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devastacion-01Una de las funciones primordiales de cualquier festival de cine debe de ser el descubrir constantemente diamantes en bruto, atestiguar durante una cuantas ediciones cómo van evolucionando sus obras y, en el momento indicado, dejarlos libres para que puedan probar suerte en salas comerciales. En el caso de Macabro, además de su selección oficial de cortometraje o de  secciones como México Macabro, desde el año pasado se abrió el espacio denominado Horror Emergente, en el cual se les rinde una retrospectiva temprana a aquellos directores nacionales convertidos en apuestas para un futuro no muy lejano. En 2015 fue Gigi Saul Guerrero “La Muñeca del Terror” quien mereció la semblanza, y esta ocasión le tocó el turno al realizador Abraham Sánchez.

En la obra de Abraham Sánchez, Tijuana, su ciudad natal, no sólo está poblada por misteriosos asesinos enmascarados, vampiros o zombies, sino que se convierte en su musa, como queda de manifiesto en el díptico Podofagus y Antropofagus, Sanguijuelas, así como en Devastación, mediometraje estrenado en el marco del festival, el cual en clave de cine post-apocalíptico aborda temas como el hallazgo de fosas clandestinas y el descontrol de la industria maquiladora, y que desde su etapa de desarrollo llamó poderosamente la atención del mismísimo George A. Romero.

A propósito de dicha retrospectiva, charlamos con el director acerca de hacer cine sin presupuesto y las opciones creativas que el género de terror le ha ofrecido.

-Cinema Móvil: Tomando en cuenta que en tu filmografía Tijuana es la protagonista principal, ¿cómo dotarla de la personalidad necesaria para que uno sienta que sólo ahí se podía contar las historias que has imaginado?

Abraham Sánchez: “Es orgánico porque todos los cortometrajes están basados en las propias locaciones y los ambientes que existen en la ciudad. Cuando voy caminando o manejando siempre el cerebro anda dando vueltas e imaginándose cosas, por ejemplo en el caso de Devastación, una vez se me paró el auto y quedé frente al yonke donde pasa el clímax de la película y entré para ver si me podían ayudar a cargar la batería del carro y me topé con este lugar inmenso e hice la nota mental ‘Estaría muy bien filmar aquí’. Al no tener recursos siempre pienso ‘Esta calle se ve interesante, a lo mejor aquí vive tal personaje’. Yo no pienso la historia y después veo dónde la voy a filmar sino al revés”.

-Pareciera que hoy día el género de terror se ha visto incapaz de salirse de la tendencia de la ironía y la metareferencia. Viendo la retrospectiva, uno nota, por citar un ejemplo, que en Sanguijuelas tienes a un hombre común y corriente convertido por las circunstancias en un cazador de vampiros tercermundista, y por lo tanto tiene que robar agua bendita en las iglesias o ajos en el mercado y en realidad es torpe para hacer su trabajo, pero esto lo filmas siempre en un tono serio. ¿Cómo evitar el guiño?

“Es consciente el evadirlo, porque si no tuviste una formación académica rigurosa es muy fácil querer filmar y resolverlo igual que la película que viste. Tal vez es pretencioso de mi parte decirlo pero creo que debes de aportar algo al género donde te estás desarrollando, tienes esa obligación moral de ser auténtico. Siento que el género de terror es como una sand box y puedes jugar ahí adentro sin salirte de ciertas líneas, pero si te impones el referenciar, el copiar, te vas limitando y no es honesto al final. Creo que la mejor manera de abordar las películas que te gustan es digiriendo su mensaje y después hacer tu propia propuesta. En el caso de mis historias, pienso ‘Si yo no las filmo de esta forma, nadie más lo va a hacer’”.

-¿A qué crees que se deba esa fascinación por evocar la década de los setenta y ochenta?

