Como humanos y, por ende, animales sociales, la convivencia con nuestros semejantes de una u otra manera es vital y eventualmente define quienes somos, desde núcleos cercanos como el familiar, hasta algunos menos inmediatos al exterior. Sin embargo, ¿qué pasa cuando, durante toda nuestra existencia, el mundo se ha limitado a una habitación y los lazos sociales sólo a nuestra madre?
Room (La Habitación) pone estos y más temas en la mesa, en un desgarrador drama que expone la vulnerabilidad de lo que creemos que son verdades absolutas que por naturaleza toda persona nace sabiendo, aunque no es más que una percepción muy limitada de la realidad.
El director Abrahamson traslada esto de una manera magistral poniéndonos en los zapatos de Jack (Jacob Tremblay), un dulce niño de larga cabellera que despierta una fría mañana junto a su madre Joy (Brie Larson), recordando – con motivo de su quinto cumpleaños – el día que nació, de un modo muy particular, nombrando a cada objeto de la habitación como si fuese un lugar familiar. Así, madre e hijo comienzan una rutina de estiramiento, desayuno y demás actividades matutinas, cotidianidad que a los pocos minutos se va diluyendo y saca a la luz el verdadero cautiverio físico (y en el caso de Jack, existencial) al que están sometidos, pues a Joy la secuestraron y enjaularon en aquella habitación hace siete años, y Jack, en su media década de vida, no ha conocido nada más que Room.
Este escenario hace sumamente inquietante la premisa, ya que si bien por un lado Joy está consciente de su secuestro, recordando el exterior y planeando a lo largo de los años una manera de escapar de su captor, Old Nick, por otra parte ella se esfuerza para sofocar cualquier esperanza de escape en Jack; a través de los años le ayuda a edificar un universo alterno donde Room es la Tierra y el exterior, el espacio sideral. Este plano es alimentado ávidamente por Jack, quien lo llena de endemismos y lazos que conforman no un imaginario, sino una realidad, de ahí que sea tan fructífero el punto de vista del pequeño.
La referencia que más sobresale de esta historia – y el modo en que Abrahamson la representa en pantalla – es su semejanza con el mito de la caverna de Platón; hombres con una visión limitada del mundo y un conocimiento parcial derivado de esta condición. Esto crea una cohesión muy fuerte y admirable entre el espectador y Jack, quien al crear una realidad de la mano de su madre, padece un inocente Síndrome de Estocolmo por el lugar, su realidad e incluso en algún momento por su captor.
De ahí que las actuaciones de Tremblay y sobre todo Larson sean tan sobresalientes, pues se encargan de sostener prácticamente por sí solos la primera mitad del filme. La habilidad del director se refleja en el logro de cinemáticas de gran calidad, que delimitan grandes y pequeños espacios, jugando con las proporciones como se juega con el conocimiento de Jack, en apenas una tímida habitación. A esto le añadimos una atmósfera visual sombría y una musical que hace más inmersiva la experiencia de sentirse aquél niño de cinco años.
Con una historia apabullante y sumamente polisémica, Room nos ofrece una experiencia dramática de calidad, conmovedora sin aparente esfuerzo, con unas actuaciones desgarradoras (aunque no es tan factible que Larson se lleve el Oscar por Mejor Actriz) que, en conjunto, se convierten en un incentivo para reflexionar sobre qué tanto sabemos de nuestra realidad; la especie humana, en varios momentos de su existencia, ha sido Jack, cuyo conocimiento se ve sesgado, limitado y sólo una respuesta cada varios años nos da una pista de otro plano al exterior.
En Cartelera: Viernes 19 Febrero 2016: Cinépolis, Cinemex.