La pauta para disfrutar la tan anunciada película de Blake Lively y el tiburón es no inquirir en el sentido común de la historia. ¿Cómo una mujer tan inteligente como Nancy decide permanecer en el mar aún cuando la tarde se aproxima y se encuentra completalmente sola? ¿Qué norteamericana deja un teléfono celular abandonado en una playa mexicana? Vaya, estas son algunas preguntas que surgirán en el espectador durante la proyección de Miedo Profundo (Jaume Collet-Serra, 2016), la divertida cinta presentada como thriller, que también podría definirse como una típica película de verano, que provee esparcimiento puro, sin exigir mucho de la audiencia.
Después de proyectar los convenientes videoclips de apertura que establecen el lugar de la acción (un desértico litoral mexicano), habiendo sido testigos de la perfecta anatomía de Lively y la diestra habilidad para surfear de los protagonistas, la historia de terror arranca, situando a Nancy (Lively) en una diminuta piedra que funciona como islote en medio del mar, mientras un colosal tiburón la vigila acecha sin darle la oportunidad de volver a la otra orilla. Los próximos dos días serán una prueba de resistencia para Nancy, quien indaga la manera de distraer al animal para poder nadar hasta la playa. Por supuesto que la presencia del depredador no es el único obstáculo en el relato; Nancy también está gravemente herida de una pierna y la marea amenaza con recubrir ese islote, dejándo a la deriva
El guionista Anthony Jaswinski trata de solucionar estas circunstancias con el hecho de que Nancy es una estudiante de medicina, de índomito espíritu, quien encuentra aliento en el recuerdo de su difunta madre.
Miedo Profundo es una película B totalmente asumida, una descabellada premisa ejecutada con pericia por el catalán Jaume Collet-Serra, quien tiene experiencia en el género, donde ha orquestado sus películas de acción más conocidas con el otoñal héroe Liam Neeson. En esta ocasión, el realizador denota especial interés una vez que la odisea inicia, dejando un prólogo difuso, que no permite al espectador entender del todo la conducta de los personajes en el preámbulo del relato. Pero una vez que la relación entre Nancy y el tiburón arranca, la audiencia se verá atraída en la serie de decisiones que exponen la osadía de la protagonista. Lamentablemente el desenlace, como sospechamos desde un principio, deviene en una disparatada y absurda conclusión pero, no obstante sus fallas, reconocemos que los casi ochenta y nueve minutos de duración de la película nos mantuvieron entretenidos, como suele pasar con las cintas de verano más efectivas.