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Por Fernando Santoyo Tello / @FdoSantoyoTello

En los años setenta nació el termino Blockbuster gracias a Tiburón(1975) de Steven Spielberg. El término se consolidó un par de años más tarde gracias a Star Wars(1977) de George Lucas y, a partir de ahí, año con año los estudios comenzaron a producir cintas con grandes presupuestos, efectos especiales que, con el devenir de los años dieron inicio a una ola de secuelas, adaptaciones de historietas y programas de televisión en la gran pantalla.

Obviamente este tipo de producciones han ido creciendo en cuanto a presupuestos y espectáculo se refiere. Cada década ha tenido su fórmula; en los ‘80 Indiana Jones (Steven Spielberg), Volver al Futuro (Robert Zemeckis) y las secuelas de Star Wars eran los proyectos que mandaban. Después en los noventas se dio un paso enorme en cuanto al uso de efectos visuales con cintas como Día de la Independencia (Roland Emmerich) y Armageddon (Michael Bay). Para la entrada del nuevo milenio comenzó la era de los súper héroes que, aunque en los noventas comenzaron a cubrir terreno con el Batman de Tim Burton (aunque en realidad fue en 1989, pero se cuenta en los noventa también por su secuela de 1992), no fue sino hasta los 2000 que se afianzaron completamente.

En el camino las secuelas y el término remake hicieron su aparición. Con esto, los estudios comenzaron cada día a volverse más ambiciosos y comenzaron a tomar un control desmedido y exagerado en sus producciones más caras. El dinero se volvió su principal objetivo y la calidad o el contenido se fueron dejando a un lado para darle más peso a los efectos visuales y adornos espectaculares que sorprenden a la retina de cualquier espectador. La saga de Transformers (Michael Bay) es el mejor ejemplo de esto.

En la última década los estudios comenzaron a tener más y más control en las grandes producciones, al grado de que muchas veces los directores se convirtieron en títeres de los ejecutivos al mando. Por ejemplo, al principio del universo de Marvel, los ejecutivos ejercieron un control excesivo que maniató a directores como Kenneth Branagh en la primera cinta de Thor, o incluso terminaron despidiendo a Edgar Wright con tal de no apoyar su visión del personaje de Ant Man.

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Lo cierto es que en los últimos años, al menos en la factoría de Marvel, se dieron cuenta que era mejor darles la oportunidad de maniobrar un poco a sus directores, como en el caso de los hermanos Russo en las últimas cintas del Capitán América, James Gunn en Guardianes de la Galaxia, Taika Waititi en Thor Ragnarok y recientemente Ryan Coogler en Black Panther. Aunque esto no es una libertad absoluta, ya que todos los filmes de este universo compartido tienen una fórmula ya muy establecida que se compone de humor un tanto facilón, grandes set-pieces de acción y un arco dramático más bien ligero.

Obviamente el estudio Marvel, propiedad de Disney, es quien estableció la fórmula a la que, por mucho estilo propio que cada director imprima, siempre tienen que atenerse. En este caso particular el ejecutivo a cargo es Kevin Feige, quien definitivamente se tiene que señalar como el artífice principal de toda esta enorme saga y no tanto los directores de cada película.

Y es justo en Disney donde se están fraguando muchas historias de ejecutivos vs creadores. Hace un par de años se dio a conocer que durante el rodaje de Rogue One, Kathleen Kennedy (productora y responsable de todo el universo de Star Wars desde que es propiedad de la compañía del ratoncito) le restó poder de decisión al director Gareth Edwards, al grado de que después de unos pases de prueba el estudio Disney decidiera hacer re shots de casi un 40% de la cinta.

Lo alarmante del caso fue que precisamente en estos re shots le quitaron el poder a Edwards y de todas estas re grabaciones se hizo cargo el guionista-director Tony Gilroy. Aunque al final la película funcionó y no fueron tan evidentes los cambios que se le hicieron a casi la mitad del filme (quitando que en los primeros trailers el personaje de Forest Whitaker lucía diferente), no hay muchos indicios de dichos cambios a decir verdad. El rumor indica que Edwards había hecho una cinta mucho más compleja y oscura, sin tanto humor y no muy accesible a los más pequeños, razón por la que que Kennedy y el estudio decidieron aligerar el producto final con buenos resultados, cuando menos en lo que se refiere a la taquilla.

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Con los antecedentes de Rogue One, una vez más Disney armó todo un escándalo con la filmación de uno de sus spin-offs, en este caso el de Han Solo, que precisamente se estrenó el pasado mes de Mayo en todo el mundo.

Para las aventuras en solitario de la versión joven de Solo (interpretado ahora por Alden Ehrenreich, visto en ¡Salve Cesar! de los hermanos Coen), el estudio contrató a los directores de Lego La Película y la saga de Comando Especial, estelarizada por Channing Tatumy Jonah Hill; Phil Lord y Christopher Miller. Ambos directores habían manejado un humor muy particular en sus producciones, aspecto que sin duda le aportarían a la historia de inicios del contrabandista espacial.

Este humor, marca de la casa de Lord y Miller, fue precisamente lo que alertó a Kennedy y a todo el estudio de Disney, ya que al ver algunas secuencias que se llevaban filmadas cayeron en un pánico total, aparentemente por el excesivo humor que tenía el filme. Incluso se rumora que habían convertido a Han Solo en una especie de Ace Ventura.

