Los dramas de lágrima fácil suelen basarse en guiones mañosos y engañosos, pues se justifican en dramas densos o en el sufrimiento de sus personajes para generar empatía, la nueva cinta del director italiano Gabriele Muccino cae totalmente en este rubro y desgraciadamente ni su impresionante cuadro de actores la salva de verse artificiosa y manipuladora.
Russell Crowe es uno de los mejores actores de su generación, ha demostrado su talento en varios filmes como The Insider (Michael Mann, 1999), Gladiator (Ridley Scott, 2000), A Beautiful Mind (Ron Howard, 2001) y Cinderella Man (Ron Howard, 2005), precisamente en esta última mostrando su lado más sentimental y tierno, lado que ahora vuelve a tocar en este nuevo trabajo, y como es su costumbre lo realiza de maravilla, pero desgraciadamente el guión le pone el pie constantemente y no deja que su representación se sienta tan sincera como debería.
La trama nos cuenta la relación entre un padre y su hija, las peripecias que él pasa para sacarla adelante y la forma en la que ella, al ser adulta, se ve afectada por lo ocurrido en el pasado. Todo comienza en Nueva York en la década de los 80, donde Jake Davis (Russell Crowe), novelista ganador del Pulitzer y viudo reciente tras la muerte de su esposa, lucha contra una enfermedad mental al tiempo que intenta criar a su hija de cinco años. 25 años después, Katie Davis (Amanda Seyfried) es una excelente aspirante a psicóloga que lleva una doble vida, producto de un hecho traumático en su pasado, la llegada de Cameron (Aaron Paul) a su vida podría brindarle una estabilidad que no tiene desde niña, pero sus demonios del pasado la pueden seguir hundiendo en ese infierno personal.
El principal problema de Lo mejor de mi vida (Fathers and Daughters) es su estructura, los personajes sufren y todo lo malo que les puede pasar les pasa, los villanos son malos sólo porque el guión así lo dice, sin mostrar mayores justificaciones ni arco dramático. Hay escenas expresamente fabricadas para conmover al espectador y el sentimentalismo es la principal arma de su guión, a su favor tiene que es un proyecto con presupuesto de una decente película de Hollywood y que cuenta con un elenco de primer nivel.
La dirección a cargo de Gabriele Muccino no presenta novedad alguna y lo poco dinámico de la historia proviene de un guión que la divide en dos épocas diferentes, por cada escena del pasado sigue una del presente, lo cual hace que su ritmo sea constante y mantenga al público pendiente de la historia, aunque las justificaciones sean evidentes desde los primeros veinte minutos del metraje, pero en general logra mantener el interés, a pesar de que la manipulación sentimental también se de desde un principio.
Como comenté, Russell Crowe se apodera de la pantalla en cada aparición, derrochando carisma, empatía y ternura. Por otra parte, Amanda Seyfried hace uno de sus mejores papeles y se entrega por completo al personaje, el resto del elenco plagado de famosos como Jane Fonda, Diane Kruger y Aaron Paul realizan un buen trabajo, en general todos colaboran para que el resultado final se salve. Si no fuera por el elenco, el fracaso sería absoluto.
En conclusión, estamos ante un filme manipulador y efectista que se salva por su competente elenco, pero su historia queda a deber al estar plagada de clichés, escenas lacrimógenas y un aura a telenovela de primer nivel que no se le puede quitar con nada, eso sí, puede resultar conmovedora para cierta parte del público que entre en su juego.