Seleccionar página

7

Por Fernando Santoyo Tello / @FdoSantoyoTello

Las casas embrujadas en el cine de terror son cosa común, más cuando el “embrujo” se da gracias a cruentos asesinatos ocurridos en la susodicha vivienda años, décadas ó hasta siglos antes. Se trata de una de las fórmulas más efectivas del género, que ha dado grandes exponentes del cine de horror y para pruebas están Amityville, Poltergeist y recientemente la saga de El Conjuro. Por eso, cuando vemos que la cinta La Maldición de Villisca (Tony E. Valenzuela, 2016) retoma unos asesinatos reales ocurridos en un pueblo de Iowa en 1912, todo parecería indicar que nos encontraremos con otra genérica cinta de terror que sigue la formula al pie de la letra, que mínimo brindará lo que se espera de un producto así.

Para desgracia de los espectadores ni siquiera esa promesa tan pobre se cumple y, además de no aportar absolutamente nada nuevo, la película opera con desgano, entregando un resultado que raya alarmantemente en el cine más amateur posible. La película es tediosa y aburrida a pesar de que dura poco más de una hora y diez minutos. Esto se debe en gran medida a un elenco que se percibe poco profesional, donde su rostro más conocido es Conchata Ferrell (mejor conocida como Berta, la ama de llaves de Charlie Sheen en el sitcom de Two and a Half Men). El resto del elenco son rostros jóvenes que se limitan a hacer lo que los cánones del género dictan; discutir estúpidamente, investigar torpemente, tomar malas decisiones y gritar o decir groserías en situaciones límites.

El guionista Owen Egerton desperdicia una historia más interesante, como lo es el caso real de los asesinatos ocurridos en Villisca Iowa el siglo pasado, y en su lugar decide traer los acontecimientos a la época actual, ceñido a una historia de investigación más, en la que tres adolescentes deciden realizar una visita a la casa donde ocurrieron los acontecimientos para comprobar manifestaciones sobrenaturales.

En realidad el guión es uno de los mayores culpables del fracaso de esta propuesta, pues su director tiene algunos destellos de talento a lo largo de la película, sobre todo en una escena en la que logra arrancar un buen susto (la única de todo el conjunto para ser justos). El estilo visual y la casona son efectivos y de los pocos aspectos a destacar aunque, por si fuera poco, ni siquiera hay buenos momentos gore que ayuden a olvidar sus fallas y limitantes con la siempre agradecida ración de sangre, decapitaciones y vísceras. A esto sumemos una mitología atropellada y sin el desarrollo que debería para elevar el producto final, así como una evidente falta de presupuesto, aspecto que sobresale más de lo que  debería, pues otras cintas humildes del género han demostrado que no siempre se necesita mucho dinero para realizar una buena exponente, como hace poco lo comprobamos con La Morgue (Andre Ovredal, 2016).

Como dato curioso y tal vez su aspecto más reconocible está el hecho de que es de las primeras producciones de Youtube lanzándose a experimentar en el cine aunque, si con productos así buscan competirle a gigantes del streaming como Netflix, su futuro en este negocio tiene los días contados.