**SPOILERS A CONTINUACIÓN**
La sofocante intriga, el inmejorable plot twist, una anticipada conclusión y un panorama momentáneamente reconfortante fue parte de lo que nos dejó Battle of the Bastards, el penúltimo episodio de una temporada en la que Game of Thrones le ha dado un giro rotundo a dónde se encontraban todos sus personajes apenas hace una temporada, y por ello nos preguntamos de manera más preocupante que nunca: ¿y ahora qué?
Aunque el consenso y la calidad no siempre van de la mano, en esta ocasión resulta difícil mantenerse renuentes a aceptar la manera tan efectiva, brutalmente desalmada e incluso irónica que Game of Thrones utilizó para despedirse y deshacerse de varios personajes. La lección parece clara y contundente: en la guerra no se subestima a nada ni nadie, y en este caso ese alguien parecieran ser las mujeres, quienes tanto en el Norte como en Meereen han dejado muy claras sus capacidades y sus intenciones de hacerse con el poder.
En primer lugar, obviamente nos referimos a Sansa, quien ha dejado muy mal parado a Jon Snow a pesar de haberle salvado la vida. Cuando sentíamos que se nos volvía a ir, y tal como supusimos en nuestro recap de The Broken Man, la joven Stark era quien mejor conocía a su enemigo y también la única que tenía un as bajo la manga (quizá bien aprendido del mismo Ramsay). El rescate que encabezó junto a Littlefinger le da un inmenso poder a este último, y seguramente no por casualidad. Littlefinger supo jugar sus cartas siendo paciente y muy complaciente con Robin Arryn, lo que ahora comenzará a rendir sus frutos ya que la victoria de Snow podría perder fuerza por la ayuda brindada de la mano de Sansa, quien ante la muerte de Rickon (quien en toda la serie pareciera haber pasado sin pena ni gloria, salvo este momento) se erige como la más apta guardiana del Norte al vencer a Ramsay en su propio juego.
Mención aparte merece la dinámica con la que se desarrolló la Batalla de los Bastardos; contrario a lo que muchos creíamos, el duelo fue estratégicamente más torpe de lo esperado, lo que denota la gran inteligencia de Ramsay, y el acorralamiento (que recordó gratamente a lo visto en 300, de Zack Snyder) provocó un par de secuencias donde era imposible librarse de la ansiedad, específicamente cuando vemos a Snow hundirse en los cuerpos de sus soldados.
Por un momento pensé en la ironía de esa muerte: pisoteado por sus propios aliados. Cuando al inicio de este recap nos referimos a una anticipada conclusión era sobre el destino de Snow; era fácil suponer que volver a matarlo sería poco efectivo, y prácticamente no quedaba otra opción ya que si Jon perdía, el show caería en un círculo vicioso por aquello de que puede volver a la vida, reunir aliados otra vez, y un largo etcétera. Sin embargo, aunque las opciones fueran pocas, Game of Thrones se las arregló para que también fueran memorables; la muerte de Ramsay a cargo de sus propios perros es igual de irónica a lo que habría sido que Snow muriera aplastado por sus soldados. Magnífico.
El Norte se robó el protagonismo en esta ocasión, pero por muy poco. Lo ocurrido en Meereen no es tema menor, ya que hemos visto a Daenerys justo como varios nos la imaginamos en aquél lejano final de la primera temporada, cuando vio a sus dragones nacer. Sin embargo, más allá del ardiente festín que se dieron los dragones de Targaryen y de la hilarante intimidación a los esclavistas, lo que no deberíamos perder de vista es la reunión que sostuvo Daenerys con Yara Greyjoy. “Nuestros padres fueron hombres malvados, y dejaron el mundo peor que como lo encontraron. Nosotros no haremos eso. Dejaremos un mundo mejor que como lo encontramos”, sentencia Daenerys quien, con sus dragones, un ejército dothraki y barcos para transportarlos, está en mejores condiciones que nunca para tomar King’s Landing. Las mujeres del universo de George R. R. Martin parecen estar comprometidas a influir en los eventos de los Siete Reinos, y con sólo un episodio restante, no podemos esperar a ver con qué nos harán esperar un año en esta ocasión.