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Por Alberto Acuña Navarijo / @LoungeYMartinis

Con cuatro largometrajes al momento, la filmografía de Hari Sama se ha rehusado a moverse en una sola dirección. Comenzó con una caótica sex-yuppie-com donde cabían chafas actores de doblaje, asesinas seriales, hackers, policías estadounidenses y dominatrices coincidiendo en las calles de la Colonia Narvarte (Sin Ton Ni Sonia, 2003). Prosiguió con un emotivo e íntimo drama con rasgos autobiográficos en torno al dolor, la pérdida y el perdón (El Sueño de Lu, 2012).  Posteriormente se internó en el corazón de Iztapalapa para realizar un violentísimo western protagonizado por un ex-delincuente que se ve obligado regresar a la senda del crimen como una forma de redención (Despertar el Polvo, 2013).

Ahora nuevamente sorprende con Sunka Raku: Alegría Evanescente (2018), documental de vena personal acerca de la creación artística, la locura, la muerte y la sanación, representadas en la extravagante figura de Roberto Behar, obsesivo concertista de clavecín en su adolescencia, apasionado de la cetrería, exitoso publicista y arquitecto autodidacta de un par de casas dedicadas a la ceremonia del té según la tradición milenaria japonesa, ubicadas en el Ajusco y construidas minuciosamente durante casi una década por él mismo.

Antes de su estreno en la cartelera comercial mexicana este 18 de Mayo (y después de haberla visto en el Festival Internacional de Cine de Morelia en 2015), charlamos con el director sobre el personaje, el significado del título, el lado oscuro del arte y el ritual de origen budista.

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Hari Sama: «Yo conocía a Roberto de hace varios años atrás en un ámbito laboral, ya que yo trabajé en su casa productora. Y es ahí donde me enteré que él practicaba las ceremonias del té de las cuales no sabía a ciencia cierta de qué se trataban, aunque siempre he tenido una fuerte atracción por Oriente. Cuando me ocurrió aquello de la vida que me hizo filmar El Sueño de Lu, tenía una enorme necesidad de algo muy práctico, yo venía de estar vinculado a escuelas de índole meditativo-espiritual que reflexionaban mucho sobre la muerte de una manera muy teórica y me empecé a desquiciar, yo necesitaba algo más bien silencioso. Entonces me acerqué a Roberto, le pregunté si me podía dar clases, aceptó y así me convertí en su primer alumno de ceremonia del té.

Entonces estuve un año asistiendo todos los lunes a su casa para hacer cosas muy profundas que de alguna manera me anclaron en el presente y en el ahora, y eso hizo mucho más transitable un momento muy doloroso. En ese contexto lo fui conociendo más, entendí lo que significaba ese ritual, porque al principio yo sólo veía unos jardines muy bonitos y unas casas hechas de madera, pero poco a poco fui viendo el nivel de compromiso, de entrega y de trabajo que habían implicado su construcción, era una especie de Taj Mahal a pequeña escala. De ahí tuve una epifanía, pensé que era importante para mí poder plasmar un tema que me interesa muchísimo como artista: las posibilidades que ofrece la vida en función del dolor. Indagando, me di cuenta que existía un espejo entre Roberto y yo, ambos crecimos en un ámbito de familias disfuncionales y en su caso, su situación la convirtió en una revolución de creatividad muy luminosa, rica y exuberante.»

Cinema Móvil: Paradójicamente, la película a partir de los diversos testimonios también aborda el otro lado de la creación, con un personaje cuya genialidad perpetuamente roza la locura y la decadencia…

«Siento que como autores nos sentimos muy inclinados a mostrar el lado oscuro de la vida, es una tendencia del arte. A mí curiosamente los testimonios del compositor Julio Estrada me resultan un contrapunto muy interesante en la película. Hay un parte donde él habla cómo se coloca permanentemente en el abismo para poder crear pero sin dar el siguiente paso. El espíritu de los que nos dedicamos a estas cosas ya de por sí tiene una implicación de una sombra muy grande y que eso hace esta especie de balance muy raro. El equilibrio humano es muy delicado, y uno tiene muchos miedos y muchas necesidades no cubiertas que van encontrando lugares de donde colgarse y muchas veces no son los más luminosos.»

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En algún punto del documental se menciona que las casas de té se catalogan a partir de su estilo arquitectónico, su funcionalidad y que todas son bautizadas, de ahí el origen del título. Pero, ¿qué encierra este nombre?

«Sí, ese es el nombre de la segunda casa que construyó Roberto. Es un concepto zen que en mi opinión envuelve mucha sabiduría acerca de que nada es permanente, de que las cosas se van marchitando con el tiempo y que está bien, que no hay que pelearse con ello. Entonces me parecía que si la felicidad puede ser evanescente, el dolor también y siento que recoge muy bien la esencia de la película.»

Como alumno, ¿qué implica el involucrarte en la ceremonia del té?

«La ceremonia del té es de una complejidad inmensa porque abarca todas las grandes artes antiguas del Japón y tiene mucho que ver con la observación, por ejemplo saber observar la taza y entender que proviene de tal horno porque ese horno hace que el esmalte sea más café y que se noten mucho las manos del artesano. Además hay que aprender toda una serie de movimientos los cuales son muy precisos y te obligan a estar concentrado, es una práctica muy activa en ese sentido que implica un proceso de estar en el presente, porque si no, te equivocas. Los samuráis en esas equivocaciones perdían la cabeza, aquí no pasa nada, pero para mí ha sido una puerta de apertura interior enorme.

También es interesante que todo tiene un nombre poético y autor, hay una enorme veneración hacia los objetos pero no desde un lado superficial sino de saber por cuántas manos ha pasado, cuántos años lleva aquí; existe un cuidado en las casas, el tatami, los jardines, tú preparas con esmero y durante varias horas el jardín para la llegada de tus invitados y al final, antes que lleguen, rocías un poco de agua. ¡En serio, es una clavadez! He aprendido a entregarme un poco a los demás, de poder ser un buen anfitrión y estoy muy agradecido con eso.»

NOTA: Este texto fue publicado originalmente el Festival Internacional de Cine de Morelia 2015.

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