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Nos encontramos justo al término del primer fin de semana de la edición 69 de Cannes y hasta el momento no se ha manifestado un único título dentro de la sección oficial que logre uniformar la opinión de críticos y público. Por supuesto que se han proyectados cintas que han llamado la atención, tales como:

Toni Erdmann

La película que ha cautivado a la mayoría de los asistentes aunque ha fraccionado a algunos especialistas. Se trata de la tercera cinta del alemán Maren Aden, la cual aborda la tempestiva relación entre Winfried Conradi (Peter Simonischek) y su treintañera hija Inés (Sandre Huller), quienes poseen un vínculo particular fusionado principalmente por sus respectivas personalidades vehementes.

A pesar de la complicada temática, la historia está acentuada con un peculiar sentido del humor que permite al espectador penetrar en ese característico lazo padre-hija, cuando Winfried decide sorprender a Inés durante un fin de semana con una súbita visita, mientras la hija está inmersa en sus exitosos asuntos laborales.

El nexo que el padre quiere restablecer con Inés deriva en una hilarante última hora en donde los personajes llegan hasta las últimas consecuencias. La película es divertida y entrañable, salvo el factor que tiene una duración de 2 horas y 45 minutos, extensión innecesaria en un relato con estas características; sin embargo es de lo mejor que se ha proyectado en la sección oficial.

I, Daniel Blake

Idiosincrásico trabajo de Ken Loach, realizador consentido de los programadores del festival e incluso ganador de la Palma de Oro (por The Wind That Shakes The Barley).

Pareciera improbable que un director de casi 80 años  de edad pueda seguir entregando sus denuncias cinematográficas con tal continuidad y efectividad.

Un carpintero con problemas de salud trata de mantener sus prestaciones sociales aún con los habituales contratiempos burocráticos que tiene que superar, a la par que entabla una amistad con Katie (una espléndida Hayley Squires) y sus dos pequeños hijos, quienes arriban a Londres sin dinero y expectativas. A estos personajes los une la desesperación de vivir en una entidad donde la burocracia y la falta de oportunidades laminan a la sociedad.

La película presenta secuencias dramáticas contundentes, que algunos ingleses han criticado como desmesuradas, sin embargo las actuaciones – en particular la del comediante Dave John -, hacen de este retrato una poderosa experiencia cinematográfica, reiterando en esa mirada compasiba que Loach ha mantenido durante décadas al darle protagonismo a las personas que viven al margen de las imperfecciones del sistema.