En Mia Madre, un respiro en la cartelera ante la temporada de premios, el italiano Nanni Moretti cuenta la historia de la cineasta Margherita (Margherita Buy, solemne y sensacional) quien – en medio de un rodaje sobre la crisis laboral que en los últimos años ha llevado a Italia y gran parte de Europa al punto de ebullición – debe hacer frente a un problema más cercano y esencial en su vida. Junto con su hermano Giovanni (el propio Moretti) y teniendo que lidiar con una hija adolescente a distancia, así como una filmación catastrófica de altas expectativas, Margherita enfrenta la anunciada e inminente muerte de su madre.
Moretti se proyecta en la actriz protagonista. Habiendo atravesado recientemente una situación similar, la película se siente como un exorcismo necesario, de ritmo taciturno y con eventuales explosiones emocionales pero siempre en control gracias, principalmente, al extraordinario trabajo de Buy, canalizando la necesidad de Moretti por contar su historia.
A todo esto ayuda la química entre ella y el propio director en el papel de su hermano. Ambos actores brillan aún en personajes con tanta mundanidad, misma que se acentúa apenas llega John Turturro a la pantalla como el insoportable actor italoamericano Barry Huggings; ruidoso, soberbio y torpe, con quien Margherita intentará filmar su película. Aunque a ratos (principalmente al inicio del metraje) el trabajo de Turturro raya en un humor facilón y fársico que parece desentonar, finalmente logra encontrar un balance gracias a sus co estrellas y su calma forma de actuar o decir las cosas. No hay un solo momento entre actores que se sienta falso.
Si bien con La Stanza del Figlio Moretti ya había lidiado con temas como la muerte de un familiar y sus consecuencias como punto de inflexión, con Mia Madre decide explorar los desgastantes momentos previos a ésta desde la experiencia y la honestidad, con notables y conmovedores resultados. No en vano el director recibió una ovación de casi 8 minutos en el pasado Festival de Cannes.