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El Demonio Neón, la nueva película del director danés Nicolas Winding Refn, además de un regreso a la pantalla grande, representa una recuperación del autor que en su anterior trabajo (Sólo Dios Perdona) parecíamos haber perdido. Explorando temas como la vanidad, la superficialidad y las pulsiones más bajas como la envidia o inclusive el canibalismo como metáfora de estos sentimientos, Winding Refn nos cuenta una historia por demás conocida pero nutrida por sus propias obsesiones estéticas y temáticas.

Por el estreno en México de su nuevo proyecto, tuvimos la oportunidad de platicar vía telefónica con el danés sobre los temas alrededor de los que gira su nueva película y de paso explorar de dónde vienen sus ya mencionadas obsesiones, así como el proceso creativo del que nacen éstas.

-¡Hola, Nicolas!

¡Hola, qué tal!

-Vi la película la semana pasada y…

¡Oh, muy bien!

-Sinceramente me gustó mucho… Y no te estoy besando el culo…

Jajaja… No te preocupes, puedes besarme el culo (Risas)

-Mientras la veía me quedaba claro que, como en el resto de tus películas, aquí lidias nuevamente con el tema de la violencia, aunque desde una perspectiva femenina y en un medio donde suele ser menos explícita y muy pasivo-agresiva. ¿Por qué decidiste explorar ese medio en particular?

No es que haya querido explorar el mundo de la moda o algún tipo de relación hacia él. Estaba interesado en hacer una película sobre muchos otros temas y, mientras buscaba algo qué retratar, me di cuenta de que en el mundo de la moda se reproduce nuestra sociedad como un microcosmos, una versión alterna de la realidad que todos conocemos. Se trata de un mundo donde todo gira alrededor de la belleza y eso me brindaba un escenario excelente para hacer una película sobre las obsesiones, particularmente la obsesión por lo superficial.

-¿Cómo fue tu acercamiento a ese mundo una vez que decidiste desarrollar en él la película? ¿Qué tipo de retroalimentación e investigación hubo al respecto antes de terminar la escritura del guion?

La realidad es que el tema alrededor del que gira esta película es ancestral. Existe mucho material sobre la obsesión, la vanidad y sus peligros. Para mí era importante hacer una película en la que este mundo se viera como uno casi religioso o ritual, donde la obsesión y la búsqueda de la belleza se mostraran como un tipo de brujería o alquimia. Eso me permitía representar el mundo de la belleza como uno habitado por lo sobrenatural, en el que sus personajes fungen como demonios y brujas. Me interesaba mostrar cómo estos personajes se vuelven obsesivos y controladores.

-Noté que en esta película optas por muchos planos abiertos y lentes anamórficos. Conforme la película avanzaba, esta decisión me parecía cada vez más interesante porque, en cierta manera, el mundo de la moda y la belleza funcionan así, mostrando la majestuosidad de una imagen desde la superficialidad e ignorando los detalles o las grietas que veríamos si nos acercáramos más. ¿Dirías que esa es una decisión estética que hayas hecho conscientemente?   

Como ya te dije, a mí me interesaba mucho resaltar el aspecto de la brujería, lo sobrenatural y lo ritual, por eso la película está iluminada de una forma tan particular y espectral. Era importante que las imágenes apoyaran esta noción de que la belleza es una especie de súper poder. Así que, en efecto, la mayor parte de la película fue planeada y diseñada con la intención de representar a estos personajes como unos obsesivos, sedientos de atención y estima.

-Hoy en día las películas más populares y los blockbusters se enfocan en lo fantástico, lo sobrenatural y todo aquello que rebasa nuestra concepción de lo que es humano. Como muestra, el rotundo éxito del cine de súper héroes; ¿por qué crees que el público, e incluso tú como cineasta, sentimos esa fascinación por realidades de este tipo o incluso la simple idea de su posible existencia? ¿Por qué crees que nos atrae tanto creer que esta realidad es sólo una fracción de algo más grande?

Como público o como director yo creo que es una de las principales razones por las que recurrimos al cine y al arte en general. Más allá del aspecto de entretenimiento, creo que las películas nos permiten echar un vistazo dentro de mundos alternos. Hay quien se refiere a esto como una especie de escapismo o una odisea, ¿me explico? Para mí la idea de ver versiones más elevadas o exponenciadas de la vida es casi una necesidad humana, porque nos permite creer que hay algo más allá de la realidad. Nos da la ilusión de que existen más opciones.

-¿Eres alguien que crea en esos temas? ¿Te consideras un creyente de los fantasmas, la brujería y las maldiciones, o simplemente es algo que te gusta usar como un elemento dramático, que te abre la puerta a temas más oscuros y profundos?

Claro que soy un creyente de lo sobrenatural. Mi vida gira mucho en torno a esos temas porque mi hija tiene poderes sobrenaturales. Ella puede ver fantasmas y portales a otros mundos.

-¡Wow! ¿Es en serio?

De verdad. Por eso lo sobrenatural es algo que quería explorar, porque forma parte de mi día a día.