“Seamos honestos, las mejores películas del género son de esa época y que ha influenciado a más gente. Pero creo que hoy día sí se ha caído en una onda formulaica; si una persona ya conoce esas referencias dice ‘Me gusta lo que estoy viendo por los guiños que está haciendo’, es una manera de irte a la segura, de no querer presentar una propuesta que tal vez no se pueda absorber a la primera impresión. Creo que las primeras preguntas que como realizador debes de hacerte son ‘Tengo esta historia, pero ¿qué la hace diferente? ¿Qué puedo aportar? ¿Qué habla de mis inquietudes?’. En el caso de Devastación, el cortometraje sí cumple con ciertos requisitos del género de zombies como la crítica social o el ambiente donde se desarrolla, pero ya dentro de eso, tienes cosas muy particulares”.

-Y en tu caso, ¿cuáles son tus influencias?

“Yo desde los siete años quería hacer cine y la manera en la que me introduje a este fue por el género de terror. Entonces empecé viendo los clásicos de la Universal que fueron los que me captaron mi imaginación y leyendo en libros cómo hacían el proceso para los maquillajes, la dirección de arte, etc. Ningún otro género tenía lo que me interesaba del cine, tengo respeto por el drama pero el terror es el que ofrece los valores artísticos más amplios. En mis cortometrajes me divierto un montón pensando y explorando la paleta de colores, las texturas, los maquillajes o como en el caso de Devastación, el diseñar el look de cada uno de los zombies. Me gusta mucho el proceso de la pre-producción el cual es el medio cómo he aprendido a hacer cine”.

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-Posiblemente de toda esta reciente camada de cine de género hecho en el país, Devastación sea de las películas que más connotaciones sociales tiene –la explicación del origen de los zombies, la inserción del documental falso o el comentario acerca del clasismo con la ciudad dividida por un muro–. ¿Por qué optar por la alegoría?

“Cuando ya empecé a tomarme en serio el análisis del cine, obviamente la primera referencia para querer hacer alegorías por medio del género fue La Noche de los Muertos Vivientes, a temprana edad dije ‘¡Es cierto, se trata de una película de zombies pero tiene esta crítica social!’. Teniendo la pretensión de llamarme artista, siempre tu arte es acerca de cómo ves el mundo y cómo lo tratas de entender. En Devastación, las fosas clandestinas y las maquiladoras son realidades de Tijuana, la contaminación de desechos tóxicos provocada por la industria maquiladora se salió de control, y en las zonas aledañas sí ha habido casos de nacimientos de niños con labio leporino o hidrocefalia, lo he visto en la televisión y en la vida cotidiana. Si yo dirigiera otro tipo de género, por mi contexto seguramente contaría el drama de una empleada de una maquiladora cuya vida es un mar de hastío y que su hijo nace con una deformidad, uno puede irse por ahí o hacer lo que yo hice, usando la fantasía para abordar esa crítica y al final de cuentas ambos tienen el mismo valor.

Respecto al clasismo, cuando escribí el guión, me gustaba la idea que la ciudad estuviera sitiada y tener un punto de vista de cómo percibe la sociedad de afuera a la que se encuentra adentro en la cual la gente co-existe con los zombies. Está por ejemplo la escena en la que se descubre que la protagonista fue mordida por los zombies y la mujer súper religiosa  convertida en figura de autoridad ordena que le amputen el brazo; sin explicarlo mucho porque fue la manera en que quise narrar todo el cortometraje influido por lo comics, buscaba hacer el comentario que cuando se quiebra la sociedad se empieza a hacer una estructura primitiva. Creo que si hay una ambigüedad y la realidad se filtra en la fantasía y viceversa, compras más fácil la historia, la sientes más creíble porque se relaciona con tu mundo. En Sanguijuelas por ejemplo, se ve en la televisión que se está registrando varios casos de personas desaparecidas, y después descubrimos que es a causa de los vampiros, pero en la realidad uno va por el centro de Tijuana y ve carteles de gente desaparecida pegados en paredes y rejas”.

-Sin hacer mucho ruido, desde hace un lustro aproximadamente, Tijuana se convirtió en un modelo del cine descentralizado, y no sólo para las películas de género. Por ejemplo, noto que cada vez es más común que el periodista local Cuauhtémoc Ruelas escriba acerca de algún nuevo largometraje que está filmando gente originaria de la ciudad. Tú que lo ves desde dentro y desde fuera ahora que vives aquí, ¿qué está ocurriendo en Tijuana?

