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85511_800x1139Desde la prohibición impuesta por su país para salir del mismo o incluso filmar dentro de él, el director iraní Jafar Panahi, por obra y exigencia de sus restricciones, se ha tenido que ingeniar métodos de filmación tan sui generis que finalmente dotan su filmografía más reciente de proyectos cuyas ambiciones deben de valerse de una creatividad excepcional para realizarse. En el caso de su más reciente película, Taxi Teherán (2015), el director se vale de la tecnología y una perfecta orquestación de secuencias en las que su simpleza es la principal virtud.

Pero la nueva película de Panahi no es simple o liviana en su discurso como lo es en cuanto a la manera en la que este se encuentra encriptado, disfrazado de un mero anecdotario nutrido por el diverso grupo de personajes que abordan un taxi (conducido por el propio director, interpretándose a él mismo) y las reflexiones sobre la sociedad que habitan desde la más auténtica de las aproximaciones.

A través de testimonios que reflejan la cotidianidad de un país cuyas restricciones llevaron al mismo Panahi a cumplir una condena en prisión después de haber sido perseguido por su gobierno, acusado de usar sus películas como un vehículo propagandístico anti sistema, razón por la cuál (y a pesar de la presión foránea para exonerarlo) cumple actualmente un castigo de 20 años sin poder filmar.

Pero Panahi es un revolucionario nato, no sólo en cuanto a su reactiva actividad fílmica, sino también en cuanto a la forma y fondo mediante los cuales expone su realidad, siempre priorizando la objetividad, aun tratándose de una ficción-documentalizada, por llamarle de alguna forma a su técnica, en la que lo real y lo ficticio se diluyen. A esto ayuda en gran medida el grupo de personajes-intérpretes que abordan el taxi titular, todos provenientes de distintos antecedentes, mismos que enriquecen la reflexión respecto a una realidad que a todos afecta de forma distinta.

Taxi Teherán  no cuenta con nombres que reluzcan en una marquesina por su fama pero eso lo compensa con creces a través de la naturalidad de sus diálogos; algunos cómicos y otros devastadores, los testimonios de los que el director iraní nos hace parte de una forma íntima (la película se reduce a un par de cámaras Go Pro documentando el interior del taxi) sorprenden no sólo por el reflejo que brindan de una sociedad fracturada y en eterno conflicto, sino también (y primordialmente) por la rica humanidad que exuda de todos ellos, demostrando la complejidad del ser humano sin prejuicios ni condescendencia.