“Mira a tu alrededor, a donde voltees hay corazones adoloridos. Están en donde vayas. Intentas todo por escapar al dolor que conoces en tu vida. Cuando todo lo demás falla, deseas ser algo mejor de lo que eres hoy…”. Hace 26 años Madonna hablaba así de la vacuidad del mundo de la moda en la popular canción Vogue; un medio donde las apariencias son lo más importante y cualquier profundidad, artística o emocional, pasa al segundo plano.
Bajo esta misma óptica pero acuñando la frase “la belleza no lo es todo, es lo único”, el director danés Nicolas Winding Refn (Bronson, Drive) regresa tras el fracaso crítico de Sólo Dios Perdona (2013) con su primera película primordialmente femenina, aunque sin dejar de lado sus manías y gusto por la violencia, la perversión y la maldad humana como principal objeto de estudio. Así, enfocándose en la historia de una joven con aspiraciones hacia convertirse en súper modelo, el director se sirve de la frivolidad latente en el mundo de las pasarelas y los reflectores para, una vez más, exponer la latente vileza de un planeta consumido por el ego y la superficialidad como principal motor.
“Un diamante en medio de un mar de cristal”; así es como el diseñador Roberto Sarno (Alessandro Nivola, en un papel desacreditado pero indeleble en la película) se refiere a Jesse (Elle Fanning, espectacular en todos los sentidos), la joven protagonista de El Demonio Neón (2016), su aparente inocencia y la cualidad que esto representa en el mundo de la moda estadunidense. Pero, como ya se mencionó aquí, se trata de un mundo donde nada es lo que aparenta. Para ello el director se sirve de su astucia y su experiencia, presentándonos en Jesse un personaje en el que confiamos a ciegas, de una pureza casi inmaculada y virginal, donde su pasado es asumido e incluso impuesto por lo poco que su aspecto nos deja ver.
Pero, lejos de la imagen que como espectadores tenemos de ella, el competitivo medio en el que se desenvuelve no deja pasar en vano sus cualidades como algo envidiable por el resto de las modelos quienes, ante su amenazante llegada, deciden llevarla lentamente a un punto de quiebre que va develando ese demonio que Jesse, como el resto de la humanidad, tiene reservado para luchar ante la adversidad.
Recurriendo a su conocida estética sobre estilizada, Winding Refn hace un retrato preciso de la industria de la moda, aunque dándose las libertades creativas necesarias para convertir este relato moral en algo que, como sus personajes, oculta una despreciable naturaleza por debajo de sus hipnóticas capas. Planos abiertos que en su majestuosidad ocultan los repulsivos detalles reales de un medio donde sus principales miembros disfrazan almas putrefactas, carcomidas por la envidia nutrida de un ambiente donde incluso lo más natural, como envejecer y sus consecuencias, de inmediato las convierten en artículos desechables, intercambiables y rápidamente olvidables. Sí, el Winding Refn que extrañábamos está de vuelta.