“Por muchos años, Tijuana fue un hervidero que se movió a contracorriente, hubo toda una generación que a inicios de la década pasada empezamos a tener una inquietud muy grande de hacer cine, pero como no había una escuela o una productora, era muy difícil vincularte con gente que estuviera capacitada profesionalmente, entonces no quedó de otra que ser insistentes y hacerlo por nuestros propios medios. Así nos conocimos todos, y es ahora que estamos viendo los resultados. Creo que al ser trabajos súper independientes, son más personales, ninguno lo hemos hecho para armar nuestra carpeta y a ver si ganamos algún fondo, sino por la historia a contar y porque queremos hacer las cosas a nuestra manera; esa forma de trabajo tiene un feeling distinto a cualquier otra parte del país, el cual tú no verías avalado por una institución. Es apenas en fechas recientes que se han abierto convocatorias regionales por parte del IMCINE”.

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-¿Y qué tanto pueden atentar la llegada de estas convocatorias institucionales y sus criterios a esa libertad creativa que al momento han gozado?

“Están empezando, por primera vez en la historia de Tijuana se hicieron tres cortometrajes financiados por el IMCINE. Todos tienen una línea de drama social, lo cual no está mal, sólo quiero ver a largo plazo si se le da apertura a propuestas más arriesgadas o de género, que necesitan esa cantidad de dinero para hacerse bien y que puedan diversificar la oferta”.

-Que tendría que ser lo lógico, ¿para qué abrir convocatorias y buscar nuevos directores si se va a querer financiar los mismos temas que se abordan aquí en la Ciudad de México y quitarle cualquier asomo de identidad a otras localidades? Que se filmara en Tijuana o Monterrey terminaría siendo anecdótico. Valga el lugar común pero finalmente ese ha sido uno de los principales vicios de un porcentaje alto de las películas mexicanas, el que no podamos reconocer los escenarios que nos presentan.

“Lo he visto desde que llegué aquí donde existe una industria mucho más formada, la gente de clase alta es la que tiene el privilegio de expresarse a través del cine y por lo tanto viven en un México que no vivimos los que estamos abajo. Y creo que en Tijuana lo que pasa es que existe una mezcla de clases y culturas, la gente de Estados Unidos tiene dinero pero convive con la gente local. Fue apenas ahora que subió el dólar cuando por primera vez sentí el clasismo. Aquí conseguir equipo te cuesta miles de pesos, allá cualquier chavito con su trabajo de fin de semana después de un año, se compra su cámara semi-profesional y empieza a filmar. Por eso salen ese tipo de propuestas, porque las está realizando gente que ha vivido la ciudad, que ha estado observándola y absorbiéndola.

Yo he hecho mi trabajo bajo la lógica ‘No tengo recursos pero quiero filmar esto, ¿quién se atreve a seguirme?’ y así ha salido la gente, ‘No tengo experiencia pero a mí me gustaría hacerte el vestuario’. Por ejemplo en Devastación el maquillaje prostético lo hizo Kevin Flores, un amigo de 23 años que se está auto-capacitando y el cortometraje fue su escuela. A mí me da mucho gusto porque de mis cortometrajes ha salido gente que ya trabaja en cine de manera formal, haciendo dirección de arte, maquillaje, producción, etc.”.

-Se podría decir que tus cortometrajes han servido como demo para tus colaboradores quienes se desenvuelven en áreas técnicas, las cuales están copadas por unos cuantos. Que un maquillista o un vestuarista puedan alcanzar tres de cinco nominaciones en el Ariel y que esto se repita año tras año, es señal de lo cerrado que es ese grupo.

“Así es. Por ejemplo, ahora que llegó la producción de Fear The Walking Dead a Tijuana, personas que trabajaron como zombies en Devastación, están en la serie, uno de los chicos me dijo ‘Me sirvió trabajar contigo porque le perdí el miedo a la cámara, me han llamado tres veces porque ya sé cómo moverme en el set’. Detalles así hacen que sienta que ha valido la pena el esfuerzo de las personas que me han ayudado, esa era la idea, no sólo que me ayudarán y dejarlos a su suerte. He tenido la fortuna de hacer mi trabajo dándonos el voto de confianza unos a otros. Cuatro cortometrajes hechos de esta manera no es cualquier cosa”.

