“Innecesario” sería el único adjetivo que nos vendría a la cabeza para el final de mitad de temporada de The Walking Dead, de no ser por su única escena rescatable (irónicamente la de post créditos).
Si apagaron el televisor ayer al concluir «Start to Finish», probablemente hayan quedado totalmente insatisfechos por la ausencia de ese plot twist necesario para esperar ansiosos por el resto de la temporada. Sin embargo, si les ganó la impaciencia, deben saber que se perdieron la introducción del villano más mortífero, por lo menos en los cómics: Negan, con Jeffrey Dean Morgan más que confirmado para el papel.
Vayamos en orden. El enigmático inicio que mostraba a Sam, el hijo de Jessie, con un aspecto moribundo y hábitos extraños en su habitación hizo que muchos eleváramos las expectativas de este episodio, sin que estuvieran siquiera cerca de ser cumplidas al concluirse. Quizá más adelante este niño haga algo importante (estúpido pero de graves consecuencias, como es común en la familia Anderson); por ahora, ahí quedó, sin nada que pasara del berrinche de su parte.
Es lamentable decir que este episodio tiene pocos highlights, siendo uno de los que más sobresale la pelea de Carl con el otro hijo de Jessie, Ron. Altamente anticipada desde hace varios capítulos, también terminó decepcionando. Algunos esperaban algún miembro mutilado por lo menos, aunque también es admirable la manera en la que Carl arregla el problema, muy a la usanza de su padre (dejando que sus enemigos se arreglen consigo mismos).
Los actos de los personajes denotan mucha torpeza en este episodio, por lo anterior y por lo ocurrido con Carol y Morgan. Ya habíamos anticipado que la filosofía de este último («toda vida es preciada») le traería problemas, pero francamente esperábamos algo más desgarrador. En este caso estamos con Carol, tomando una postura personal; sus demonios del pasado la han hecho fuerte y del carácter necesario para tomar las decisiones cruciales que nadie más quiere hacer, con una moral que se adapta a la situación como requiere el sacrificar al cautivo de The Wolves. Y Morgan, a pesar de su fortaleza física, tiene ideales que le ponen en riesgo ahora más que nunca. Era previsible que dos personajes de pensamientos tan polarizados chocaran pero vamos, esperábamos algo más.
La muerte de algún personaje es básico en todo final de temporada (o de media, como malacostumbra The Walking Dead), ahora tocó el turno de Deanna, alguna vez gobernadora de Alexandria. Sin mucha pena ni gloria, fue una muerte al azar y que no deja vacío alguno, aunque sí expectativas sobre los planos que dejó para el poblado, los cuales probablemente sean de mucha ayuda para el enemigo que se aproxima.
Quienes la tuvieron difícil fueron Rick, Michonne, Carl y los Anderson para huir de la casa de estos últimos. Por ello, Rick trajo de vuelta el amadísimo recurso de camuflarse con las vísceras de los walkers, lo que nos hizo sentir nostalgia de la ya lejana primera temporada. Sin embargo, en esta ocasión todos se veían muy limpios y no hubo tanto cuidado como en la ocasión anterior (vemos manos ensangrentadas cuando Rick advertía hace cinco temporadas que la sangre no tocase la piel). Quizá somos muy exigentes, pero en esta ocasión los ponchos de tripas no fueron tan dramáticos.
Con la flojísima aparición de Enid y Glenn, y un neutral protagonismo de Maggie, Rosita, Tara y Eugene, el debate encuentra refugio en la aparición del esperadísimo nuevo villano. Después de los créditos, vemos a Daryl, Sasha y Abraham manejar de vuelta a Alexandria cuando un grupo de motociclistas bloquean el camino y piden al trío descender del camión y dar sus armas, munición y, bueno, prácticamente todo lo que traen encima. Al preguntar quién lo pide, Sasha obtiene la identidad de Negan, quien esperamos que haga sufrir mucho al grupo de sobrevivientes (y a nosotros).
De esta temporada tuvimos grandes emociones en su inicio, y aunque era de pensarse que el ritmo no podría mantenerse en todos los capítulos por lo menos sí esperábamos un mejor final de media temporada. Además de la aparición de Negan, nos quedamos con dos cabos sueltos que quizá no nos quiten mucho el sueño, pero dan de dónde agarrarse para esperar el regreso de The Walking Dead: ¿qué se trae Sam, el hijo de Jessie? Y aún más importante, ¿quién fue el que pidió ayuda por radio a Abraham hace dos episodios? Sonaba a un Rick/Glenn moribundo, lo cual no hemos visto hasta ahora. No queda más que esperar al 14 de febrero para ver cómo Rick y los demás sobrevivientes se las arreglan, ahora que están más rodeados que nunca.
En resumen:
Lo que nos latió:
– La aparición de Negan. Altamente esperada, dado que es bien sabido que, por lo menos en los cómics, es uno de los villanos que más hace sufrir al grupo de Rick. Breve pero logra salvar el episodio.
– Carl. Sin duda aplica una filosofía heredada de su padre para arreglar sus problemas, lo cual puede ser de gran ayuda ahora que Rick parece estar perdiendo el suelo.
Lo que no nos latió:
– El inicio. Nos hizo esperar demasiado, pero sólo causó que odiáramos más a los Anderson.
– Las peleas. Tanto Ron vs. Carl como Carol vs. Morgan, quedaron flojas tratándose de personajes clave en la serie, y se percibieron más torpes que dramáticas.
– El camuflaje de tripas. La primera vez nos lo alcanzamos a creer, pero no ahora.
– El final. Flojo, flojo, flojo, tanto que una escena post créditos tuvo que arreglarlo todo.