Algo que ha caracterizado a J.J. Abrams, más allá de los comparativos con sus mentores como George Lucas o Steven Spielberg, es su comprobada capacidad para revivir franquicias cinematográficas. Ya sea como productor o director, su involucramiento en proyectos como Misión Imposible, Star Wars y muy pronto la adaptación del clásico Westworld (Michael Crichton, 1973) a la televisión, no sólo le ha valido la aceptación de grandes audiencias, sino que también ha demostrado que más allá de las carencias creativas a las que Hollywood se enfrenta, con infinidad de refritos o re imaginaciones de clásicos de la pantalla grande, la verdadera crisis de este medio yace en una falta de pasión y originalidad a la que su popular obra ha hecho frente con resultados admirables.
Así, volviendo al universo creado hace 50 años por Gene Roddenberry, aunque ahora únicamente como productor, Abrams nos pone de regreso en el interior de la nave Enterprise en el tercer episodio de la reciente serie de películas alrededor de su tripulación, comandada por el Capitán Kirk (Chris Pine) y su siempre fiel aliado Spock (Zachary Quinto), en una aventura que sin duda desvanece cualquier duda que pudiera existir respecto a si Star Trek mantendría su frescura sin él en la silla de director.
“Esto empieza a sentirse episódico”, confiesa Kirk en una de las primeras escenas de Star Trek: Sin Límites (Justin Lin, 2016) y, aunque su comentario resuena en el espectador (porque, en efecto, cada película de este reboot es como un episodio extendido), lejos de sentirse como una desventaja, demuestra el respeto que la gente comandada por J.J. Abrams tiene hacia el formato original de las aventuras del Enterprise que, en esta ocasión, debe hacer frente a una nueva amenaza que pone en riesgo a la Federación Unida de Planetas e incluso a la tripulación liderada por Kirk y Spock, quienes tras un desafortunado incidente (provocado por Idris Elba, completamente desaprovechado como el villano Krall) deben hacer frente a la adversidad de un planeta lejano por separado.
Es a partir de la desintegración del equipo que Kirk, Spock, ‘Bones’ McCoy (Karl Urban), Scotty (Simon Pegg, quien también participa aquí como guionista), Sulu (John Cho), Chekov (el finado Anton Yelchin), Uhura (Zöe Saldana) y el resto de la tripulación se ven envueltos en una odisea por reagruparse y reconstruir su nave, para lo que convenientemente encontrarán una aliada en Jaylah (Sofia Boutella), una de las habitantes del extraño lugar en el que han quedado varados. Así, por primera vez en esta nueva saga dentro del universo de Star Trek, el guion permite profundizar en las particularidades de cada miembro del Enterprise, valiéndose de las pequeñas interacciones entre sus aislados personajes para ‘humanizarlos’ y en cierta medida moldear sus personalidades, aunque nunca olvidando las secuencias de acción intergaláctica a las que esta saga es fiel.
Este último elemento resulta toda una curiosidad tomando en cuenta que se trata de una película dirigida por Justin Lin quien, habiendo cuatro de las siete películas dentro de la franquicia de Rápido y Furioso, resulta la principal revelación en esta entrega de Star Trek. Mucho del mérito, debemos reconocerlo, viene principalmente del guion escrito por Doug Jung y Simon Pegg (a quien recientemente entrevistamos) quienes, siendo fanáticos confesos de los personajes creados por Roddenberry, parecen haber abordado esta película con un cariño y conocimiento del tema bastante especiales, logrando que no obstante lo episódico y familiar que pueda resultar el argumento que echa a andar la película, al menos la dota de elementos y guiños que, tanto a los fanáticos más experimentados como a los más nóveles, hacen de Star Trek: Sin Límites un producto que cumple con su misión primordial: Entretener.