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Por Gonzalo Lira Galván / @Gonyz

Después de la inauguración, engalanada por la premier mundial de Coco (2017), el Festival Internacional de Cine de Morelia arrancó actividades con la competencia oficial que, a diferencia de años pasados, redujo su número de películas, reflejando la crisis en términos de producción que este año se ha hecho latente.

Largometrajes internacionales, cortos, documentales y presentaciones especiales hacen el balance de una edición que (eso sí) se ha sentido mejor organizada que muchos otros años, permitiendo que el trajín entre una actividad y otra se sienta más relajado.

Por eso, mientras esperamos la visita de nombres como Michel Hazanavicius, Guillermo del Toro o Alfonso Cuarón, la sala de cine es el refugio ideal para escapar (al menos unos días) de la gran ciudad. Aquí algo de lo que hemos visto:

Casa Caracol de Jean-Marc Rousseau Ruiz

(**1/2 / *****)

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Después de la desaparición de su pareja, Sofía (Rosalba García) decide alejarse de la ciudad y buscar refugio en Casa Caracol. Ubicada en medio de la selva y habitada por una relajada comunidad de jóvenes en busca de un lugar donde abstraerse de su pasado, la locación que da título a la película de Rousseau Ruiz (que fue filmada en Xilitla, San Luis Potosí) sirve como un refugio para diversos personajes, de entre los cuales Nico (Ianis Guerrero) inmediatamente busca entablar una relación con la protagonista.

Pero no todo es tan idílico como los paisajes a su alrededor podrían hacerles pensar y, detrás de la fachada de este hostal lleno de vida, varios secretos empezarán a salir a la superficie, poniendo en riesgo no sólo la apacible apariencia de la estancia de sus huéspedes, sino también amenazando la integridad de los nuevos amantes.

La ópera prima del franco-mexicano Jean-Marc Rousseau Ruiz (que forma parte de la selección mexicana en competencia de ficción) peca de varios males, siendo el principal de ellos su visión cuasi turística de México, en la que el director depende más de sus embellecidos escenarios que de un argumento o desarrollo sólidos.

Con una narrativa lineal y convencional, lejos de explorar las dolencias de sus personajes, Casa Caracol opta por un intermitentemente errático estilo para contar su historia, nunca profundizando en los motivos detrás de las decisiones de sus personajes, sin ir más allá de la superficial y poco explicada pérdida del personaje principal. A esto se suman una variedad de dolosos clichés, donde “el mal” que amenaza la integridad de los protagonistas es identificable desde la simplona forma en la que el director los retrata, rayando incluso en una perspectiva que, quizá sin quererlo, nutre ciertos estigmas de clase que se sienten anacrónicos y dañinos para la sociedad que supone poner en la pantalla.

Becoming Cary Grant de Mark Kidel

(****/*****)

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Presentada en el pasado Festival de Cannes y producida por el canal Showtime, este documental inspirado en la autobiografía nunca publicada del actor nos adentra en su vida, desde su infancia en la ciudad británica de Bristol hasta sus últimos días completamente alejado de los reflectores que alguna vez lo convirtieron en un intérprete de nivel mundial.

La vida de Cary Grant (cuyo nombre real era Archibald Alexander Leach) no fue necesariamente una que se preste para explorar muchos temas más allá de los lujos que su carrera le brindó (que indudablemente se contraponen con sus humildes orígenes), sin embargo es la afectuosa aproximación de Kidel, así como un puñado de testimonios dados por historiadores, conocidos o familiares, la que logra elevar el material más allá de lo anecdótico.

Es así que, con imágenes de archivo que incluyen desde videos caseros hasta escenas de sus trabajos más reconocidos, Becoming Cary Grant se convierte en un interesante testimonio del Hollywood al que el protagonista de Charade, Notorious o His Girl Friday perteneció. Para dicho propósito, la narración (hecha en primera persona por el actor galés Jonathan Pryce) es fundamental, logrando transmitir la sensibilidad de las palabras del actor, quien principalmente muestra su fragilidad a través de los fracasos amorosos que parecen haber marcado sus días de gloria en la pantalla grande.

Sin una propuesta verdaderamente novedosa y nunca tomando riesgos estilísticos que remarcar, Becoming Cary Grant es un trabajo cuyas fortalezas serán mayores si el público es uno que conoce y admira a su personaje central, ya que es la curiosidad por sus andanzas frente y detrás de la cámara su principal razón de existir.

