que hablar.
Un Hombre Irracional parece por momentos una especie de El Mundo de Sofía llevado al cine, y es uno de sus aciertos entre otros elementos que el director neoyorquino ha venido manejando en medio siglo de su quehacer cinematográfico. Empero, otros recursos se sienten demasiado vistos y no logran la mejor obra de Woody Allen, como el mismo personaje de Abe quien ni Phoenix con la ayuda de Stone logra dinamizar. Si han visto un par de cintas del director probablemente disfruten del filme por su inteligente y disparatada historia (sí, ambos adjetivos caben en la misma oración). No obstante, si son fans, saben muy de antemano lo que irán a ver.