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Por Fernando Santoyo Tello / @FdoSantoyoTello

Recientemente Alonso Díaz de la Vega escribió aquí mismo, en Cinema Móvil, sobre la nueva forma de distribución del cine a nivel mundial, y cómo ésta podía convertirse en una buena aliada para el muchas veces vapuleado cine mexicano; el streaming, -dígase Netflix, Amazon, Hulu y demás plataformas VOD-. Como él apuntaba en su texto, esto ya pasó de ser un experimento a ser una realidad palpable.

El mejor ejemplo, también citado por Díaz de la Vega, es que Martin Scorsese ha decidido recurrir al gigante del streaming, Netflix, para distribuir su próximo proyecto; la anhelada cinta de gángsters The Irishman (2018), que contará con ni más ni menos que Robert de Niro, Al Pacino, Harvey Keitel y probablemente Joe Pesci encabezando el elenco. Lo llamativo aquí es que Scorsese, siendo uno de los principales defensores del cine en su formato más clásico (ya sea la filmación en 35 mm o su proyección en una sala de cine), haya decidido ceder ante la idea de estrenar en formato casero y no en las grandes pantallas, como es sabido que a él le gusta. La razón principal de su decisión radica en que ha comprendido que estamos en un tiempo en el que, para filmar lo que se quiere y cómo se quiere, definitivamente el sistema que los grandes estudios manejan ya no representa la mejor opción, y las alternativas a través de las compañías de streaming, como la citada, son la única forma de salvar ciertos proyectos.

Pero no sólo Scorsese ha sido salvado por la compañía, hace poco también rescataron la versión americana del manga Death Note, que contará con la actuación de Willem Dafoe, así como también lo han hecho con algunas series de televisión, tales como Arrested Development, The Killing y Wet Hot American Summer, por citar algunas. La compañía con sede en Los Gatos, California, vio que existía un gran mercado entre las series a las que la televisión convencional les había dado la espalda; así fue que se empezó con la producción y compra de material que difícilmente tendría cabida en los modelos de negocios de las grandes distribuidoras, sean de cine o televisión.

En el año 2014 Netflix incursionó también en el séptimo arte, en un principio con la producción de películas arriesgadas o de factura modesta. El modelo les funcionó y, por citar uno de sus primeros grandes proyectos cinematográficos, fueron ellos los artífices de la joya Beasts of no Nation de Cary Fukunaga, que fue protagonizada por Idris Elba. A esto se sumó uno de sus principales acuerdos, que serviría de base para lo que vendría en el futuro; sin duda su contrato con Adam Sandler para producir cuatro cintas originales fue el primer gran paso pues, nos guste o no el trabajo del comediante, definitivamente se trata de alguien que tiene tirón en la taquilla. El simple hecho de que una estrella como él limitara sus nuevos proyectos a la plataforma digital sin duda fue una valiente y muy inteligente jugada que marcaría el paso de ahí en adelante, no sólo de Netflix como estudio y distribuidor, sino también del cine como lo conocíamos hasta entonces.

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Recientemente el presidente de Netflix, Reed Hastings, fue muy claro al demeritar el sistema de los exhibidores de películas en el mundo entero. La revista Variety fue la que, en una sesión de preguntas y respuestas, sacó a colación sus declaraciones, en las cuales remarcaba que en los últimos 30 años las salas de cine no han evolucionado, entregando los mismos resultados y las mismas prácticas, un aspecto que su empresa de streaming busca contrarrestar a través de nuevos sistemas y dándole una ventana a todas las películas, no obstante su procedencia -independiente o amateur-, ya que los complejos cinematográficos de hoy en día prefieren dedicar todas sus salas y pantallas a los blockbusters que poco o nada aportan al cine como expresión más allá del entretenimiento, dejando a proyectos más humildes sin cabida en una carrera comercial.

Aunado a esto, el conflicto entre las cadenas de cines y el gigante del streaming se ha incrementado, ya que para la compañía digital es cada día más importante tener los estrenos apenas unos días después de su estreno comercial en salas. Esto no ha caído del todo bien a los exhibidores, ya que aseguran es una movida que mermará considerablemente sus ganancias y, por ende, también los estudios empezarían a perder dinero.