La decepción llegó al grado que decidieron despedir a los directores y para eso mandaron traer a Ron Howard (Marea de Fuego, Apolo 13, Una Mente Brillante, El Código Da Vinci), un director muy eficaz en cuanto a tiempos de filmación, un artesano en toda la regla pero que, como buen artesano de la imagen, no posee ningún estilo personal, algo perfecto para esta situación, pues Kennedy necesitaba más a un peón que se manejara a su antojo y no a alguien que quisiera imprimir su propia visión a esas alturas.

Sobra decir que la jugada no le funcionó a Disney y hoy mismo se anunció que, debido al fracaso de la película, se detienen indefinidamente los spin-offs de Star Wars. Al final, Howard filmó casi el 70% de la cinta, por lo que incluso aparece acreditado como único director de la película, ya que según el sindicato de directores en Estados Unidos, para que a un director se le acredite una película, debe haber filmado cuando menos un 60% de la mismo, por lo que el 30% que filmaron Lord y Miller los hace a un lado cuando menos en los créditos de directores, ya que por cortesía Disney les dejó el crédito como productores ejecutivos.

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Algo por el estilo se vivió hace poco con Liga de la Justicia, ya que Zack Snyder terminó la fotografía principal pero, al ver el resultado de lo que se había filmado, el estudio Warner Bros decidió hacer re shots, los cuales dirigió Joss Whedon, quien en papel era el ideal para esa labor ya que fue el artífice de las dos primeras cintas de Los Vengadores para la compañía rival.

Y Whedon no solo se hizo cargo de los re shots, que como era de esperarse, estaban dirigidos a hacer la película más ligera, con más humor y menos oscura, sino que también se hizo cargo de la edición y del corte final. La versión oficial de todo esto fue que, debido a una tragedia personal de Snyder (el suicidio de su hija), éste decidió hacerse a un lado, aunque la versión no oficial es que el estudio quería convertir su Liga de la Justicia en otra Vengadores, ¿y quién mejor para eso que el mismo director?

Para la desgracia del estudio el resultado no fue el esperado; la cinta no fue el éxito que se esperaba, los re shots poco o nada le aportaron al filme y lo único que hicieron fue acrecentar su presupuesto, ya que muchas veces hay que renegociar contratos con actores y parte del crew para este tipo de “soluciones”.

Para Warner esto de los re shots ha sido todo un dolor de cabeza en los últimos años, pues lo mismo le pasó con Suicide Squad, la cual al ver el primer corte decidieron re hacer una vez más para darle un tono más ligero, pues aparentemente a su director David Ayer se le había pasado la mano con la oscuridad del relato, lo cual era algo lógico viendo el material base y la filmografía de su director pero, como suele pasar últimamente en los grandes estudios, ejecutan primero para después pensar y planificar.

Esto ha generado que ahora todos los estudios ya tengan presupuestado dichos re shots en todos su blockbusters, lo que nos demuestra que se ha convertido en un modus operandi común, al grado de que no necesariamente es porque el material base sea un despropósito, aunque de todos modos siguen contándolos fuera de los presupuestos oficiales. Por ejemplo; para Mad Max Fury Road se presupuestaron $157 millones de dólares, pero el estudio tenía ya destinados $30 millones de dólares para regrabaciones. Todo esto se dio a conocer recientemente gracias a la demanda que interpuso el director George Miller en contra del estudio, ya que pide $9 millones de dólares que se le habían prometido por no pasarse del presupuesto de $157 millones, a lo que el estudio contraatacó diciendo que no puede pedir eso ya que los re shots costaron 30 millones.

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Miller se ha defendido diciendo que los re shots no eran necesarios y fueron más un capricho del estudio, además de que fueron propiciados por retrasos y peticiones de ellos mismos, que definitivamente no iban acorde a la visión del director, ya que los ejecutivos le exigían una cinta que durara 100 minutos (terminó durando 120), que fuera PG-13 (terminó siendo R) y que no incluyera escenas de la ciudadela del villano Inmortan Joe.

En este último caso se impuso la visión del director y el resultado no solo fueron 10 nominaciones al Oscar, sino también el reconocimiento del público que la convirtió inmediatamente en una cinta de culto, dejando muy claro que la visión del director es la que debe de prevalecer siempre.

Pocas veces este tema de los re shots tiene una buena justificación, aunque de vez en cuando sí la hay. Solo este año se estrenó la cinta Todo el Dinero del Mundo de Ridley Scott, que se vio forzada a volver a filmar todas las escenas en las que salía Kevin Spacey debido al escándalo en el que se vio inmiscuido, razón por la cual se decidió sacarlo del filme y poner en su lugar a Christopher Plummer, quien además era la primera opción del director. El resultado final fue una magnífica actuación de Plummer que le valió una nominación al Globo de Oro y al Oscar como mejor actor de reparto.

Sin duda la guerra entre creadores y ejecutivos seguirá ocurriendo en el formato de las grandes producciones de Hollywood. Los estudios siempre querrán ganar el mayor dinero posible, ya que para ellos todo son números, fórmulas y tablas preestablecidas, mientras que los directores con renombre siempre pelearán por su visión, aunque algunos otros sucumbirán ante las presiones de los grandes estudios. Al final de cuentas son los ejecutivos los que pagan y, para bien o para mal, el 90% de las veces tienen la última palabra.

Desgraciadamente este es un fenómeno que, en lugar de verse cercano a terminar, parece cada vez más recurrente, sobre todo porque hoy en día para tener ganancias en las súper producciones se necesitan cantidades estratosféricas, y los ejecutivos creen que las fórmulas les darán resultados infalibles, a pesar de que varios descalabros les han demostrado que no siempre es así.