*CONTIENE SPOILERS*
Si al finalizar su primera temporada Mr. Robot había dejado a todos sus espectadores conteniendo el aliento, en su retorno, este apabullante thriller —que reflexiona sobre temas de individualismo, control y el conflicto posmoderno entre el hombre y la tecnología (o contra sí mismo, según se vea)—, no da espacio para exhalar de alivio; ¡todo lo contrario! Pareciera haber vuelto más pesimista, más delirante y, por lo menos en sus dos primeros episodios, augura resultados similares e incluso superiores a lo alcanzado en la primera ronda de episodios, que en esta ocasión constará de 12.
Como parte de una ingeniosa estrategia de marketing que nos permitió ver, en una semana, las dos partes que conforman la premiere de esta temporada, en eps2.0_unm4sk.tc se ahonda en las consecuencias de la ejecución del plan de fsociety, popularmente conocido como el five/nine (por su fecha), y a pesar de que esta revolución financiera pintaba como el asentamiento de las bases de una utopía a nivel mundial, las consecuencias han sido convencionalmente celebradas, pero ambivalentes en la práctica para otros tantos.
Esta nueva temporada expele más paranoia y se asemeja más que nunca a Fight Club (podríamos decir que hasta son parientes espirituales), sin embargo, el tono es más amargo. El caso de Mr. Robot es más orientado al thriller psicológico, como podemos constatar en las secuencias que involucran a Elliot (Rami Malek) y a Mr. Robot (Christian Slater). Sus escenas están cargadas de dramatismo y, sobre todo, de esa impotencia de no tener el control, algo que pareciera ser el hilo argumental de esta temporada, que en el caso del solitario hacker se traduce en el dominio de sí mismo, mientras que al exterior el tema es básicamente la eterna brecha entre el 99% y el 1% de la población, es decir, los ciudadanos reclamando su lugar frente a sus gobiernos y corporativos. “El control es una ilusión” es la tesis, y todo apunta a que ésta se confirmará de la peor manera.
La confrontación entre ambas partes se desarrolla de manera excepcional; irradia mayores rasgos anárquicos que nunca y, en pantalla, es reflejada de una manera magistral. Basta ver al directivo de E-Corp quemando su propio dinero para saber que la serie creada por Sam Esmail está encaminada a convertirse en un material de culto, no sólo por sus giros argumentales, sino por cómo aborda un pasado del que el mundo, en la realidad, aún no termina de recuperarse: el de la crisis financiera.
Las referencias y situaciones satíricas al respecto tampoco tienen desperdicio alguno: desde la ironía de la castración del Wall Street Bull, hasta las extorsiones de fsociety a E Corp, la serie toca heridas que aún no terminan de sanar, y también refleja algo que en la realidad tiene cada vez mayor presencia: el creciente reclamo de la gente por un mayor dominio de su dinero. Esto se ve enriquecido por la manera en que el dinero puede desindividualizar a sus poseedores, como se refleja en aquellos hombres anónimos de costosos trajes que parecieran siempre estar planeando algo tras bambalinas. A ello se suma el resbaloso suelo en el que caminan los personajes principales, cuyas problemáticas ya explicadas en la primera temporada se radicalizan y provocan que actúen de las maneras más inesperadas.
Al igual que en su primera temporada, en este grandioso regreso no hay nada que reclamarle a Mr. Robot. No sólo conserva las cualidades que la convirtieron en uno de los shows más polémicos y celebrados del 2015 (estética y argumentalmente), sino que estas parecieran querer ser llevadas a otro nivel, en el que la irracionalidad es el motor del cambio social y, por ello, sus consecuencias están en riesgo de beneficiar a la mayoría, o —como suele ser— a unos pocos, a ese 1 por ciento.