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-Tengo entendido que sueles filmar en orden cronológico y El Demonio Neón no fue la excepción. También me enteré que Elle Fanning tiene muchos momentos en pantalla que nacieron de la improvisación y que incluso la escena final fue concebida de esa forma. ¿Cómo das espacio en el rodaje para esos momentos? ¿La improvisación es algo que se tenga contemplado desde la planeación del rodaje o nace en el set?

La verdad no dejo mucho espacio para la improvisación. Mucho menos es algo que planeo, aunque no me cierro a la posibilidad. Como bien dices, siempre filmo en orden cronológico porque le permite a mis actores desarrollar al personaje con más facilidad. Eso permite que la evolución sea verdadera. Es un proceso mucho más natural. Así que, aunque no planeo la improvisación, filmar de esta forma me permite abrir la puerta a que la película tome rumbos distintos a los planeados. Cuando filmas de esa forma, yendo de un punto A a un punto B, las posibilidades de que el punto B se mueva en el trayecto son infinitas. Así que, aunque no planeo abrir esas puertas, siempre que se aparecen les doy un buen recibimiento y les permito existir. Así que no, en realidad yo no diría que se trata de improvisación como tal, porque no soy muy fanático de esa técnica, aunque sí dejo que los actores tomen decisiones sobre sus personajes porque al final son ellos quienes están viviendo esa evolución y creando sobre la marcha. Es como un lienzo en el que cada quien tiene su propia brocha.

-¿Ese tipo de colaboración, en el que tus actores toman decisiones sobre lo que ya has escrito, es algo que también dejas que ocurra en aspectos más técnicos? Porque no es ningún secreto que la música y la fotografía son aspectos a los que les prestas mucha atención. ¿Dejas que las personas detrás de estos aspectos también puedan aportar cosas nuevas ya en el set?

Con Cliff (Martínez) tengo una relación muy fuerte. Esta es mi tercera película en la que él colabora en lo musical y siempre nos tomamos mucho tiempo puliendo y dándole nuevos giros a su trabajo durante la post producción. Lo mismo ocurre con mis directores de fotografía. Con ambos paso mucho tiempo y les dejo claras mis ideas pero finalmente se trata de un trabajo en el que la toma de decisiones se hace en equipo. Para mí se trata de que tanto yo como ellos nos inspiremos para dar lo mejor, así que siempre hay oportunidad de hacer algo distinto a lo planeado, siempre y cuando sea superior a lo que originalmente teníamos en mente.

-Cuando vi la película lo primero que me vino a la mente fue la canción Vogue de Madonna… 

(Risas)

-En esa canción hay unas líneas en las que ella se refiere al mundo de la moda y la belleza como aquel en el que algunos escapan para encontrar una mejor versión de ellos mismos. También lidia mucho con la necesidad humana de atención y la vanidad. Habla sobre cómo somos capaces de habitar un mundo banal y desmoralizado, siempre y cuando recibamos halagos a cambio.  

Por supuesto. Tienes razón…

-¿Y por qué crees que la gente está tan necesitada de atención? Digo, seamos sinceros, tú eres un provocador y un ególatra al igual que otros autores como Lars Von Trier, por irme al más obvio en este momento, y mucho de lo que haces detrás de cámaras o como figura pública es parte de un performance, así que no es un tema con el que no estés familiarizado…

Sí, lo soy… (Risas)

-¿Por qué hasta ahora es que te decidiste por explorar esos temas y por qué crees que el ser humano busca la aprobación y la atención de una forma tan enfermiza?

Yo creo que en cierta medida todos tenemos nuestro lado narcisista. En mi caso se lo adjudico al lado creativo. Ser creativo me convierte en un exhibicionista. Crear es un acto nutrido principalmente por el ego. Es de lo más pretencioso que hay y para crear tienes que ser tremendamente pretencioso como persona. Por eso soy un maniático del ego, un narcisista y exhibicionista, porque esos son los componentes de la creatividad. Por otro lado, el acto creativo es un acto de movimiento, un acto reactivo o que busca una reacción. Vivimos hoy en día en una época donde el narcisismo ya no es visto como una maldición o algo reprobable. Yo creo que el narcisismo es algo positivo. Por eso nos estamos enfrentando a un mundo completamente nuevo. Se trata de un mundo que ha evolucionado y donde las apariencias son lo que rige nuestras vidas.

-Últimamente la industria del cine se encuentra en lo que parece un bache creativo. Un bache del ego, si nos casamos con las ideas que acabas de exponer. Esto ha llevado a que existan remakes, reboots y cualquier cantidad de reciclaje en la pantalla grande. Imaginemos un escenario en el que un estudio te condiciona tu proyecto más ambicioso a cambio de obligarte a realizar un remake. ¿Qué película te gustaría revivir? 

¡Ugh! ¡Qué horror! No creo que podría hacer algo así. Para mí es mucho más divertido trabajar con ideas propias. Eso no significa que no sea válido inspirarse en el trabajo de alguien más. Yo lo hago mucho. El asunto es que para mí el gran placer del proceso creativo es formar parte del origen de algo nuevo. Pero mejor no digo más, porque no sé cuánto tiempo pueda decir que no a esa posibilidad. Uno nunca sabe a dónde lo puede llevar la vanidad.