¿Qué diferencia a un chef de un artista? La delicia de un platillo puede inspirar a su comensal de colocarle en dicho estatus pero, más allá de esto, conocer qué inspira a un chef y qué le motiva a buscar nuevos sabores y presentaciones para sus creaciones nunca había sido tan dramático como en Chef’s Table: France, la continuación de la serie original de Netflix, que en esta ocasión presenta cuatro interesantes historias sobre la cocina gala contemporánea, propensas a desatar el hambre y las lágrimas de sus espectadores.
Los aciertos de esta miniserie documental son varios, y uno de los principales es que no se dejan llevar (del todo) por el cliché de irse con los chefs más famosos de Francia, sino que optan por contar cuatro historias de gente siendo subversiva en lo que le gusta y es buena: la de Alain Passard, que decidió dedicarse a la cocina vegetariana; el dramático caso de Alexander Couillon, que hizo de su remota ciudad natal un destino culinario; Adeline Grattard, una chef que se abrió paso en una profesión machista (lo cual los mismos chefs subrayan en varias ocasiones); y Michel Troisgros, quien decidió retar a la tradición familiar en sus platillos.
Aunque algunas historias tienen mayor fuerza que otras, la serie no se queda con el lado más superficial de la comida, sino que busca reflejar lo que para sus cocineros significa cada platillo: una manera de expresarse, y a la vez de hacer feliz a la gente. De ahí que vemos casos donde una frustración de la adolescencia o un desastre natural son magníficamente conceptualizados con sólo unos ingredientes sobre un pedazo de porcelana.
Las posibilidades son infinitas, ya que un común denominador entre las cuatro historias es la reticencia de sus autores de utilizar recetas, por ejemplo, lo que le da una gran espontaneidad a los platillos que logra sentirse en pantalla. Además, a los protagonistas de esta serie les apasiona recabar experiencias alrededor del mundo, lo que tiene un gran agregado no sólo por la cultura culinaria que les aporta, sino por una apertura a otras experiencias en general que toman y moldean en su cocina para los clientes en sus restaurantes. Basta ver el caso de Troisgros, quien después de ver una pintura minimalista en Italia, decide imitar los movimientos del pincel con su cuchillo sobre un postre.
Todo esto no podría percibirse de un modo certero sin el gran gusto que tuvo esta producción, tanto visual como musicalmente; a veces recae en lo cursi, pero en otras la fuerza de los violines hace sincronía con la furia de los cocineros, creando un gran momento de vértigo. Una cocina es una zona de guerra, y los chefs parecieran jugar el papel del estratega que tiene todas las condiciones en su contra.
Con un gran inicio que, desafortunadamente, pierde fuerza en su final, los cuatro episodios de la tercer temporada de Chef’s Table constituyen un material obligatorio para todo amante de la gastronomía y de los dramas bien sazonados. Véase después del almuerzo, o van a sufrir.