Cuando lo conocemos, David Packouz (Miles Teller) vive una existencia gris. Apenas en la primera mitad de sus 20s, el joven estadunidense depende de darle masajes a hombres ricos para sacar adelante a su familia en formación, conformada por su joven esposa (Ana de Armas) y un bebé aún en gestación. Pero Packouz no está satisfecho ni mucho menos orgulloso de lo poco que tiene para ofrecerles y, con más fracasos que éxitos, suele buscar negocios alternativos para sacar un poco más de presupuesto que lo ayude a vivir con menos angustias. Es durante uno de sus intentos alternos que acude al funeral de un amigo de la infancia y, viéndose envuelto en preguntas que lo hacen cuestionarse aún más el rumbo de su vida, se reencuentra con otro de sus amigos de antaño, el infame Efraim Diveroli (Jonah Hill).
Diveroli, a diferencia de Packouz, exuda éxito y confianza. Convertido en vendedor de armas y dueño de una comentada aunque para entonces tácita mala fama entre sus conocidos, con quienes hace tiempo no tiene contacto, Diveroli pronto retoma su amistad con Packouz, a quien convence de involucrarse con él en el negocio de las armas, explotando su metódica forma de trabajar en beneficio de su experiencia y arrojo en el campo laboral que les concierne.
Así, convertidos en un “dream-team” de inicialmente sólo dos personas, logran apropiarse de un contrato millonario durante uno de los mandatos presidenciales de George W. Bush, cuando éste abrió la competencia a cualquiera capaz de solventar ese tipo de negocio y dispuesto a abastecer a sus tropas con todo y los riesgos inherentes del mismo.
Inspirada en una historia real, de la cuál emana el texto que dio origen al guion, publicado originalmente como un reportaje de Guy Lawson en la revista Rolling Stone de Estados Unidos, la nueva película de Todd Phillips (¿Qué pasó ayer?, Road Trip) no sólo bebe del imaginario de películas recientes como La Gran Apuesta (Adam McKay, 2016) o la inmediata referencia El Lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013) sino que se ayuda del talento natural de sus protagonistas para elevar el material y darle una frescura a su tratamiento.
Como las referencias mencionadas, Amigos de Armas recurre a cortes rápidos, un soundtrack que de inmediato sirve para explicitar el momento histórico de los hechos (ocurridos entre el 2003 y el 2005) y un guion que sigue al pie de la letra los convencionalismos de las biopics sobre mentes maestras del mundo criminal (el ascenso al poder y su inevitable caída, con referencias directas a Scarface, de la que Diveroli es fanático). Pero aun sintiéndose como una fórmula familiar, es el exquisito trabajo de sus protagonistas (de entre los que Hill sobresale como el demente Diveroli, en un papel que lo pone a la par de su co estrella en el filme mencionado de Scorsese) y la libertad en términos de improvisación (especialidad también de Hill) que el material termina por robustecerse sin necesariamente abandonar su línea comercial y complaciente respecto al gran público al que se dirige.