Hay tanto que aplaudirle a este episodio que realmente es difícil saber por dónde comenzar. Como si se tratase de una cascada de emociones encontradas, eps2.4_m4ster-s1ave.aes desconcertó a más de un espectador desde su inicio por la cantidad de decisiones atrevidas que se toman, lo cual -como si fuéramos Elliot- agradecemos profundamente, ya que en un punto donde la tensión se torna abrumadora, esta nueva dinámica nos deja exhalar por un momento, pero sólo para volver a inhalar más profundamente.
Ante el vacío pesimista hacia el que nos arrojó el capítulo anterior, es intrigante el inicio del sexto episodio de esta temporada: como si estuviéramos ante un MTV noventero, e igual de sorprendidos que Elliot, nos hallamos en un formato sitcom (con todo y su aspect ratio de 4:3) para el que, como si se tratase de un show independiente de Mr. Robot, su director y creador Sam Esmail creó un nuevo universo, con todo y canción de créditos.
No obstante -y nuevamente, al igual que Elliot- no es difícil percatarse de que algo está mal desde la forzada pigmentación de colores vivos que impregna el entorno, las risas grabadas, esas actuaciones exageradas. La farsa es grandiosa y descarada; la ruptura de la cuarta pared, risible, y su humor negro alcanza uno de sus puntos más altos; basta ver el discurso de Angela como empleada de un minisúper de E Corp para percatarse de que, a pesar de todo el disfraz, los personajes son una mofa de sí mismos y de sus situaciones.
La manera de justificar estos osados cambios es aún mejor: la mentira como un mecanismo de defensa que tiene un efecto catártico, en esta ocasión entre Elliot y Mr. Robot. Por una vez, el hábil hacker optó por dejarse llevar, por abrazar a su alter ego como si no fuese tal, y al descubrir el verdadero propósito del parodiado viaje del inicio al finalizar el capítulo, vamos: Esmail no se anda con rodeos, y logra tocar fibras que en pocas ocasiones ha logrado en la serie.
Elliot se encuentra prácticamente imposibilitado de cualquier acción que su parte anárquica le sugiera; de ahí que centrar la otra mitad del episodio en la odisea de Darlene y Angela por hackear al FBI fuera un acierto que Esmail (encargado de la dirección de todos los episodios de esta temporada) potenció al máximo, principalmente por ese plano secuencia tremendamente musicalizado, que se convierte en un envase donde se mezcla suspenso y situaciones propias de una comedia romántica. Nueve (o siete, según lo exigentes que sean) minutos de infarto.
La fantasía que expele este episodio es caótica; recuerda un poco a cintas como The Voices o a aquél episodio en el que Batman, en su serie animada, repentinamente tenía una vida normal pero todo formaba parte de una ilusión. Además, la confrontación del amo y del esclavo, a los que el título y Ray hacen referencia, es una sentencia que Elliot usa a su favor: o se convierte en el amo de sus temores y fantasías, o deja que éstas se adueñen de él.
Como si fuera una medida para que sus personajes y espectadores no implosionaran, Mr. Robot cambió sorpresivamente su dinámica, pero ello no evitó que este episodio nos volara los sesos. Aciertos que desmedidamente se presentaron uno tras otro, de la mano de grandes y arriesgadas decisiones, hacen de este episodio el mejor de la temporada hasta ahora, y uno de los mejores de la serie.