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Por Gonzalo Lira Galván / @Gonyz

Lars Von Trier ha superado el veto que el Festival de Cannes levantó en su contra después de que, en su edición de 2011 y durante la conferencia de prensa por la presentación de su película Melancolía, hiciera comentarios explícitamente pro Hitler. No satisfecho, el director remató auto proclamándose nazi ante una pregunta referente al uso de la música de Wagner.

La controversia siempre ha sido parte de la obra y reputación del danés. Ya sea que se trate de los maltratos denunciados por la actriz y cantante Björk durante el rodaje de Bailando en la Oscuridad (2000), o por lo explícito y gráfico de sus escenas sexuales en el díptico Ninfomanía (2013), mucho del trabajo de Von Trier ha rebasado los límites con tal de hacer reaccionar visceral e intelectualmente al público. La Casa de Jack (2018) no es una excepción.

Von Trier es incansable y no piensa rendirse. Siete años después del incidente en Cannes y durante uno de los momentos más riesgosos para quebrantar la corrección política, el director de Breaking the Waves regresa a la pantalla grande dispuesto a mostrarnos que su anárquico comportamiento no ha sido en vano. Con La Casa de Jack, el danés nos cuenta la historia de un asesino serial (Matt Dillon), a quien seguimos durante doce años en los que nos hace testigos de sus más violentos crímenes.

Es a través de los ojos de este personaje y de su descenso hacia lo más oscuro de la demencia que Von Trier hace un poco ortodoxo paralelismo entre las pulsiones – creativas, destructivas y a veces ambas – del asesino y el artista por igual, derribando en el camino cualquier duda existente respecto a su talento (basta identificar el sinnúmero de referencias, como la obvia al documental Don’t Look Back que Pennebaker dedicó a la figura de Bob Dylan, por ejemplo). El nombre de Lars Von Trier puede causar emoción o repulsión, pero jamás indiferencia. Esto indagamos sobre aquello que lo sigue moviendo en bruscas e inesperadas direcciones.

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Cinema Móvil: Cuéntanos sobre el personaje de Jack y el atractivo que sientes hacia personalidades como la de un psicópata.

Lars Von Trier: “Siempre me ha gustado Patricia Highsmith, que ha usado a un psicópata como personaje principal. Estudié cómo se comportan los psicópatas y descubrí que muy pocas veces están conscientes de su psicopatía, porque tienden a culpar factores externos de sus acciones. Así que imaginé a este personaje como alguien que sabe de su condición para así explotarla.

Fue algo muy divertido de escribir. Esta es la película más cercana a Hitchcock que he hecho porque incluye muchos de sus elementos, como la escena cerca del final, donde un personaje cuelga de un precipicio sujetándose únicamente con las uñas.

¿Recuerdas que Hitchcock dijo que había cometido un error en una de sus películas? Cuando uno de sus villanos está colgando de la estatua de la libertad, sujetándose únicamente con una mano. Hitchcock dijo que jamás lo volvería a hacer, porque eso solamente debería ocurrirle al héroe de la película. Es por eso que lo hice, porque creo que Jack es el villano, aunque irónicamente es también el personaje principal.

Lo más interesante es cómo reacciona la gente ante eso. Porque, sea quien sea que tenga tanto tiempo en pantalla como Jack, para mí es el personaje principal. Esa es mi teoría. Aunque al poco tiempo descubras que es el ser humano más perverso y vil, al final no deja de tener un lado humano, y eso es algo que muchas veces se olvida explorar. Y a mí lo que me interesa es explorar la composición de los personajes.

El problema con la visión americana de los héroes es que son anormalmente predecibles, mientras que escribir los diálogos de Jack era muy divertido, porque su naturaleza lo hace capaz de decir lo que sea. Por ejemplo, cuando llega con la segunda mujer que es su víctima, y ella le pregunta quién es, él se toma un momento para pensarlo porque no está preparado y lo primero que dice es ‘soy policía’, porque en su cabeza él se pregunta si acaso la policía está ahí. Después cuenta una larga historia y termina confesando que no lo es. Era muy divertido hacerlo decir ese tipo de diálogos, como el monólogo sobre la culpa que siente al ser hombre. La película está llena de este tipo de ideas llenas de humor que quizá no sean siempre vistas así.”

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¿Pero tú dirías que la intención es humorística?

“No lo sé, pero sí tengo claro que estoy intentando perforar el concepto de maldad al hacerlo un personaje tan ilegible en muchos aspectos. Así el espectador es engañado al grado de aceptar sus asesinatos. A mí me importa que el público deje la sala con una opinión y que, con el paso del tiempo, esa opinión cambie. Eso significa que la película evocó cierta actividad cerebral. Eso siempre es positivo.”

Hablas sobre la culpa de los hombres. Jack (Dillon) se queja etiquetando de injusto el hecho de que los hombres siempre son víctimas según su visión, cosa que sabemos va completamente en contra del sentir actual sobre el lugar que ocupan en sociedad. ¿Buscas hacer un comentario al respecto de nuestros tiempos?

“Si alguien grita ‘¡Detengan al ladrón!’ y una mujer sale de la puerta corriendo al mismo tiempo que un hombre, de inmediato el principal sospechoso es el hombre, desde la perspectiva de prácticamente cualquier persona. No sé ni siquiera qué opinar al respecto, pero sí sé que me divierte puntualizar ese tipo de clichés.”

Hablemos sobre la violencia gráfica el La Casa de Jack, que incluye algunas de tus escenas más atroces. El personaje es tan despreciable como sus acciones, que se muestran de forma muy explícita. Lo mismo ocurrió con Anticristo, donde había muchas escenas que desearíamos no haber visto. ¿Por qué debemos verlo? ¿Te divierte mostrarlo? ¿Es necesario?

“Yo sí creo que es necesario mostrarlo. La idea de que el dolor es peor si lo ves desde los ojos de quien está siendo apuñalado me parece una estupidez. Es solo un mal intento de mostrar tacto. Una excusa. Pero para mí nada de lo que ocurre en una película necesita excusas. Me parece importante mostrar un rango de películas, no necesariamente hechas por mí, que explora cada rincón y grieta. Tomando en cuenta lo que veo en películas recientes, me da la impresión de que eso no es algo tan común. Por eso en mi discurso de aceptación del premio Sonning dije que hago las películas que falta hacer. Al menos eso intento.”

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¿Dirías que esta película es un testamento? Aquí vemos algo que no había ocurrido en tus anteriores trabajos: citas y haces referencia a tu filmografía pasada, como si estuvieras resumiendo lo que has hecho antes. ¿Cómo debemos tomar ese momento?

“Primero creo que deberían considerar eso como algo muy audaz de mi parte. Yo necesitaba algo con un valor cultural y obviamente es pomposo usar mi propia obra, aunque era más barato que usar clips de E.T. El Extraterrestre.”

O Hitchcock, por ejemplo…

“Exactamente. Y fue muy divertido hacerlo.”

¿Considerarías erróneo que se vea a la película como una obra reminiscente o una especie de monumento a tu propio trabajo?

“No era la intención pero al parecer muchos creen que así ocurrió. Si así funciona para ti, no puedo evitarlo.”