-Como parte de la retrospectiva, presentaste un teaser de La Leyenda de Juan Soldado, tu segmento para México Bárbaro II. ¿Qué encontraste en la leyenda de este presunto criminal ejecutado trastocado en santo para los migrantes, que te motivara elegirla?
“Cuando me invitaron Lex Ortega y Abigail Bonilla a México Bárbaro II a finales del 2015, yo estaba en la post-producción de Devastación, el cual fue un proceso demasiado largo y difícil. Como ya sabemos, el concepto de la antología es leyendas y tradiciones mexicanas dándoles nuestra propia interpretación. Entonces empecé como en la escuela, agarrando libros y preguntando a maestros, aparte era un buen experimento para mí, conocer más acerca de la Historia de mi ciudad, y entre todas estas leyendas, la de Juan Soldado era la que había escuchado toda mi vida.
Lo que más me enganchó al momento de seleccionarla fue el hacer algo de época ya que está situada en 1938; en lo personal no me gustan las películas modernas, si te fijas ahora que fue mi retrospectiva, nadie usa tecnología actual, me molesta incluso que los personajes hablen por celular, me gusta más que estén frente a frente y hablen, tal vez por qué crecí cuando todavía no estaba el auge de todo esto de la comunicación a distancia. Además había un extra, la tumba de Juan Soldado está en Tijuana y la puedes visitar, la gente le pide cosas, le deja cartas, porque se supone que ahí lo mataron y alrededor construyeron un panteón, creo que pocas leyendas mexicanas tienen esa parte tan tangible. También me interesaba el tratar de responder, ‘¿En qué momento alguien pasa de culpable a inocente en el imaginario popular? ¿Cómo se crean a los mártires? ¿Qué dice la sociedad cuando alguien es ejecutado como criminal y termina siendo un santo popular?’.
Para este segmento tuve la oportunidad de colaborar con el guionista Alfredo Mendoza, maestro del Centro de Capacitación Cinematográfica; yo ya tenía un esbozo y él ya le dio sentido y los diálogos, quedó un guión muy bueno y formamos el equipo, de ahí recurrimos a Fondeadora”.
-Ahora que mencionas a Fondeadora, hace unos cuantos días tuve la oportunidad de entrevistar a Carlos Meléndez a propósito del estreno de Histeria, y salió a colación el fondeo colectivo debido a que la post-producción de su película fue financiada bajo este modelo. Repito la pregunta que le formulé, ¿cómo hacer entender al público que el crowdfunding es serio?
“En mi caso es la primera vez que recurro a Fondeadora. Ahora que fue mi retrospectiva en Macabro vi que debemos tener responsabilidad de lo que hacemos, probar que podemos, crear cierta credibilidad para luego ya poder pedir dinero. Yo vi películas de ciencia ficción que fueron apoyadas por el IMCINE y que no sólo terminaron siendo fracasos rotundos sino que estaban mal hechas; a mí punto de vista estos directores tuvieron que haber probado antes que podían hacerlo.
Con La Leyenda de Juan Soldado nos fue bien, juntamos inclusive un 15% más de lo solicitado y pienso que si influyó el haber hecho todo este cuerpo de trabajo previo, que ya se exhibió, que estuvo en festivales, nos dio un punto de confianza. Creo que el crowdfunding es una vía seria pero de a cual que no se debería de abusar tanto, yo creo en la auto sustentabilidad de los proyectos, sí haces un largometraje bien, no te tiene que ir mal, sí, las salas pueden ser pocas, pero ya hay muchas maneras de distribuir tu trabajo hoy día, se me hace muy fácil el culpar al espectador o al exhibidor…”.
-Claro, si no es el espectador, es Hollywood, o son los Juegos Olímpicos, o es el Doble Hoy No Circula, pero nunca la película.
“Exacto. Puede fortalecer la comunidad, y los proyectos de nicho, pero lo puede debilitar si se empiezan a hacer proyectos absurdos y que no se lleven a buen puerto. Debemos ser más autocríticos y severos porque de repente sí salen cosas que bien nos pudieron ahorrar la pena”.

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