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the-nice-guys-poster-620x919_0Echar un vistazo hacia atrás en la filmografía del director Shane Black puede ser engañoso. Siendo su último trabajo como director la intrascendente Iron Man 3 (2013), es fácil olvidar que Black fue el artífice de una época en el cine de Hollywood cuando, a finales de los ’80 y con apenas 25 años de edad, logró el éxito como guionista de la tetralogía de Arma Mortal (1987 – 1998), así como con películas como El Último Boy Scout (1991) y El Último Gran Héroe (1993). Su especialidad: La comedia policiaca con parejas disparejas en los roles titulares.
Volviendo a la silla del director, después de la mencionada Iron Man 3 y la sobresaliente Entre Besos y Tiros (2005), Black recurre a lo que mejor sabe hacer con la ayuda del debutante Anthony Bagarozzi como co guionista. Emparejando los talentos de Ryan Gosling y el australiano Russell Crowe como dos detectives privados en medio de un misterioso crimen que involucra la muerte de una estrella porno, en la ciudad de Los Angeles, durante los vaporosos años ’70, la dupla de guionistas logra una deliciosa y entretenida comedia de enredos, al más puro estilo de aquellas que llevaron al aquí director a la gloria en el pasado.
Jackson Healy (Russell Crowe) es el clásico detective hard boiled de la vieja escuela, con un kilometraje que se traduce en la astucia de un viejo zorro, cuyo trucos y mañas logran salvarlo con frecuencia de su poco ortodoxa forma de operar. Por su lado Holland March (Ryan Gosling), sin tratarse realmente de un caso ejemplar, es el más establecido de los dos; padre de la adolescente Holly (la revelación Angourie Rice) y el único con licencia del par, Holland es aparentemente ingenuo y explícitamente relajado respecto a su labor, misma que reduce a casos fáciles en los que suele usar su malicia para estafar y obtener dinero fácil de quien se lo permita.
Viéndose incidentalmente involucrados en el mismo caso, los dos detectives deben lidiar con su incompatibilidad sobre la marcha, provocando así los mejores momentos en una película cuyos valores de producción nos remontan lo mismo a la policiaca Los Angeles al Desnudo (Curtis Hanson) que a la épica del mundo del porno Boogie Nights (Paul Thomas Anderson), ambas de 1997. Pero el tono de Dos Tipos Peligrosos no podría distar más de este par de ejemplos que, aunque resultan inevitables referencias (esto, claro, retomando títulos recientes e ignorando la época dorada del film noir) se inclina más hacia la comedia de situación, misma que es elevada por la hilarante interacción entre sus actores, mismos que se sienten cómodos masticando con placer cada una de las astutas líneas del impecable guion.
Si bien es cierto que Gosling funciona de sobremanera como el sabelotodo Holland, luciendo menos pulcro que de costumbre y recordándonos que la comedia también es su fuerte (basta recordarlo en Loco y Estúpido Amor), es Crowe quien sorprende en uno de los mejores papeles de su carrera. Dejando atrás sus tiempos de súper estrella de Hollywood, que lo llevaron a ganar un Oscar por su trabajo en Gladiador (2000), así como un par de nominaciones más por El Informante (1999) y Una Mente Brillante (2001), el australiano está de vuelta en forma (actoral, que no física) para demostrar que su bravucona presencia tiene un lugar en el bajo mundo del cine detectivesco (Crowe, recordemos, también participó en la recién mencionada Los Angeles al Desnudo).
Es verdad, Dos Tipos Peligrosos es una película cuya principal plusvalía es el trabajo de sus protagonistas pero, con aspectos tan cuidados como el diseño de producción, el vestuario y la fotografía del veterano Philippe Rousselot (ganador del Oscar por A River Runs Through It de Robert Redford), Shane Black logra vestir de gala lo que sin el cuidado de estos detalles podría haber terminado como un trabajo de fórmula más. A esto sumen un bombástico soundtrack y les aseguro que saldrán más que satisfechos de la sala de cine esta semana.