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Por Fernando Santoyo Tello / @FdoSantoyoTello

La etnicidad en Hollywood siempre ha sido un tema espinoso. A pesar de que año tras año esto ha ido mostrando avances, la realidad es que seguimos viendo casos en los que los estudios prefieren dar papeles correspondientes a una etnia diferente para actores anglosajones, deviniendo así en un término conocido como “whitewashing”.

No hay una defensa clara ante este hecho. Siempre será incomprensible por qué John Wayne interpretó a Genghis Khan en El Conquistador (Dick Powell, 1956), o por qué David Carradine hizo el papel que Bruce Lee creó para él mismo en la serie televisiva Kung Fu. Incluso Johnny Depp haciendo de indio en El Llanero Solitario (Gore Verbinski, 2013) es un ejemplo reciente de estos terribles descuidos.

Y es que, aunque los productores siempre se han querido escudar en la diversidad y la globalización que vivimos hoy en día, estas excusas sólo parecen ser patadas de ahogado, pues es claro que tanto en el pasado como ahora la verdadera razón de estas decisiones obedece a lo económico. Hollywood siempre ha creído que al poner a un actor blanco las probabilidades de agradar al público serán mayores. Quentin Tarantino dio en el clavo y puso un ejemplo al respecto con Bastados sin Gloria (2009), mientras que Clint Eastwood hizo lo propio en la maravillosa Cartas de Iwo Jima (2006). Ambas películas tomaron el riesgo de no sólo respetar la nacionalidad de sus personajes contratando actores ad hoc, sino que también procuraron que todos los diálogos se dijeran en sus respectivos idiomas.

Quizá hace muchos años el denominado “whitewashing” ayudaba a las películas para tener una mejor taquilla (el caso de Wayne en la mencionada El Conquistador), pero hoy en día ya no es necesariamente un sinónimo de éxito. Al contrario, en los últimos años es un elemento que ha jugado en contra de varios proyectos, y apenas este 2017 hay dos ejemplos claros de ello.

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La Vigilante del Futuro: Ghost in the Shell (Rupert Sanders, 2017) fue un estruendoso fracaso de taquilla a nivel mundial. Con un costo de $110 millones de dólares, la película protagonizada por Scarlett Johansson recaudando solamente $40 millones en los Estados Unidos, más $129 en todo el mundo, dando un total de sólo $169 millones. En estos tiempos, en los que las campañas publicitarias cuestan lo mismo o más que la película, estos datos no arrojan más que perdidas.

Sería exagerado culpar el hecho de haber contratado actores blancos en papeles que en su origen eran japoneses como la única razón de dicho fracaso. La realidad es que la calidad del filme, el desganado guion y una muy mala campaña publicitaria ayudaron al tropiezo. Pero no olvidemos que los fans del material original la crucificaron desde que comenzó su filmación, principalmente por haber recurrido al ya mencionado “whitewashing”, señalado por una gran cantidad de conocedores de los mangas y animes predecesores. Esto provocó que quienes suponían ser su público original le dieran la espalda al proyecto, que precisamente necesitaba de ellos para hacerlo exitoso.

La Vigilante del Futuro: Ghost in the Shell no sólo quedó a deber respecto a las expectativas de taquilla, sino que tampoco la crítica la avaló. Para muestra basta visitar el sitio Rotten Tomatoes, en el que la película tiene un promedio de 4.7/10, mientras que en Metacritic alcanza apenas un 5.2/10.

Un caso similar fue lo ocurrido hace unas semanas con la adaptación de otro anime; Death Note (Adam Wingard, 2017), que a pesar de ser una producción de Netflix (con todo y su conocida libertad creativa) dio como resultado una anémica película, cuyo principal problema proviene de su bochornoso elenco encabezado por Nat Wolff como Light, el personaje principal. Y es que la cosa va muy mal si lo que más se rescata en una película live-action es un papel creado en CGI, como el realizado por Willem Dafoe como Ryuk.

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A pesar de que las producciones de Netflix no se pueden medir por ingresos de taquilla, las críticas de público y especialistas son un buen medidor. Así, para ejemplificar lo desastroso de este caso basta ver que la película tiene un bajísimo 4.3/10 en Metacritic, un merecido 4.2/10 en Rotten Tomatoes, mientras que el público en IMDB la mantiene con una calificación 4.7/10.

Estos dos proyectos son un claro ejemplo de que el público ya no aprueba el mencionado “whitewashing”, ya que ambos fueron puestos en tela de juicio desde su concepción sólo por el hecho de occidentalizar a su elenco. Esto, aunado a una fallida puesta en escena hacen del desastre algo aún más evidente. Pero esto tampoco significa que con serle fiel a la etnicidad original mejorarían. Para ello habría que centrarse en los guiones, la realización y muchos otros aspectos de igual manera, aunque sin duda gran parte del público no les daría la espalda de buenas a primeras.

Este tema ha calado en las entrañas de Hollywood. De unos años para acá, algunos proyectos han intentado revertir el “whitewashing” poniendo a actores afroamericanos en papeles que originalmente eran para blancos. Casos como el de Idris Elba como Heimdall en Thor, Michael B. Jordan como Johnny Storm en Los 4 Fantásticos y recientemente Zazie Beetz como Domino en Deadpool 2.

Ambos casos son polémicos porque las razones de su concepción son calculadas y planeadas para agradar a un sector del público. La corrección política poco tiene que ver, pues por donde se le vea todo se hace para tener aceptación y convertirla en ganancias económicas. Los productores no han entendido que el problema no es hacer de la raza o el género de sus protagonistas algo intercambiable (caso del remake de Los Cazafantasmas, que se volvió más famoso por tener un elenco enteramente femenino que por las cualidades y defectos de la película en sí). El problema radica en que hay que respetar la etnicidad de personajes, sea el caso que sea, aspirando así a la autenticidad que muchas historias demandan.

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El futuro parece prometedor para dar este importante paso, ya que hace unos días el actor Ed Skrein renunció públicamente a un papel en el remake de Hellboy, precisamente porque el personaje en cuestión tiene raíces asiáticas. El actor argumentó que le preocupaba y estaba de acuerdo con las miles de personas que se quejaron de su elección en redes sociales, demostrando así gran madurez y dándole de paso una lección importante al estudio, que no tuvo otra más que dar un comunicado apoyando a Skrein y haciendo énfasis en que definitivamente buscarían un actor de la raza adecuada.

Parece ser que los fracasos de taquilla y de crítica de algunas películas, más la presión que las redes sociales ejercen hoy en día, serán los causantes de que después de tantas décadas Hollywood por fin entienda que el mejor camino para contar ciertas historias es respetar la diversidad étnica con todos sus colores de piel. Sólo de esta manera el público podrá no sentirse estafado ni decepcionado. Habrá que ver si otros actores siguen el ejemplo de Skrein, obligando a que otros estudios hagan lo mismo.

Todos los datos de taquilla de: Box Office Mojo.

Datos de críticas de: Metacritic, Rotten Tomatoes e IMDb

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