Álex de la Iglesia se ha consolidado como uno de los autores más importantes del cine español. Sin duda por su increíble capacidad de desarrollar una historia inverosímil con magnificas actuaciones, una gran dosis de humor negro y una sutil pero efectiva crítica social. Si bien Sangre de mi Sangre no cuenta con la dirección de este español, sí se ve involucrado en la producción, lo cual en ciertos momentos es bastante notorio, a pesar de tratarse de géneros diferentes y sin demeritar el trabajo de Juanfer Andrés y Esteban Roel, quienes dirigen su opera prima.
La premisa es simple: un hombre herido es cuidado por sus raras y misteriosas vecinas. El contexto no lo es tanto. Nos situamos en 1950, en una España todavía resentida por los estragos de la Guerra Civil y sobretodo en una sociedad donde la presencia masculina en un hogar es necesaria. Montse, quien sufre de un miedo irracional al mundo exterior, se refugia en su fanatismo religioso; ¿y quién puede culparla? Pues ha sacrificado su juventud en cuidar de su hermana menor, que ahora se ha convertido en toda una mujer, y la pérdida de su madre que implicó llevar sobre sus hombros el peso del hogar y de su abatido padre. Monste ha hecho de casa una madriguera impoluta y libre de las afecciones del mundo exterior, hasta que un día su atractivo vecino Carlos toca desesperadamente a su puerta buscando ayuda tras una aparatosa caída en la escalera. Incidente que la pondrá al tanto de sus propias emociones y deseos.
Titulada originalmente como Musarañas (título que en lo personal me gusta más que con el que se comercializa aquí), Sangre de mi Sangre puede clasificarse más como un thriller que como una cinta de terror, no obstante cae en muchos clichés inherentes al género. Esto no la convierte en una mala película, por contrario, es una propuesta diferente y un muy merecido respiro de todos aquellos filmes de terror hechos con formula y que abusan de los jump scares. Perfectamente realizada en el simple espacio interior que permite el departamento de la protagonista, con la suficiente dosis de violencia que impacta pero no recae en lo teatral y con un esperado pero no previsible final.
Aunque las actuaciones de Nadia de Santiago (“La Niña”) y Hugo Silva (Carlos) son impecables, y Carolina Bang tiene una efímera pero contundente aparición, no tienen nada que hacer a lado de Macarena Gómez (Montse), quien lejos de transformarse en el personaje odioso que temía en los primeros minutos de la cinta, evolucionó de tal manera que no solamente acepté su precaria condición mental sino que parece lógico y necesario el rumbo que toma la historia, la cual desde un inicio muestra guiños al suspenso de Stephen King (Misery, Carrie, The Shining).
Definitivamente llenará las expectativas de los amantes del género y aquellos que no lo son tanto podrán disfrutar cuando menos una historia dramática bien plantada dentro de la época en la que se desarrolla.