Después de intentar emular –aunque con poca fortuna– esa comedia desvergonzada, así como aquel tono provocador e histérico que lo diera a conocer durante la década de los ochenta, sólo que insertándolos en el contexto de la actual crisis financiera ibérica con Los Amantes Pasajeros (2013), Pedro Almodóvar hace lo propio ahora con el melodrama exacerbado y el sentimentalismo kitsch, combinado con el noir de vena clásica en Julieta, esta vez inspirándose en tres de los ocho relatos cortos que integran el libro Runaway de Alice Munro (2004). Entonces, ahí están como temas identificables las cuentas pendientes con un pasado difuso, la maternidad, la feminidad, el regreso al terruño, la culpa, el castigo y la ausencia.
Necio sería a estas alturas recriminarle a Almodóvar sus obsesiones e inquietudes, finalmente estas siempre serán bienvenidas. Empero, ¿qué queda cuando un autor consagrado ya únicamente se empeña en que cada nueva película a estrenar termine siendo una complaciente y articulada ópera summa, cuando su estilo se ha convertido en simple manierismo, cuando la forma ha ido acabando por absorberlo todo? Las cansinas (auto) referencias cinéfilas, las numerosas digresiones que se pretenden audaces, el predecible leit motiv musical para remarcar el suspenso, compuesto por el sempiterno Alberto Iglesias o la puesta en escena, menos barroca, pero igualmente calculada; ello incluyéndose en la historia de una conflictiva y fragmentada relación madre-hija, una separación destinada de antemano, y una extensa carta que comienza a escribir hondamente la primera queriendo recapitular treinta años de su vida en busca de respuestas.
Y en el centro de Julieta se encuentra un juego ambigüo de identidades reminiscente en algún sentido a Vértigo (Hitchcock, 1958), con dos caras de una misma mujer cuasi fantasmal, las cuales se atraen y repelen. Si este truco funciona es en definitiva por quienes lo ejecutan (Adriana Ugarte y Emma Suárez), cuyas interpretaciones de la juventud y madurez del personaje epónimo terminan siendo lo único lleno de vitalidad en esta poco estimulante entrega almodovariana.