Por Gonzalo Lira Galván / @Gonyz
Foto: Edgar Durán / Los Cabos Film Festival
Aunque apenas en 2015, gracias a su irreverentemente feroz adaptación de la Lisístrata de Aristófanes titulada Chi-Raq (que nunca estrenó en salas mexicanas), el director neoyorkino Spike Lee parecía estar de vuelta al cine contestatario que originó su carrera con títulos como School Daze, Do The Right Thingo Malcolm X en los años ’80 y ’90, la realidad es que tuvieron que pasar más de 15 años desde el estreno en 2002 de The 25th Hour para verlo nuevamente en forma.
Habrá quienes puedan discutirlo mencionando Inside Man o el documental para HBO titulado When The Levees Broke como ejemplos (ambas del 2006), pero a pesar de tratarse de dos trabajos con una calidad indiscutible, es justo decir que la primera sigue sintiéndose como un encargo de factura muy competente para un gran estudio, mientras que la segunda corresponde a un género en el que el director pocas veces ha recibido la misma atención que con sus obras de ficción.
Ahora, en plena era Trump y con una premisa tan increíble como lo parecía el triunfo del ya mencionado empresario rumbo a la presidencia de su país, Lee se sirve de una historia real situada en los ’70, cuya premisa cuasi-absurda funciona a la perfección como un paralelismo de la situación racial y política que hoy en día atraviesa su país. Es por eso que, durante su visita al pasado Festival Internacional de Cine de Los Cabos y con motivo tanto de su estreno en México, así como de su paso por la temporada de premios en Hollywood (después de valerle el de mejor director en el Festival de Cannes de 2018), platicamos después de chocar puños con Spike Lee sobre su nuevo trabajo titulado El Infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman).
-Cinema Móvil: Hola, Spike.
Spike Lee: “Hola, hermano. ¿Cómo estás?”
-Muy emocionado de platicar contigo, si soy sincero…
“Eres muy amable.”
-Créeme, no estoy siendo amable. Estoy siendo…
“¡Real!”
-¡Exacto! Estoy siendo real y, manteniéndome real, debo decir que esta película es un madrazo en todos los sentidos.
“Muchas gracias.”
-Pero me pregunto cómo lo logras, porque mantienes el equilibrio entre temas relevantes y un tono que nunca deja de divertir sin perder el foco…
“Me parece una duda muy interesante porque, en efecto, el tono lo es todo. Como bien comentas, aquí se tocan temas muy duros y con mucha carga histórica. Por eso el humor era importante si quería que hubiera ese balance. La gente me ha preguntado de dónde viene el humor y la comedia que, aunque es algo que yo quisiera adjudicarme, debo confesar es algo orgánico en el ADN de esta historia. Todavía recuerdo cuando me llamó Jordan Peele para proponerme esta película. Solo dijo seis palabras: ‘Hombre negro infiltrado en el KKKlan’. ¡Eso es absurdo!
Entonces la comedia viene desde lo absurdo de esa premisa, ¿sabes? Obviamente a cualquiera le parece gracioso imaginar a un hombre negro dentro del Ku Klux Klan. Ahí está el humor. Ya después, en el cuarto de edición y con mi editor de siempre Barry Alexander Brown, fuimos encontrando ese balance conforme avanzábamos. Porque a veces la película se inclinaba más hacia un lado que hacia el otro. Él fue esencial para que cada escena esté equilibrada entre el suspenso que genera una situación tan absurda y arriesgada, pero sin descuidar que estábamos hablando de un hecho real, cuyos personajes aún existen y con consecuencias que siguen repercutiendo socialmente.”
-Creo que el humor es importante, sobre todo para alguien como tú, cuya filmografía siempre se ha relacionado con el retrato de una comunidad que en tu país todavía se considera como una minoría…
“Espera. Perdón que te interrumpa aquí. Entiendo lo que dices, pero yo no pienso así y ahí está el secreto. Porque en mi mente las personas de color no somos una minoría. Existimos y siempre hemos existido. Aquí estamos. Siempre estuvimos y nunca nos hemos ido.
Decirnos minoría es algo que siempre he considerado negativo. Porque pretende demeritarnos ante las auto-denominadas mayorías y mi cabeza nunca fue programada para entender así el mundo. Mis papás me educaron dejándome claro que yo valía tanto como cualquier otro ser humano. Nunca fui condicionado como una víctima. Ni yo, ni mis hermanos. Y ese tipo de mentalidad es la que debería predominar.”
-Es interesante que lo veas así. Deberíamos pensar más de esa manera…
“¿Por qué? ¿En México no piensan así?”
-No lo creo.
“¿Pero por qué?”
-Porque aquí también se nos ha condicionado históricamente a pensarnos como minoría…
“¿Ante quién?”
-Pues de entrada ante un país como el tuyo…
“¿Y tú por qué crees que sea así?”
-Probablemente porque venimos de una historia de conquista, en la que hubo un exterminio considerable de nuestras raíces.
“Claro. No lo había pensado, pero tienes razón. Se puede asociar de esa manera.”
-Y tomando esto en cuenta, ¿cómo crees que el público mexicano puede relacionarse con tu película?
“Bueno, empecemos por algo muy sencillo. Te aseguro que aquí se sienten igual respecto al ‘Agente Naranja’, a quien hago alusión indirecta en la película. Tú dime en qué mundo el líder de un país le pide a otro que construya y pague un maldito muro para separarlos. Es una estupidez. Obviamente lo recuerdas. Ese hombre dijo que todos los mexicanos eran violadores, asesinos y narcotraficantes. Lo dijo y ahora ocupa la Casa Blanca de los Estados Unidos de Norteamérica. Y no solo dijo eso, sino que ahora está separando familias en la frontera. Es inhumano.
Está arrebatando bebés de los brazos de sus madres sin implementar un mecanismo para reunirlos. Porque, como si no fuera suficiente el hecho de que estas personas están arriesgando sus vidas, también está intentando satanizarlas. Expone gente inocente a un ejército de policías fronterizos y violentos cuando lo único que están haciendo es buscar una mejor vida para esos hijos que les están quitando de las manos. No pienso decir su nombre porque no merece ni siquiera eso, así que seguiremos llamándolo ‘Agente Naranja’…”
-Ahora tú estás siendo amable…
(Risas)
“Puedo no serlo, pero tampoco quiero que tengas que traducir demasiadas groserías para esta entrevista. De cualquier manera, cuando se hable de él en el futuro, habrá pasado a la historia como uno de los peores líderes mundiales que hayan existido.»
-Es curioso que menciones lo de las groserías. Tú eres alguien que siempre se ha plantado de frente ante los problemas sociales y los has criticado con tenacidad en tu obra, llamando las cosas por su nombre. Pero ahora se viven tiempos de excesiva corrección política. ¿Cómo afecta eso a la creatividad? ¿Es ahora más difícil hacer el tipo de cine que te ha caracterizado?
«Fíjate que, no solo tomando en cuenta lo que ahora se considera políticamente correcto, siento que siempre ha habido una línea muy delgada. Te estoy hablando incluso de hace tiempo, cuando yo empezaba a hacer cine. Siempre ha habido un límite que se debe empujar. Como artista yo busco ser real y congruente con mi forma de pensar. Bajo esa lógica me atrevo a decir que jamás me ha preocupado ni me preocupará la corrección política y esta película sigue sin ser el caso.»