Barbara de Mathieu Amalric

(****/*****)

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La película de apertura y participante en la sección Une Certain Regard del Festival de Cannes este año quizá es demasiado “francesa” para su propio bien. Dirigida por el también actor Mathieu Amalric, quien en 2010 se alzó como mejor director en el mismo certamen fílmico, Barbara no es necesariamente una biopic convencional, aunque sí se centra en un fragmento de la vida de la cantante francesa que le da título.

Aunque la figura de dicha intérprete no es realmente conocida fuera de su país natal, rápidamente es comprensible por qué alguien como Amalric decidió dedicarle un largometraje. La cantante titular, que gozó de éxito durante la década de los ’60 y se vio inspirada por compositores como Jacques Brel o Charles Trenet, así como por cantantes tales como la emblemática Edith Piaf, no sólo gozaba de una voz privilegiada, sino que también era poseedora de un look particular que hizo que sus seguidores la conocieran como “La Dame de Noir”, así como una historia personal que no necesariamente fue de éxito o alegrías inmediatas.

Tan peculiar como el personaje que explora resulta también la dirección de Amalric, quien lejos de aproximarse a su figura central desde los convencionalismos del género biográfico, decide jugar con diversos formatos que lo mismo nos presentan escenas reales de Barbara, que fragmentos de las mismas situaciones recreados por el director y su actriz (la sensacional Jeanne Balibar, ex esposa del propio Amalric). Él, también frente a cámara, interpreta al director Yves Zand, quien se encuentra tratando de filmar una biopic de la cantante, pero que lentamente va perdiendo la percepción que divide lo real de lo ficticio.

Con este pretexto, Amalric va y viene entre falsas escenas detrás de cámaras y lo que se supone es la película que su personaje está filmando, donde Balibar se transforma en Barbara, al mismo tiempo que en la actriz ficticia que la interpreta. Es de esta manera que, sin necesidad de narrar la historia a través de un arco dramático con el que el público pueda estar familiarizado, Amalric consigue contagiarnos de la casi mística esencia de la artista que evidente admira y por la que pretende nosotros nos sintamos de forma similar.

Good Time de Josh y Benny Safdie

(****1/2 / *****)

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Hay actores que, una vez logrado el éxito, traicionan sus ideales originales. Afortunadamente, el caso de Robert Pattinson es el contrario. Después de haber alcanzado fama mundial gracias a su participación en sagas como Harry Potter o Crepúsculo, el joven británico ha logrado explorar más allá de su imagen de ‘pretty boy’ para consolidarse como un actor con inquietudes dignas de la curiosidad del público.

Dicha consolidación mostraba sus primeros brotes en trabajos como The Rover de David Michod, LIFE de Anton Corbijn o sus participaciones con el canadiense David Cronenberg en títulos como Cosmopolis y Maps of the Stars, aunque es quizá su personaje en Good Time: Viviendo al Límite el que finalmente convencerá a los cinéfilos más rejegos de que su talento es genuino y no un producto de la publicidad generada por sus roles más populares.

Situada en Rikers Island, en el estado de Nueva York, la nueva película de los hermanos Safdie se une a la tradición de película como After Hours de Martin Scrosese o GO de Doug Liman, en las que toda la acción ocurre durante una noche frenética y a contrarreloj. Es así que, después de un atraco con pésimos resultados, Connie Nikas (Pattinson) deberá recuperar sano y salvo a su hermano Nick (Benny Safdie, uno de los directores), quien además de haber sido arrestado, probablemente también fue severamente golpeado por sus captores.

Entre la culpa y el miedo de lo que su hermano pueda confesar (Nick, además, sufre de una deficiencia mental), Connie (Pattinson) deberá llevar hasta las últimas consecuencias la labor de, no sólo rescatarlo, sino intentar ocultarlo de las autoridades antes de que éstas logren dar con su paradero y terminar de quebrantar su de por sí miserable realidad.

Los hermanos Safdie, a pesar de contar con un elenco de actores populares (además de Pattinson, la película cuenta con los nominados al Oscar Jennifer Jason Leigh y Barkhad Abdi) logran conservar su esencia independiente, nunca cediendo a los caprichos de vanidad usuales de estrellas como su protagonista. De esta manera, los Safdie no sólo consiguen la mejor actuación de Pattinson, sino que logran su película más accesible para un público general que ojalá se vea beneficiada en taquilla por su elenco, porque hasta ahora se trata de lo mejor que hemos visto en esta edición del FICM.

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