Seleccionar página

Dentro de las ocho películas que integraron la Competencia Internacional pudimos ver un trío de cintas que tienen en común el hecho de ser óperas primas que giran en torno a hombres solitarios y taciturnos, y que renuncian a las convenciones dentro de los géneros en los que transitan.

Así pues, en el filme suizo Aloys (de Tobias Nölle) un investigador privado se sumerge en conversaciones adulteras y clandestinas mientras deambula por una ciudad espectral de colores opacos y vidrios perpetuamente empañados, hasta que un día comienza a ser chantajeado telefónicamente por una anónima mujer que le robó las cintas y la cámara en la que siempre se refugia, tras un descuido en el transporte público. Lo que en un inicio pareciera un thriller psicológico (con el personaje persiguiendo una voz inasible y cada vez más acosadora) deviene en extraña cinta romántica de fuerte carga onírica, con dos personas a quienes la simple idea de relacionarse con el resto del mundo les perturba, hermanándose de esta manera con cintas recientes sobre apariencias, miedos y desengaños amorosos como Anomalisa o The Lobster.

ALOYS by Tobias Noelle / Georg Friedrich as Aloys©Hugofilm / Simon Guy Faessler

Por su parte, en la singapurense Aprendiz (de Junfeng Boo) un joven custodio es transferido a una prisión de máxima seguridad. Si bien al inicio se va involucrando con presos en proceso de readaptación, gradualmente va sintiendo una fijación con las ejecuciones a reos condenados a muerte, entablando eventualmente una relación con el envejecido verdugo del lugar, quien ve en este inexpresivo, frío y recto hombre a su posible sucesor. ¿Cómo se sigue viviendo después de matar de forma mecánica? ¿Dónde se encuentra la humanidad en estas dos personas? ¿En dónde reside realmente esa fascinación por la muerte que arrastra a nuestro personaje a hurgar en los recovecos de su mente? Preguntas que se van entrelazando en un intrigante relato a medio camino entre el drama y el thriller (los espacios opresivos, el juego de conversaciones ambiguas, la rutina previa a una ejecución más…).

cover_1800x7826

Finalmente, en la belga Muerte por Muerte (de Xavier Seron), un hombre pesimista cercano a cumplir cuarenta años, quien divide su tiempo entre trabajar en una tienda de electrodomésticos y ser un actor mediocre, empieza a meditar sobre su propia muerte gracias a una madre enferma de cáncer con quien mantiene una relación edípica, y un misterioso bulto que le ha brotado en el pecho, ello en una brillante comedia de humor negro y caustico que en definitiva incomodará a más de uno (al menos así ocurrió en la proyección en la que nos tocó verla). Muerte por Muerte se mofa sin reparo del sexo, la religión, la muerte y la familia (esa entrega de refrigerador en pleno velorio, aquella  revisión colectiva de mama entre hombres corpulentos en un baño, el último plano trastocando la iconografía cristiana, entre otros gags afortunados), de paso dándole la vuelta de manera original a esa suerte de sub-género lacrimógeno y manierista protagonizado por enfermos terminales que se dedican a impartir lecciones de vida a los demás.

death-by-death-1