Lo más alarmante para exhibidores y estudios es que esto ya ha comenzado a ocurrir y cada vez con más frecuencia. No sólo eso, también Netflix ha comenzado a crecer a pasos agigantados como estudio de cine, pues para este 2017 han dejado atrás las limitantes de sólo producir material original y de presupuestos limitados, para así comprar también cintas independientes de festivales como Sundance para su distribución. Además de esto, este año se estrenan en el terreno de producciones más costosas, como la nueva cinta de Brad Pitt, titulada War Machine, que tiene un presupuesto que ronda los $60 millones de dólares; o Bright, el nuevo trabajo del director David Ayer, que lo vuelve a juntar con Will Smith tras Suicide Squad, y que además tiene un presupuesto de $90 millones de dólares -una súper producción en toda la regla-. Esto sin duda nos demuestra que la empresa ya entró de lleno a la producción y dificilmente parará, pues no hay que tener una bola mágica para sugerir que esto es el reflejo de un modelo redituable, en el que no sólo sorprende el elenco de ambas, sino que también les dará la exclusividad y el estreno antes que nadie.

Teniendo a Brad Pitt, Will Smith y Martin Scorsese entrando al sistema del streaming, es un hecho que el juego en Hollywood está cambiando. Poco a poco son más las estrellas y leyendas que han cedido ante estas nuevas prácticas, y eso no cambiará a menos que los exhibidores o los estudios decidan cambiar su modelo de negocios y empiecen a innovar de alguna manera. Quizás, por ejemplo, pensar en una alianza entre las grandes distribuidoras y estas plataformas digitales sería una buena medida. Basta recordar que fueron precisamente estas empresas de streaming las que aniquilaron los videoclubs alrededor del mundo.

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Si los estudios y las cadenas de cine no espabilan, es muy factible que un descenso considerable en sus finanzas comience y, en el peor de los casos, lleve a varias de estas empresas a la quiebra. Como recordatorio está la historia de Blockbuster, que cuando recibió una oferta de la entonces nueva empresa Netflix para asociarse, provocó las risas de los ejecutivos del emporio de renta de películas, quienes aseguraron que la plataforma digital no tenía futuro alguno. En contraste con aquella visión, basta recordar que hoy en día han desaparecido casi por completo los videos en formato físico, al mismo tiempo que la empresa de streaming aglomera ya más de 81.5 millones de suscriptores en el planeta, según sus datos revelados al final del año 2016.

Se dice que el cine es mejor en las salas, y aunque definitivamente el ritual de asistir a ellas posee una magia especial, que involucra el hecho de sentarse en medio de la oscuridad ante una pantalla gigante y con un sonido envolvente, la realidad es que los tiempos y formas de consumo han cambiado. Desde que en los años ochenta hicieron su aparición las videocaseteras, el cine en casa ha ido comiendo terreno y ahora, con la llegada de las plataformas digitales, es un fenómeno que se ha acrecentado, provocando que la gente cada vez salga menos a un complejo cinematográfico.

Esto ha dado comienzo a una nueva era de negociaciones -muy en primera fase- entre las cadenas de exhibición y los grandes estudios de cine, como se reportó en la más reciente CinemaCon, que se realiza en Las Vegas. CinemaCon es una expo de exhibidores y estudios, donde se trata de dar avances de próximos estrenos y lo nuevo en el mercado para salas de cine. Según Variety, seis de los siete principales estudios de cine están a favor de crear un sistema de alquiler, de 30 a 45 días después del estreno en salas, a un costo mayor al de una entrada de cine. Esta medida, sugieren, se tomaría para no matar por completo la taquilla. La única empresa que se opone a este cambio es Disney, en gran medida porque son ellos quienes más han ganado en los últimos años en las taquillas, como consecuencia de la exitosa alianza con franquicias como las de Marvel y Star Wars.

Caso contrario al de Disney es el de un estudio como Universal, quienes se han mostrado más que a favor de este tipo de medidas, buscando incluso reducir el tiempo para la llegada de estos estrenos digitales a no más de 20 días después de su paso por las salas. Los exhibidores ven con buenos ojos estas negociaciones, aunque ponen algunas condiciones, como el hecho de que este plan de alquileres y el modelo actual de distribución no se alteren en los próximos cinco a diez años.

Pero, entonces, ¿estamos de verdad ante la muerte de las salas de cine como las conocemos? Decir que sí sería muy exagerado a estas alturas, pero definitivamente han ocurrido muchos cambios en el último par de años. Gracias a las compañías de streaming, los exhibidores y los grandes estudios de cine han tenido que abandonar su zona de confort y ponerse a trabajar en la búsqueda de acuerdos que podrían incluso generar cambios en pro de los cineastas más independientes, el cine de autor, los contenidos originales y, más importante, del público. Por ahora, sólo el tiempo y la tecnología tienen la respuesta ante esta interrogante.

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