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Por Fernando Santoyo Tello / @FdoSantoyoTello

Desde hace décadas la vida de personajes extraordinarios han sido un constante semillero de historias para Hollywood, en gran medida porque el público se ha mostrado interesado en conocer la vida y entretelones de muchas de las personas que  cambiaron la historia en alguna medida.

Desde héroes, conquistadores, políticos, inventores, músicos y actores; siempre ha existido una necesidad de conocer más allá de lo que los diarios, la literatura y la televisión nos dejan ver de alguna figura, sea hombre o mujer (la tragedia siempre ayuda). Esto se potencializa cuando se trata de personajes históricos, de los tiempos en los que no había tantos medios de comunicación y mucho menos redes sociales.

Desgraciadamente estos proyectos, conocidos como “biopics”, comúnmente se han quedado a medio camino, decepcionando a muchos historiadores, público en general y fans de los personajes en cuestión, principalmente por las complacencias de los creadores que las abordan, entregando proyectos flojos, con falta de garra y anodinos.

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A pesar de que su principal misión debería de ser reflejar la realidad de la figura principal, todos estos llamados «biopics» caen en los mismos errores, siendo el principal el de seguir una fórmula preestablecida, comprimiendo la historia en una estructura sencilla y de fácil digestión para el público general. Pero esta fórmula maquilla situaciones turbias e interesantes, diluye emociones y, en muchos de los casos, sacrifica pasajes en la vida de los  personajes homenajeados.

Y tampoco es que sea necesario que todos los «biopics» se decanten en mostrar las bajezas y proezas más polémicas de sus protagonistas, porque si alguien quiere conocer más a fondo a cualquier personaje una búsqueda rápida en la red dará mejores resultados. El problema radica en que gracias a este maquillaje a la historia verdadera, siempre se quitan capas de complejidad, dejando a los proyectos como un producto final insípido y sin alma.

Actualmente se encuentra en pantalla la «biopic» de Freddie Mercury, uno de los cantantes más talentosos que el mundo ha dado y una figura mítica que roza el estatus de leyenda. La cinta Bohemian Rhapsody: La Vida de Freddie Mercury (2018), dirigida por Bryan Singer (cuando menos en su mayoría, porque en las últimas semanas y tras la deserción de Singer, Dexter Fletcher se encargó del proyecto), ha dividido enormemente a crítica y público, precisamente por los puntos expuestos, que son los principales problemas de la mayoría.

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Esta cina es un ejemplo perfecto del problema de estos proyectos, ya que como muchos han señalado, no se arriesga en nada, dejando una imagen muy pulcra, muy bonita y muy espectacular de la banda en general. Si bien la actuación de su actor principal (Rami Malek) es extraordinaria, es opinión común de los especialistas que ni ésto la salva. La energía que rebosa el trabajo de Malek por momentos engancha con el público, aunque esto más bien se debe en gran medida a la figura que representa, ya que en el fondo el proyecto es condescendiente, complaciente y artificial, aspecto que no ha detenido al público para amarla.

Pero no todos los «biopics» cuentan con la misma suerte. Incluso en los últimos años muchos de ellos han pasado totalmente desapercibidos. Ahí están de ejemplo Nina (Cynthia Mort, 2016), sobre la vida de la cantante Nina Simone; Get on Up (Tate Taylor, 2014) sobre la vida de James Brown; Pasolini (Abel Ferrara, 2014) sobre la vida del director de cine Pier Paolo Pasolini; Jimi: All Is by My Side (John Ridley, 2013) sobre la vida de Jimi Hendrix; Diana (Oliver Hirschbiegel, 2013) sobre la vida de la princesa Diana, que ni con Naomi Watts como actriz principal se salva. Caso similar le ocurrió a Grace of Monaco (Olivier Dahan, 2014) que Nicole Kidman como la bella Grace Kelly tampoco logra rescatar del naufragio, dejando muy en claro que mientras los guiones sigan siendo tramposos y descafeinados, ni las más grandes figuras de Hollywood rescatarán estos trabajos mediocres.

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Pero la principal pregunta sería; ¿y que se necesita para entregar un buen «biopic»?. La respuesta es difícil, pero sin duda algunas cintas se han acercado a ese buen resultado. Tal es el caso de Walk The Line (James Mangold, 2005), sobre la vida de Johnny Cash y que cuenta con la estupenda actuación de Joaquin Phoenix. En esa cinta en particular su figura principal se muestra tal cual es, con sus virtudes y defectos, sin edulcorantes ni filtros para agradar a nadie. Lo mismo aplica en Ray (Taylor Hackford, 2004) en la que también Jamie Foxx da un recital interpretativo en una cinta que no presenta concesiones al mostrar los aspectos más oscuros de su protagonista.

Otro caso similar ocurre con The Doors (Oliver Stone, 1991), en el que un extraordinario Val Kilmer da vida a un Jim Morrison sin ningún tipo de frenos y que se sustenta en la energética, visceral y surrealista dirección del mejor Oliver Stone.

Un ejemplo más reciente sobre cómo deberían de abordarse los biopics también podría ser la cinta Steve Jobs (Danny Boyle, 2015), en la que Michael Fassbender ni siquiera intenta parecerse físicamente a Jobs, pero aún así se apropia del personaje en una actuación llena de matices. En este filme en particular, el director Danny Boyle hace algo muy inteligente, pues no cuenta la típica historia de nacimiento, ascenso, descenso, resurgimiento y muerte, sino que la divide en tres momentos importantes del personaje principal, evitando recurrir a la misma estructura de siempre.

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Aunque existen estos ejemplos, desgraciadamente la mayoría se ciñe a la misma fórmula ya comentada, ya que es difícil hacerle justicia a las grandes figuras. Sin embargo un poco de rigor dramático e inventiva pueden lograr lo contrario.

Al final, tras el éxito de Bohemian Rhapsody: La Historia de Freddie Mercury seguramente vendrán más «biopics», por desgracia y casi con seguridad, cimentadas de la clásica fórmula que aquí ya denunciamos. El próximo año podremos ver si esto ocurre o no con el «biopic» de Elton John que, al ser dirigido por Dexter Fletcher (quien ya comentamos que fue quien terminó el trabajo empezado por Singer en la reciente película de Mercury y Queen), parece indicar que seguirá cometiendo los mismos tropiezos con tal de «ir a la segura», como bien sabemos que a Hollywood le gusta jugar.

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