Hace 12 años, el cineasta norteamericano Jared Hess se posicionó como uno de los talentos emergentes más interesantes dentro del género de la comedia con la maravillosa Napoleon Dynamite (2004). Dueño una austeridad visual y narrativa que rayaba en el minimalismo, aunque dotado de ciertos elementos kitsch que nutrían su visión sobre lo que en Estados Unidos se conoce como midwestern America (hogar de rednecks y la gran mayoría de los ahora votantes de Trump), el entonces debutante director siguió su opera prima con la menos efectiva aunque no por ello desechable Nacho Libre (2006), enfocada para un público más joven y situada en México, con Jack Black en el papel de un bonachón sacerdote que secretamente se lanza como luchador por las noches, inspirado por la historia real de Fray Tormenta, un sacerdote mexicano que usaba sus ganancias en el ring como apoyo para su parroquia.
Después de eso todo fue en picada para Hess quien, con varios fracasos (críticos y comerciales) como Gentlemen Broncos (2009) o Don Verdean (2015), nunca logró igualar sus dos primeros esfuerzos, haciendo que la fe en él lentamente se diluyera hasta casi perderse. No obstante, la verdadera calidad e inventiva de sus dos primeras películas (más Napoleon Dynamite que Nacho Libre, sinceramente) nunca han dejado de brindarle cierto beneficio de la duda a cada uno de sus proyectos (basta ver los elencos que en cada una ha logrado armar para justificar mi punto). Es por ello que cuando Mentes Maestras (2016) fue anunciada, originalmente planeada con Jim Carrey en el rol protagónico, la curiosidad por ver a Hess intentarlo de nuevo permanecía ahí. Pero…
Inspirado nuevamente en uno hecho verídico, el director se niega a abandonar esa visión de la mediocridad americana que ha caracterizado gran parte de su obra y de la que proviene gran parte de su humor (quizá sea Nacho Libre su película menos condescendiente y más empática con sus personajes). Es así que Hess cuenta la historia real de David Ghantt (Zack Galifianakis), un perdedor encargado de resguardar una camioneta de valores, y cómo la llegada de Kelly (Kristen Wiig) como su compañera pondrá en juego su rectitud personal y profesional por igual cuando logra convencerlo de llevar a cabo el que en 1997 se convertiría en el mayor robo de dinero en efectivo (17 millones de dólares) en la historia de Estados Unidos. Y éste es apenas el inicio de una ola de problemas para David, que involucran a un inepto asesino a sueldo (Jason Sudeikis, también de lo mejor del elenco), un ladronzuelo traicionero (Owen Wilson) y una agente del FBI tras de él (Leslie Jones, nuevamente desaprovechada como en Cazafantasmas).
Si bien la premisa es interesante y en ocasiones Hess opta por dejar de lado su humor seco y su estética extravagante por encontrar un tono más cercano a, digamos, Fargo de los Coen (guardando proporciones, claro), su debilidad por un humos ‘de pastelazo’ y en ocasiones infantil resulta contraproducente.
A ello tampoco ayuda la elección de Galifianakis, quien parece encasillado en personajes estrambóticos cuyo humor viene más de la sorna que de verdaderamente habitar la situación del perdedor que interpreta, lo cual es lamentable tomando en cuenta que recientemente ha mostrado un lado más humano (sin dejar de lado la comedia) en trabajos como la serie Baskets, en la que interpreta a un mimo entrenado en París pero relegado a ser un payaso de rodeo. Resulta entonces doloroso que esta serie parezca un simbolismo de en lo que su carrera en la pantalla grande se ha convertido.
En resumen, si bien Mentes Maestras no es una película completamente despreciable, su principal problema recae en inconsistencias tonales y un desaprovechamiento de su elenco, aquí muy apegado a un guion que nunca sabe si quiere ponerse del lado de sus protagonistas mostrando empatía o simplemente hacer mofa de su ineptitud, convirtiéndolos en simples estereotipos.