Por Juan Tolentino / @JannTM
Cuando se acaba de ver The Discovery (Charlie McDowell, 2017), el término “sentimientos encontrados” no podría describir mejor el momento. Aunque la nueva producción de Netflix hipnotiza desde sus primeros instantes, y se llega a un clímax bastante atractivo para tratarse de una cinta de ciencia ficción de carácter independiente, la conclusión puede polarizar opiniones debido al pecado que cometen muchas cintas del género: Ofrecer respuestas a su público.
Para justificar esto, primero hay que remitirse a la trama: Thomas (Robert Redford), un dedicado y renombrado científico, ha descubierto que, cuando una persona muere, una parte de su conciencia deja el cuerpo y viaja hacia un nuevo plano. El mensaje enloquece al mundo: La vida después de la muerte se confirma, lo cual desencadena una ola masiva de suicidios por conocer qué hay más allá.
Un año después de lo que llaman “El Descubrimiento”, los hijos de Thomas, Will (Jason Segel) y Toby (Jesse Plemons), trabajan en su otrora casa junto a Isla (Rooney Mara) y una suerte de culto de suicidas rehabilitados, para crear una máquina que les ayude a resolver la pregunta más importante: ¿Qué ocurre después de que morimos?
Sobra recalcar lo ambicioso de la trama, y por ello uno de los aciertos del director es enfocarse en el efecto que tiene “El Descubrimiento” en las personas. Dado que hay vida después de la muerte, ¿por qué no adelantar las cosas? ¿Qué les detiene en este mundo si se puede tener una segunda oportunidad? Esto va muy en tono con el carácter nihilista que impregna tanto la historia, como los personajes y las situaciones en las que se hallan para tener respuestas.
El potencial de The Discovery es grande y da paso a muchas lecturas, como la del acto de vivir por mera inercia e incluso un ejercicio de reflexión sobre el valor de la vida misma, sabiendo de antemano que hay un más allá. La cinta opta por propiciar dicho ejercicio de manera interna en el espectador, aspecto que se asumirá logrado para aquellos con el don de la paciencia; no obstante, una vez llegado el clímax, todo va cuesta abajo, no obstante las acertadas decisiones que se toman en materia de dirección, actuación y fotografía, elementos que nos trasladan a una especie de purgatorio, debatiéndonos hacia dónde ir.
Como señalamos líneas arriba, uno de los pecados de varios materiales sci-fi es crear enormes interrogantes para los cuales no tienen una respuesta convincente; en el caso de The Discovery, habrá quienes queden satisfechos con los últimos giros del filme, y otros tantos que quizá lo vean como algo innecesario. El objetivo de la cinta al inicio se percibe claro: Cuestionar el valor de la vida en función de qué tanto nos importa la muerte. Pero conforme la cinta avanza, este eje se diluye.
Aunque la historia es fascinante, con un ritmo que oscila entre el drama y el humor negro, e interrogantes que dan paso a un profundo ejercicio mental, The Discovery seguramente dividirá opiniones a partir de su segunda mitad. Este efecto final trae a la mente el tip de oro que una versión de Robert McKee (interpretado por Brian Cox) suelta en Adaptation (Spike Jonze, 2002): “El último acto hace al filme. Impresiónalos al final y será un éxito”.
NOTA: La película anterior de Charlie McDowell, titulada The One I Love (2014) también puede ser vista en Netflix.