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poster el engano del sigloLa necesidad imperiosa de construir ídolos y reverenciar héroes como señal cultural de nuestros tiempos. La fascinación por aquellas narrativas que exaltan el triunfo del espíritu humano. El imaginario deportivo y del atleta perpetuamente rozando la perfección. La adicción por la competitividad.  La influencia de la prensa, que otorga y arrebata glorias a placer. Esas son las líneas por las que decide transitar este filme, que describe esa red de hazañas y corrupción que entretejió el ciclista Lance Armstrong durante doce años, a la par que busca desmarcarse tanto de las convenciones propias del biopic, como de lo ya expuesto en el inquisidor documental La Mentira de Armstrong (Alex Gibney, 2013); esto, claro, tomando en cuenta que de antemano cualquiera conoce el caso y su desenlace.

El primer aspecto no lo consigue, y aunque el realizador Stephen Frears denote molestia al escuchar el término biopic para definir a su cinta número veintidós en las entrevistas que concede, el hecho es que ahí está el personaje que pasa de novato sin aptitudes físicas a admirable campeón que encara al cáncer como efectiva imagen publicitaria; de arrogante y cínico criminal a tramposo arrepentido, mientras una voz en off nos recuerda insistentemente que el ciclismo de montaña es el deporte más exigente de todos, facetas que le permiten a Ben Foster explotar sus cualidades y delinear una caracterización compleja, aunque al servicio de viñetas rutinarias y predecibles.

Es en el segundo plano donde la película logra ser un poco más propositiva. Si el documental indaga en el rostro público de Armstrong, desmenuzando el escándalo en el que se vio envuelto, lo mismo con testimonios que con abundante material de archivo, Frears se interesa en el lado privado: esa vorágine de jeringas y bolsas para transfusiones sanguíneas (las secuencias más afortunadas), su capacidad para involucrar a los miembros de su equipo al programa del título original, las intimidaciones a sus detractores con una ligera palmada en el hombro o la manera en que trata de convencerse frente al espejo de su propia farsa; ello sin llegar nunca a condenarlo moralmente. Lástima que Frears no sea tan imaginativo ni riguroso como requería ser abordado el personaje y los temas que pone en la mesa.